[Solar-general] definiendo un telefono libre
minombresbond
minombresbond en gmail.com
Vie Ago 29 20:03:18 CEST 2008
El Fri, 29 Aug 2008 13:13:44 -0300
Marcos Guglielmetti <marcospcmusica en gmail.com> escribió:
> | para ponerlo en las palabras de moglen, q el SL o el copyleft es
> | algo q desde el capitalismo conspira contra la explotacion del
> | capitalismo, y democratizan las sociedades, las redes libres como
> | internet conspiran igual, y de hecho esa tecnologia es la que
> | posibilita e impulsa la existencia de redes inalambricas como bs
> | as libre, mas o menos desde ahi lo veo
>
> Es que internet no es de libre acceso, no es libre.
>
> Que hayamos hecho que conspire, es un hecho, pero podemos, y creo que
> deberíamos, montar redes libres, comunitarias, autogestionadas, que
> reemplacen Internet, que ninguna empresa o ente estatal nos venga a
> poner trabas en nuestra comunicación
>
Breve Historia de Internet por Bruce Sterling
de Internet, hackers y software libre,
un texto escrito en los 90 sobre esta red no-libre de la que estamos
hablando, resalto algunos parrafos que me parecen interesantes
Hace unos treinta años, la RAND Corporation, la principal fábrica
de ideas de la América de la guerra fría, se enfrentó a un extraño pro-
blema estratégico. ¿Cómo se podrían comunicar con éxito las autorida-
des norteamericanas tras una guerra nuclear?
La América postnuclear necesitaría una red de comando y control
enlazada de ciudad a ciudad, estado a estado, base a base. Pero sin
importar cómo esa red estuviera de protegida, sus líneas y equipos
siempre serían vulnerables al impacto de bombas atómicas. Un ataque
nuclear reduciría cualquier red imaginable a pedazos.
¿Cómo sería controlada esa red? Cualquier autoridad central, cual-
quier núcleo de red centralizado sería un objetivo obvio e inmediato
para un misil enemigo. El centro de la red sería el primer lugar a derri-
bar.
La RAND le dio muchas vueltas a este difícil asunto en secreto mili-
tar y llegó a una solución atrevida. La propuesta de la RAND (ideada
por uno de sus miembros, Paul Baran) se hizo pública en 1964. En pri-
mer lugar, la red no tendría autoridad central. Además, sería diseñada
desde el principio para operar incluso hecha pedazos.
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Los principios eran simples. Se asumiría que una red era poco fia-
ble en cualquier momento. Se diseñaría para trascender su propia falta
de eficacia. Todos los nodos en la red serían iguales entre sí, cada nodo
con autoridad para crear, pasar y recibir mensajes. Los mensajes se divi-
dirían en paquetes, cada paquete dirigido por separado. Cada paquete
saldría de un nodo fuente específico y terminaría en un nodo destino.
Cada paquete recorrería la red según unos principios particulares.
La ruta que tome cada paquete no tendría importancia. Solo conta-
rían los resultados finales. Básicamente, el paquete sería lanzado como
una patata de un nodo a otro, más o menos en dirección a su destino,
hasta acabar en el lugar adecuado. Si grandes porciones de la red fueran
destruidas eso simplemente no importaría; los paquetes permanecerían
en la red en los nodos que hubieran sobrevivido. Este sistema de envío
tan arbitrario podría parecer “ineficiente” en el sentido usual del térmi-
no (especialmente comparado con, por ejemplo, el sistema telefónico).
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Durante los ‘60, este intrigante concepto de red de conmutación de
paquetes descentralizada y a prueba de bombas caminó sin rumbo entre
el RAND, el MIT [Massachusetts Institute of Technology] y la UCLA
[University of California in Los Angeles]. El National Physical Laboratory
[Laboratorio Nacional de Física] de Gran Bretaña preparó la primera
red de prueba basada en estos principios en 1968. Poco después, la
Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada del Pentágono [ARPA,
Advanced Research Projects Agency] decidió financiar un proyecto más
ambicioso y de mayor envergadura en los Estados Unidos. Los nodos de
la red iban a ser superordenadores de alta velocidad (o lo que se llama-
ra así en aquel momento). Eran máquinas poco usuales y de mucho
valor y que estaban necesitadas de un buen entramado de red para pro-
yectos nacionales de investigación y desarrollo.
