[Solar-general] Anonymous, la palabra mas buscada

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Mar Jun 14 15:11:12 CEST 2011


Anonymous, la palabra más buscada

Esta organización de militantes en “defensa de la libertad de
expresión” a través de Internet sufrió algunos golpes y respondió con
furia, volteando sitios web. Ayer, los activistas “bajaron” sitios
turcos.

Por Mariano Blejman


“Fire, fire, fire”, “go, go, go”, “Just keep firing” (“fuego, vamos,
sigan disparando”), leía ayer este cronista a las 17.38 hora argentina
en uno de los canales de comunicación usados por la organización
Anonymous para coordinar los ataques cibernéticos. El blanco esta vez
era un sitio del gobierno turco, bilisimsuclari.iem.gov.tr ,y, a
través de los canales de chat, se podía observar la organización del
ataque. La dirección para atacar fue posteada a último momento cuando
todos tenían sus “cañones” prendidos. El objetivo era dar de baja el
sitio turco para captar la atención internacional luego de la
detención de 32 supuestos militantes de Anonymous en Turquía. Diez
minutos después, unos veinte activistas digitales tiraban abajo el
sitio turco. A las 19 horas también habían bajado adalet.gov.tr.

Este tipo de acciones ocurre cotidianamente en los últimos tiempos.
Son ataques eminentemente político-culturales, que suelen afectar a
gobiernos y empresas grandes involucrados en alguna acción que el
“colectivo” de Internet interpreta como un ataque a la libertad de
expresión. Algunos ataques tienen más prensa que otros. Y no en todos
los países tienen el mismo tipo de pena (de hecho, en la Argentina
este tipo de acto ni siquiera está tipificado en el Código Penal). El
concepto de denegación distribuida de servicio (ddos) consiste en que
muchas computadoras accedan al mismo tiempo a una misma dirección,
bloqueando el acceso para todo el mundo. Este “sistema” de protesta
empieza a ser conocido ahora masivamente: cada vez que un activista de
Anonymous es arrestado, o se vulnera algún derecho a la libre
información (dar de baja wikileaks.org puede ser un motivo), una masa
de militantes vuelve a la carga contra “el sistema” y da de baja algún
sitio clave involucrado en las detenciones o en las acciones de
hostigamiento. Los últimos días volvieron a poner a Anonymous en el
centro de los medios, los gobiernos, los aparatos policíacos y –claro–
los nuevos militantes por la libertad de expresión en Internet.

“Somos anónimos, somos legión, no perdonamos, no olvidamos”, son
algunas de las frases que usan los militantes de Anonymous, que han
tomado la mascarilla de la película V de Vendetta, basada en el comic
de Alan Moore, que funciona como una crítica a la sociedad de control.
Es la idea de adoptar una máscara para liberar a una sociedad de la
censura efectuada por los gobiernos y las corporaciones. Esconderse en
el anonimato para liberarse de los controles es la disyuntiva que
plantean. Anonymous tiene todos los condimentos necesarios para
conseguir seguidores jóvenes activos y mala prensa mediática: sigue la
lógica de la interconexión para coordinar acciones, usa la velocidad
como instrumento perturbador, descree de personalismos para tomar
decisiones, defiende el flujo libre de información y comunicación, es
–en estos momentos– algo así como la conciencia ética de la red. El
daño real que puedan lograr los militantes de Anonymous es mucho menor
que el simbólico: lo que queda es la idea de que la información debe
circular libremente.

El asunto es que este colectivo que apoya el “libre flujo de la
información” es un organismo espontáneo en el cual cualquiera puede
sumarse de manera bastante sencilla: sólo basta con saber dónde
apuntar los cañones digitales a través de un software libre llamado
LOIC, o de proponer uno que tenga cabida en los canales de chat.
Porque nadie seguirá un ataque a ningún sitio si el “colectivo” estima
que es un objetivo que no se lo merece. Y ya que se basa en la
participación espontánea, no es muy difícil saber cuál será la próxima
acción. De allí que la pantomima organizada por la policía española el
viernes pasado, cuando anunció la detención de tres “cabecillas” de
Anonymous que supuestamente habían participado de ataques, fue el
centro de todas las risas en Twitter.

Aunque los hacktivistas más respetados de Anonymous saben enmascarar
sus direcciones de Internet a través de redes privadas virtuales o
proxies, la mayoría de los activistas “anónimos” no son especialistas
en seguridad informática, participan voluntariamente de los ataques en
muchas ocasiones develando su información, no usan máquinas infectadas
para atacar, y suelen ser personas con algo de tiempo libre y la
sensación de que hay algo injusto, y que deberían llamar la atención.
La detención de estas tres personas, “cabecillas” de la “organización
de hackers organizada en células”, fue correspondida con un ataque al
sitio policia.es dado de baja el lunes a la madrugada, organizado bajo
el hashtag #OpPolicia. Al parecer, las cabecillas no eran tales.

Lo de la policía española con Anonymous es algo así como el encuentro
de dos mundos: los oficiales creen estar lidiando con alguna célula
perdida de la ETA o de los talibán, mientras que Anonymous encarna una
cultura de intercambio preexistente a la invención de Internet, claro,
pero que se ejerce cotidianamente en la presunción de que liberar
cualquier información es bueno para las sociedades. La de Anonymous es
apenas una idea (diría Sarmiento), y es difícil matar a las ideas. Sin
embargo, la detención de 32 personas en Turquía denota una situación
un tanto más preocupante en cuanto a la ignorancia de la gran mayoría
de los voluntarios que quieren participar: moverse sin dejar rastros
por Internet no es sencillo, y requiere de una serie de conocimientos
técnicos que Anonymous no ha desarrollado entre sus filas con especial
dedicación. Y ser detenido en España, se sabe, no tiene las mismas
implicancias que en otros países, como es el caso de Turquía, Egipto,
Túnez, Argelia o China.

El caso de Wael Ghonim, ejecutivo de Google que encendió el fósforo de
la revuelta convocando a una movilización en Egipto (y que
recientemente dejó Google), no tiene nada que ver con Anonymous, está
claro, pero sí muestra el impacto del rastreo de direcciones de
Internet en la vida cotidiana de los militantes sociales: Ghonim (que
no había usado su nombre real en Facebook) fue detenido a las pocas
horas de haber convocado a la marcha, estuvo preso una decena de días
y salió en libertad gracias a que la “revuelta” triunfó en Egipto,
convertido en héroe nacional. Pero no todas las historias terminan
así.

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Pablo Manuel Rizzo
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