[Solar-general] Ayer se murió un gran hijo de p. (con perdón de las p.)
Ariel Alegre
ariel.alegre en fibertel.com.ar
Mar Nov 9 19:10:12 CET 2010
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JoaquÃn Morales Solá | Ver perfil
Perspectiva
Ambición sin medida
JoaquÃn Morales Solá
LA NACION
Martes 9 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa
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Emilio Massera creyó, en su época de esplendor en el poder, que la
construcción polÃtica podÃa incluir hasta el crimen. Confundió las malas
artes de una represión polÃtica, ya ilegÃtima, con los intereses privados o
con la conveniencia polÃtica personal. Al final de su carrera en el poder,
hasta se convenció de que volverÃa a la cima polÃtica elevado por los votos
de la sociedad. ¿Cómo sucederÃa eso? Sencillo para él: conseguirÃa que el
peronismo (o una parte de ese partido) lo apoyara y que la viuda de Perón le
trasladara su todavÃa poderoso liderazgo en los primeros años 80.
Tuvo una relación rara con MarÃa Estela MartÃnez de Perón. Nadie conspiró
tanto como él para tumbarla de la Presidencia y nadie, tampoco, la cortejó
tanto luego para que ella le dejara la conducción del peronismo. La viuda de
Perón hoy no es nadie en la polÃtica argentina, pero fue mucho hasta la
aparición de la renovación peronista, en 1987. Fue mucho más todavÃa cuando
se advirtieron, entre 1980 y 1981, los primeros sÃntomas del final de la
dictadura. El peronismo, que se creÃa predestinado a ganar todas las
elecciones, revoloteaba en torno de ella como si fuera una reina en el
exilio. También algunos militares, incluido Massera.
La ambición presidencial de Massera era una utopÃa sin medidas, sobre todo
si debÃa pasar por elecciones, pero ese proyecto define también, de algún
modo, la dimensión de su audacia. La única gran victoria de la vida de
Massera fue la de haberse convertido en una figura determinante de la
dictadura desde la conducción de la Armada, que nunca tuvo la importancia ni
la influencia del Ejército. Contribuyó a pergeñar el plan de represión de
los grupos insurgentes de los años 70, que incluyó la desaparición, la
tortura y el asesinato de personas. De su imaginación surgió la idea,
también, de convertir la Escuela de Mecánica de la Armada (la conocida ESMA)
en un centro clandestino de detención y, al mismo tiempo, de reclutamiento
de guerrilleros arrepentidos.
Con esos nuevos aliados, intentó tender un puente con la conducción en el
exilio de Montoneros, quizás para trabar acuerdos electorales. Nunca se supo
fehacientemente si fue cierto que se reunió en ParÃs con Mario Firmenich, el
entonces todopoderoso lÃder del grupo subversivo filoperonista. Lo cierto es
que en el camino perdió la vida, asesinada, la diplomática Elena Holmberg,
que habrÃa comprobado ese encuentro e informado al gobierno militar. Se
necesitaba una audacia sin lÃmites, o una sensación infinita de impunidad,
para llegar a tanto en los años más oscuros de la última dictadura.
Por cuestiones más prosaicas terminó vinculado a la muerte del empresario
Fernando Branca, que no tenÃa ninguna filiación guerrillera, pero sà una
fortuna. En medio de su disputa polÃtica con el Ejército, se le atribuyó
también el asesinato del embajador en Venezuela Héctor Hidalgo Solá, un
radical que hacÃa esfuerzos por moderar el régimen y buscar una salida
democrática. Todo eso indica que el crimen era para Massera una herramienta
polÃtica más amplia que la ya repudiable represión ilegal de los grupos que
se habÃan levantado en armas contra el Estado, aún en tiempos de un gobierno
democrático.
Massera fue un caudillo militar de la Armada como no hubo otro, salvo Isaac
Rojas en la época del derrocamiento de Perón, en 1955. Una amplia generación
de oficiales marineros no habÃan tenido tanto poder nunca como el que les
dio Massera. Hasta se dio el lujo de quebrar polÃticamente al elefantiásico
Ejército de aquellos tiempos. Se llevó con él a generales tan importantes
como el entonces comandante del I Cuerpo de Ejército, Guillermo Suárez
Mason, y el comandante del III Cuerpo, Luciano BenjamÃn Menéndez, que
lideraban el ala más dura de los militares.
Audacia y ambición
La literatura polÃtica de la época pone especial énfasis sobre "duros" y
"blandos" entre los uniformados. Supuestamente, los "señores de la guerra",
Massera y Suárez Mason, comandaban la vertiente más dura, mientras que Jorge
Rafael Videla y Roberto Viola mandaban sobre la franja más moderada. Si fue
asÃ, la historia no exculpa a los "blandos": ningún exceso fue evitado por
nadie y ninguno pudo frenar la dinámica del régimen; además, tanto Videla
como Viola se fueron del poder por otras razones, no por sus disputas con
los "duros". Lo único que distinguÃa a Massera del resto era la audacia y el
tamaño de su ambición, que rebasaba el perÃodo militar e intentó
incrustarse, sin suerte, en la posterior vida democrática.
Massera formó parte de la historia de la empresa Papel Prensa, porque nunca
quiso que el Estado autorizara la compra de esa empresa a la familia Graiver
por parte de los diarios LA NACION, ClarÃn y La Razón . Consideraba que el
gobierno militar debÃa hacerse cargo de esa empresa productora de papel para
diarios, porque de esa manera intervendrÃa en la distribución del principal
insumo de los medios gráficos. Era la forma ideal de controlar lo que
quedaba, muy condicionado por cierto, del periodismo independiente en el
paÃs.
Según él, a la dictadura le bastaba con sustraerle la papelera a la
perseguida familia Graiver, como habÃa hecho como muchos otros bienes de los
herederos de David Graiver. Dos figuras periodÃsticas de esa época,
extrañamente acusadas ahora por el gobierno kirchnerista, debieron vivir un
largo perÃodo bajo amenaza de muerte. La guillotina de la brutal amenaza,
que en esos tiempos podÃa terminar abruptamente con la vida de cualquiera,
cayó sobre las máximas autoridades de LA NACION y de ClarÃn . Los militares
tampoco aceptaban que una operación privada los tuviera como meros
espectadores.
Massera perteneció a una época en que la vida no valÃa nada. Fue la
expresión despiadada de una respuesta ya demencial a un desafÃo al Estado
por parte de grupos armados, que también cultivaron el crimen como una forma
de construcción polÃtica. Las prácticas asesinas de unos y otros no son
equiparables por muchas razones. Pero vale la pena tener en cuenta ambas
tragedias, la de la subversión y la de la represión, para apreciar el amplio
significado -no sólo el electoral- del sistema democrático recuperado hace
casi 27 años.
------------ próxima parte ------------
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