En el otoño [boreal] de 1969 el primero de esos nodos fue instalado
en UCLA. En diciembre de ese año había cuatro nodos en la pequeña
red, que se llamó ARPANET después de que fuera promocionada por el
Pentágono. Los cuatro ordenadores podían transferir información sobre
líneas dedicadas de alta velocidad. Incluso podían ser programados
remotamente desde otros nodos. Gracias a ARPANET, científicos e
investigadores podían compartir las facilidades de otros ordenadores en
la distancia. Era un servicio muy útil ya que el tiempo de proceso de los
ordenadores en los ‘70 era algo muy codiciado. En 1971 había quince
nodos en ARPANET; en 1972, treinta y siete. Todo iba perfecto.
En su segundo año de operatividad, sin embargo, algo extraño se
hizo patente. Los usuarios de ARPANET habían convertido la red en
una oficina de correos electrónica de alta velocidad subvencionada fede-
ralmente. La mayor parte del tráfico de ARPANET no era el proceso de
datos a largas distancias. En vez de eso, lo que se movía por allí eran
noticias y mensajes personales. Los investigadores estaban usando
ARPANET para colaborar en proyectos, intercambiar notas sobre sus
trabajos y, eventualmente, chismorrear. La gente tenía sus propias cuen-
tas personales en los ordenadores de ARPANET y sus direcciones per-
sonales de correo electrónico. No es que sólo utilizaran ARPANET para
la comunicación de persona a persona, pero había mucho entusiasmo
por esta posibilidad –mucho más que por la computación a larga dis-
tancia.
Eso no pasó mucho antes del invento de las listas de distribución,
una técnica de emisión de información por ARPANET mediante la cual
un mismo mensaje se podía enviar automáticamente a una gran canti-
dad de subscriptores. Es interesante que una de las primeras listas de
distribución masivas se llamara “SF-LOVERS” [Amantes de la Ciencia
Ficción]. Discutir sobre ciencia ficción en la red no tenía nada que ver
con el trabajo y eso enfadaba a muchos administradores de sistema de
ARPANET, pero eso no impediría que la cosa siguiera.
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Durante los ‘70, ARPANET creció. Su estructura descentralizada
facilitó la expansión. Contrariamente a las redes standard de las empre-
sas, la red de ARPA se podía acomodar a diferentes tipos de ordenador.
En tanto y en cuanto una máquina individual pudiese hablar el lengua-
je de conmutación de paquetes de la nueva y anárquica red, su marca,
contenidos e incluso su propietario eran irrelevantes.
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El estándar de comunicaciones de ARPA era conocido como NCP,
“Network Control Protocol”, pero según pasaba el tiempo y la técnica
avanzaba, el NCP fue superado por un estándar de más alto nivel y más
sofisticado conocido como TCP/IP. El TCP o “Transmission Control
Protocol”, convierte los mensajes en un caudal de paquetes en el orde-
nador fuente y los reordena en el ordenador destino. El IP, o “Internet
Protocol”, maneja las direcciones comprobando que los paquetes cami-
nan por múltiples nodos e incluso por múltiples redes con múltiples
standards –no sólo ARPA fue pionera en el standard NCP, sino también
Ethernet, FDDI y X.25.
En 1977, TCP/IP se usaba en otras redes para conectarse a ARPA-
NET. ARPANET estuvo controlada muy estrictamente hasta al menos
1983, cuando su parte militar se desmembró de ella formando la red
MILNET. Pero el TCP/IP las unía a todas. Y ARPANET, aunque iba cre-
ciendo, se convirtió en un cada vez más pequeño barrio en medio de la
vasta galaxia de otras máquinas conectadas.
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Según avanzaban los ‘70 y ‘80, distintos grupos sociales se encon-
traban en posesión de potentes ordenadores. Era muy fácil conectar esas
máquinas a la creciente red de redes. Conforme el uso del TCP/IP se
hacía más común, redes enteras caían abrazadas y adheridas a Internet.
Siendo el software llamado TCP/IP de dominio público y la tecnología
básica descentralizada y anárquica por propia naturaleza, era muy difí-
cil parar a la gente e impedir que se conectara. De hecho, nadie quería
impedir a nadie la conexión a esta compleja ramificación de redes que
llegó a conocerse como “Internet”.
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Conectarse a Internet costaba al contribuyente muy poco o nada
desde que cada nodo era independiente y tenía que arreglárselas con la
financiación y los requerimientos técnicos. Cuantos más, mejor. Como la
red telefónica, la red de ordenadores era cada vez más valiosa según
abarcaba grandes extensiones de terreno, gente y recursos.
