[Solar-general] "Assange y Garzon se parecen mas a los heroes de los comics"

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Mie Ene 5 13:42:10 CET 2011


Algo mas o menos así (en realidad aún menos) me parece la política
"progresista" y de DDHH del kirchnerismo.


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WikiLeaks: sobre la libertad de información y la descontextualización
de la historia.

Por Enrique Ubieta Gómez

No vale la pena discurrir sobre las buenas o malas intenciones de
quienes nos acercan un trozo de verdad. Agradecer, y punto. La verdad
siempre es revolucionaria. En los últimos meses el imperialismo ha
quedado al desnudo, en miles de documentos secretos o confidenciales
que ha revelado WikiLeaks. Lo que todos sabíamos, y ellos –en una
combinación de fuerza cínica--, no negaban, satisfechos de la sospecha
que infunde miedo, pero decían: pruébalo. Aquí están las pruebas,
aunque traspapeladas en miles de folios y de palabras vacías. Algunos
cables muestran que la diplomacia imperial es una combinación de
espionaje, chantaje y burdas intromisiones en los asuntos internos de
sus “amigos” y enemigos. Otros revelan asesinatos alevosos en
Afganistán y en Iraq, y la complicidad de los políticos que se
autodenominan demócratas en Europa, con el asesinato y la tortura. Los
grandes medios hechos para desinformar sesgan sus contenidos y
enseguida empiezan a “olvidarlos”. Por eso, esos cientos de miles de
documentos deben conocerse, estudiarse, divulgarse entre nosotros, las
víctimas actuales o potenciales. Mientras, la maquinaria trasnacional
para la reconstrucción de la noticia selecciona y manipula la
información, y luego la entierra, para centrarse en la figura de
Julián Assange. Porque la pregunta que se hacen los gobiernos
implicados y sus medios no es si el ocultamiento sistemático por un
Estado de crímenes impunes es o no es en sí un crimen, sino su absurdo
opuesto: si revelar ese crimen es un crimen.
Y es aquí que quiero reflexionar sobre otra arista de un fenómeno, que
sigue una línea de comportamiento bien definida desde los años noventa
del pasado siglo: la llamada desideologización de la verdad y la
mentira, del bien y del mal. Quizás el término no sea exacto, dado que
el concepto de ideología acepta varias acepciones. Digámoslo en
términos menos confusos: la descontextualización de los hechos
históricos. La extirpación conciente de todo sentido opresor o
liberador, clasista, en el análisis. De inmediato abro un paréntesis
para introducir una afirmación que comparto plenamente: el fin no
justifica los medios. Ser revolucionario no es el compromiso con una
teoría, sino con una ética (que la teoría si es auténtica respalda), y
debe existir siempre una consecuencia entre fines y medios. Los
revolucionarios que han violado o confundido su compromiso ético, han
dejado de serlo. Por eso es que la verdad es revolucionaria: la verdad
y la justicia no pueden ser ajenas. Y no lo son, porque la verdad
social no es como la manzana de Newton: no cae irrevocablemente hacia
abajo. Todas las supuestas verdades científicas que respaldaron la
opresión humana se revelaron como falsas: desde las diferencias
raciales hasta el llamado darwinismo social. La verdad social o
procura la felicidad humana, o es mentira.
El primer y más abarcador intento postcomunista –para hablar en
términos cercanos a los teóricos de la desesperanza--, de borrar todo
análisis de contexto, fue la sustitución de conceptos como fascismo o
comunismo, por el de totalitarismo. La sustitución de las esencias,
por “ciertas” formas. Es lo que nos permitiría decir que en España y
en Chile hubo transiciones cuando en realidad, en esos países
–momentáneamente vencidos los movimientos de resistencia--, se
produjeron simples cambios de forma en la implementación del
capitalismo y de su represión interna. Tanto es así, que fueron Franco
y Pinochet quienes lo diseñaron. Pero en última instancia el sistema
puede prescindir de servidores como ellos. Precisamente, entre los
antecedentes de esta posición abstracta hallamos a un magistrado
español, ampliamente promovido por los medios: Baltasar Garzón. La
orden de detención contra Pinochet durante su paso por Londres,
moralmente irreprochable, y ampliamente aplaudida por todos los