Un fax solo es útil si alguien más tiene un fax. Mientras tanto no es
más que una curiosidad. ARPANET, también, fue una curiosidad
durante un tiempo. Después la red de ordenadores se convirtió en una
necesidad importante.
En 1984 la Fundación Nacional para la Ciencia [National Science
Foundation, NSF] entró en escena a través de su Oficina de Computación
Científica Avanzada [Office of Advanced Scientific Computing]. La nueva
NSFNET supuso un paso muy importante en los avances técnicos
conectando nuevas, más rápidas y potentes supercomputadoras a tra-
vés de enlaces más amplios, rápidos, actualizados y expandidos según
pasaban los años, 1986, 1988 y 1990. Otras agencias gubernamentales
también se unieron: NASA, los Institutos Nacionales de la Salud, el
Departamento de Energía, cada uno manteniendo cierto poderío digital
en la confederación Internet.
Los nodos de esta creciente red de redes se dividían en subdivisio-
nes básicas. Los ordenadores extranjeros y unos pocos americanos eli-
gieron ser denominados según su localización geográfica. Los otros fue-
ron agrupados en los seis “dominios” básicos de Internet: gov, mil, edu,
com, org y net (estas abreviaturas tan sosas pertenecen al estándar de
los protocolos TCP/IP). Gov, Mil y Edu definen al gobierno, militares e
instituciones educativas, las cuales fueron, por supuesto, pioneras de la
ARPANET que comenzó como un experimento de alta tecnología en
seguridad nacional. Com, sin embargo, definía a instituciones “comer-
ciales”, que enseguida entraron a la red como toros de rodeo rodeadas
por una nube de entusiastas organizaciones sin ánimo de lucro (los
ordenadores tipo “net” servían como pasarelas entre redes).
La red ARPANET propiamente dicha expiró en 1989 como víctima
feliz de su éxito abrumador. Sus usuarios apenas se dieron cuenta, pero
las funciones de ARPANET no solo continuaron sino que mejoraron fir-
memente. El uso del estándar TCP/IP para redes es ahora algo global.
En 1971, hace 21 años, sólo había cuatro nodos en la ARPANET. Hoy
existen decenas de miles en Internet esparcidos por cuarenta y dos paí-
ses y muchos más que se conectan cada día. Tres millones de personas,
posiblemente cuatro, usan esta gigantesca madre-de-todas-las-redes.
Internet es especialmente popular entre los científicos y es proba-
blemente su instrumento más importante de finales del siglo XX. Las
posibilidades de acceso tan potentes y sofisticadas que ofrece a datos
específicos y a la comunicación personal ha elevado la marcha de la
investigación científica enormemente.
El índice de crecimiento de Internet a comienzo de los ‘90 es espec-
tacular, casi feroz. Se extiende más rápidamente que los teléfonos móvi-
les y que el fax. El año pasado [1991] Internet crecía a un ritmo del 20%
mensual. El número de ordenadores con conexión directa al TCP/IP se
ha estado doblando anualmente desde 1988. Internet se está desplazan-
do de su origen militar y científico a las escuelas de enseñanza básica e
institutos, al mismo tiempo que a bibliotecas públicas y el sector comer-
cial.
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¿Por qué la gente quiere estar “en la internet”? Una de las principa-
les razones es simplemente la libertad. Internet es un raro ejemplo de
anarquía verdadera, moderna y funcional. *No existe Internet S.A. No
hay censores oficiales, ni jefes, ni junta directiva, ni accionistas. En prin-
cipio, cualquier nodo puede hablar de igual a igual a otros nodos siem-
pre que obedezcan las leyes del protocolo TCP/IP,* leyes que no son polí-
ticas sino estrictamente técnicas. (Ha existido controversia sobre el uso
comercial de Internet, pero esta situación está cambiando según los
negocios proporcionan sus propios enlaces y conexiones.)
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Internet también es una ganga. Internet en conjunto, a diferencia
del sistema telefónico, no cuesta dinero según las distancias. Y a dife-
encia también de la mayoría de las redes comerciales, no se cobra por
tiempo de conexión. De hecho, “Internet” de por sí, que ni siquiera exis-
te como una entidad, no cobra nada por nada. Cada grupo de gente que
accede a Internet es responsable de su propia máquina y de su propio
trozo de línea.
La “anarquía” de Internet puede parecer extraña o incluso poco
natural, pero tiene cierta profundidad y sentido. Es como la “anarquía”
del idioma inglés. Nadie alquila el inglés y nadie lo posee. Como anglo-
parlante, depende de ti aprender hablar inglés correctamente y usarlo
para lo que quieras (aunque el gobierno proporciona fondos para ayu-
darte a que aprendas a leer y escribir algo). Aunque mucha gente se
gana la vida usando, explotando y enseñando inglés, el “Inglés” como
institución es una propiedad pública, un bien común. Mucho de eso
ocurre con Internet. ¿Mejoraría el inglés si “Idioma Inglés S.A.” tuviera
un consejo de administración con su director o ejecutivo al frente, un
presidente y una asamblea? Probablemente existirían muchas menos
palabras en el idioma inglés, y muchas menos nuevas ideas.
La gente en Internet siente que se trata de una institución que se
resiste a la institucionalización. El interés pertenece a todos y a nadie.
A pesar de esto, hay quién tiene intereses en Internet. Los nego-
ciantes quieren que Internet tenga una base financiera. Los gobernantes
la quieren más regulada. Los académicos la quieren para fines de inves-
tigación. Los militares para la seguridad. Y así muchos más.
Todas estas fuentes de conflicto permanecen en torpe equilibrio, e
Internet, hasta ahora, se mantiene en próspera anarquía. Antes, las lí-
neas de alta velocidad de la NSFnet eran conocidas como la “Espina
dorsal de Internet” [Internet Backbone], y sus propietarios podían seño-
rearse con el resto de Internet; pero hoy existen “espinas dorsales” en
Canadá, Japón y Europa, e incluso algunas privadas para el tráfico
comercial. Hoy, incluso ordenadores domésticos privados pueden con-
vertirse en nodos de Internet. Se pueden llevar bajo el brazo. Pronto,
quizás, en la muñeca.
Pero, ¿qué es lo que uno hace con Internet? Básicamente, cuatro
cosas: correspondencia, grupos de discusión, computación a larga dis-
tancia y transferencia de archivos.
El correo de Internet es el correo electrónico [e-mail], mucho más
rápido que el correo postal norteamericano, que es llamado despectiva-
mente por los usuarios de Internet como “correo caracol” [snail mail]. El
correo en Internet es algo como el fax. Es texto electrónico, y no tienes
que pagar por él (al menos directamente) y es a escala global. Por correo
electrónico se puede mandar software y algunos tipos de imágenes
comprimidas. Se está trabajando en nuevas formas de correo electróni-
co.
Los grupos de discusión, o “newsgroups”, son un mundo aparte.
Este mundo de debate y argumentaciones se conoce como “USENET”.
USENET es de hecho diferente a Internet. USENET es como una multi-
tud ondulante de gente chismosa y con ganas de información que se
mueve por Internet en busca de barbacoas de patio trasero. USENET no
es tanto una red física como un conjunto de convenciones. En cualquier
caso, ahora existen 2.500 grupos de discusión separados en USENET y
sus mensajes generan unos 7 millones de palabras al día. Naturalmente
se habla mucho sobre ordenadores en USENET, pero la variedad de
temas sobre los que se habla es enorme, creciendo estos continuamente.
En USENET se distribuyen varias publicaciones electrónicas gratuitas
de manera periódica.
Estos grupos y el correo electrónico están disponibles fácilmente,
incluso fuera del corazón de Internet. Se puede acceder a ellos a través
de las líneas de teléfono normales, desde otras redes como BITnet,
UUCP y Fidonet. Los últimos servicios de Internet, computación a larga
distancia y transferencia de archivos, requieren de conexión directa
usando TCP/IP.
La computación a larga distancia fue algo pensado para ARPANET
y aún se usa mucho, al menos por algunos. Los programadores pueden
mantener sus cuentas abiertas en poderosos super-ordenadores y ejecu-
tar allí sus programas o crear otros nuevos. Los científicos pueden usar
potentes ordenadores desde otros continentes. Las bibliotecas ofrecen
sus catálogos electrónicos para que se busque en ellos gratuitamente.
Enormes catálogos en CD-ROM están disponibles a través de este ser-
vicio. Y existe mucho software gratuito al mismo tiempo.
La transferencia de ficheros permite a los usuarios acceder a máqui-
nas remotas y tomar de ellas programas o textos. Muchos ordenadores
de Internet –unos dos mil o más– permiten que se acceda a ellos de
manera anónima y que la gente use sus archivos de manera gratuita.