hombres y mujeres honestos del mundo –para no referirme a la
izquierda--, era una acción incuestionable, incluso para una derecha
que deseaba deshacerse de su ominoso pasado. La inmediata promoción
mediática que tuvo el hecho, ubicó a Garzón como un Superman real, una
representación de la Justicia Humana (casi Divina), por encima de
tendencias sociales o intereses terrenales. Fijada en la mente de los
ciudadanos esa imagen, Garzón entonces continuó su deambular
“justiciero” de un lado y del otro del espectro social: contra la
guerra sí, la de los invasores y la de los invadidos, la de los
opresores y la de los oprimidos. ¿Habría podido Garzón irrumpir en el
escenario internacional como héroe si el detenido en Londres no
hubiese sido Pinochet, sino Henry Kissinger, al margen de su
manifestado deseo de hacerlo? ¿La justicia británica se hubiera
atrevido a procesarlo? Los invasores, los opresores, tienen los
recursos –la fuerza del dinero, de la prensa y de las armas--, para
eludir y enterrar las acusaciones; los invadidos y oprimidos, no.
Pero, ¿acaso la actuación individualizada de Garzón no apela a las
mismas razones que el Gobierno estadounidense para atribuirse la
ejecución de una Justicia supranacional, casi Divina, previa división
de la Humanidad en buenos y malos, según sus intereses?
Pasado el torbellino mediático de los documentos imperiales revelados
por WikiLeaks, los acusados claman con aparente sentido de equidad:
esperamos ahora que aparezcan los documentos secretos de los estados
“enemigos”, de los movimientos de oposición al Capital. En un mundo
tan brutalmente manipulado, tan orweliano, estos hechos producen
infinitas sospechas, y los medios se complacen en divulgarlas también.
Los que sospechan –y sospecho que entre estos hay también expertos
manipuladores--, suelen considerarse paranoicos adictos a las teorías
de la conspiración. Si hubiese alguna porción de verdad en lo que
dicen, queda así desacreditada. Pero no se trata de atribuir “malas”
intenciones a quienes entienden literalmente –el sistema jamás es
literal, recuérdese esto--, los principios de la libertad de
información o de la justicia sin fronteras. De alguna manera, los
“locos” siempre pueden mediatizarse o en su defecto, enjuiciarse: los
individuos son prescindibles. Tan prescindible era Pinochet como
Garzón, que no lo dude, si es que quiere de verdad hurgar en el pasado
franquista. Que Franco no era chileno, sino español. E igual de
prescindible es Julián Assange. La discusión no es si son o no
personas sembradas para servir oscuros intereses, eso qué importa, si
parten de principios abstractos. Ellos creen en lo que hacen, supongo.
Si es sincero, Julián Assange es un kamikaze de la libertad de
información, una persona que se tomó en serio un slogan publicitario
del capitalismo, que nunca fue concebido para más. Assange y Garzón se
parecen más a los héroes de los comics, que a los de las grandes
batallas sociales de la historia humana. En un mundo donde los grandes
medios existen para construir estados de opinión, y conducir como
rebaño a las masas, que Assange crea en la libertad de información
parece una locura. Ha sido apresado, por un delito fabricado, creo que
de acoso sexual. Hasta una sueca que viajó hace meses a La Habana a
entrevistarse con nuestros ilustres mercenarios, aparece como
acusadora.
La verdad que han difundido, repito, es bienvenida. Pero los dueños de
la pelota y el guante en asuntos de Internet –frase cubanísima, que
alude a los niños del barrio que no saben jugar béisbol, pero nadie
puede sacarlos del equipo porque son los que aportan los implementos
deportivos--, saben cómo revertir el contratiempo, y convertir ese
hueco negro de la “libertad de información”, en instrumento
manipulador de la verdad. Si los dejamos, claro. Si nos permitimos
olvidar los documentos divulgados. Assange y sus seguidores quizás
comprendan esta vez que el único proyecto social que necesita la
verdad es el socialismo. Que la verdad no es neutra. Y la justicia
tampoco.

http://la-isla-desconocida.blogspot.com/2011/01/wikileaks-sobre-la-libertad-de.html


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Pablo Manuel Rizzo
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