Esto no es algo trivial, ya que libros enteros se pueden transferir en
cuestión de minutos. Hoy, en 1992, existen más de un millón de ficheros
públicos disponibles a quién los quiera utilizar (y otros millones dispo-
nibles a gente con autorización). La transferencia de ficheros por
Internet se está convirtiendo en una nueva forma de publicación, en la
que el lector copia electrónicamente el texto que desee en la cantidad
que quiera y de forma gratuita. Nuevos programas de Internet, como
“archie”, “gopher” y “WAIS” se han desarrollado para catalogar y
explorar esa cantidad de material.
Esta Internet sin cabeza, anárquica y con millones de tentáculos se
está extendiendo como el pan de molde. Cada ordenador con la poten-
cia suficiente es una espora potencial de Internet y hoy los ordenadores
se venden a menos de 2.000 dólares y están disponibles en todo el
mundo. La red ARPA, diseñada para asegurar el control de una socie-
dad desolada después de un holocausto nuclear, ha sido sobrepasada
por su hija mutante, Internet, que está a fuera de control a conciencia y
se expande exponencialmente por la aldea global de la post guerra fría.
La expansión de Internet en los ‘90 se parece a la que sufrió la informá-
tica personal en los ‘70, aunque es más rápida y más importante. Más
importante, quizás, porque da a los ordenadores personales una imagen
de algo barato, de fácil acceso y con posibilidades de almacenaje a una
escala realmente planetaria.
El futuro de Internet pasa por ser más grande y con velocidades
exponencialmente mayores. La comercialización de Internet es un tema
candente hoy día, donde se promete cualquier tipo de comercialización
salvaje de la información. El gobierno federal, agradecido por este éxito
inesperado, aún tiene mucho que decir en esto. La NREN, National
Research and Educational Network [Red Nacional de Educación e
Investigación], fue aprobada en el otoño de 1991 como un proyecto a
cinco años y con un presupuesto de dos mil millones de dólares para
que la red troncal de Internet fuera actualizada. NREN será unas 50
veces más rápida que la red más rápida de hoy día permitiendo la trans-
ferencia de la Enciclopedia Británica en un segundo. Las redes de orde-
nadores permitirán gráficos animados en 3-D, enlaces de radio y teléfo-
nos móviles a ordenadores portátiles, fax, voz y televisión de alta defi-
nición. ¡Un circo global multimedia!
O al menos así se espera –y se planea. La Internet real del futuro
debe soportar pocos parecidos con los planes de hoy. Prever las cosas
nunca ha tenido mucho que ver con el rápido desarrollo de Internet.
Después de todo, Internet se parece muy poco a aquellos sombríos pla-
nes del RAND para el post-holocausto. Esto resulta una sutil y feliz iro-
nía.
¿Cómo se accede a Internet? Bien, si no se tiene un ordenador con
módem, hay que hacerse de uno. El ordenador puede actuar como una
terminal y se puede usar una línea de teléfonos ordinaria para conec-
tarse a una máquina enganchada a Internet. Simplemente esto puede
hacer que se tenga acceso a los grupos de discusión y a una dirección de
correo electrónico propia. Merece la pena tener estos servicios –aunque
sólo con el correo y las noticias no se está del todo “en Internet”.
Si está usted en un campus, la universidad puede que tenga “acce-
so directo” a líneas TCP/IP de Internet de alta velocidad. Hágase con
una cuenta de Internet en un ordenador del campus y será capaz de uti-
lizar los servicios de computación remota y la transferencia de archivos.
Algunas ciudades como Cleveland proporcionan acceso gratuito a la
red. Las empresas tienen cada vez más posibilidades de acceso y están
deseando vender esos accesos a sus clientes. La cuota estándar es de
unos 40 dólares al mes –más o menos como el servicio de TV por cable.
Según avancen los noventas, encontrar acceso a Internet será mucho
más fácil y barato. Su facilidad de uso también mejorará del salvaje
interfase UNIX del TCP/IP a otros muchos más intuitivos y cómodos
para el usuario, eso es una buena noticia. Aprender Internet ahora, o al
menos aprender sobre Internet, es para entendidos. Cuando cambiemos
de siglo la “cultura de redes”, tal como la “cultura de los ordenadores”
antes de ésta, se introducirá forzosamente en el ámbito de su vida.
Más información sobre la lista de distribución Solar-general