[Solar-general] [OT] Acerca de la sensación de seguridad

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Dom Jul 5 21:29:04 CEST 2009


Mucho de esto es aplicable no solo a la seguridad en la salud, sino también
a la seguridad en relación a la delincuencia común.


Por otra parte, alguien tiene información sobre la denuncia que habría hecho
Jane Bürgermeister contra el integrantes del gobierno yanqui y agencias como
el fbi por bioterrorismo? Yo solo encontré (y me llegó un par de veces por
email) un texto bastante largo e inconsistente que habla de muchas pruebas
pero no menciona ninguna. La tal Jane Bürgermeister parece ser una
periodista con trayectoria sería, me da la impresión de que debería haber
publicado esto en algún lugar pero solo aparece publicado en blogs en
español. Alguien conoce alguna fuente fiable sobre lo que realmente hizo
esta señora?


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UNA PSICOLOGA EXPERTA EN SALUD PUBLICA ANALIZA LOS COMPORTAMIENTOS ANTE LA
EPIDEMIA “Hay alarma porque aparece un peligro que no está naturalizado†Alicia
Stolkiner, titular de la cátedra de Salud Pública de la UBA, analiza los
mitos, prejuicios y fantasías que genera una epidemia. La alteración de lo
cotidiano, la conciencia de la muerte, las salidas individualistas. Por
Mariana Carbajal

 La llegada del virus de la gripe A no sólo modificó rutinas. También, y
fundamentalmente, cambió la percepción en torno de quiénes pueden morir de
una enfermedad infectocontagiosa: ya no son “los otros†los únicos en
riesgo. Ahora se instaló la idea de que cualquiera puede ser una víctima
fatal. Esta es una de las reflexiones que comparte en una entrevista con
Página/12 Alicia Stolkiner, titular de la Cátedra de Salud Pública de la
Facultad de Psicología de la UBA y profesora de posgrado en el Departamento
de Salud Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús, al analizar el
impacto social que puede acarrear la presencia del virus H1N1. Para la
especialista, quedó en evidencia el peligro del “presentismo patológicoâ€, un
fenómeno –señala– instalado en la sociedad desde hace varios años, por el
cual personas con síntomas de alguna enfermedad apelan a medicamentos
paliativos, ampliamente promocionados en la televisión, para evitar faltar a
sus trabajos por temor a perder un plus salarial o poner en riesgo el puesto
en un contexto de precarización laboral. Stolkiner analizó, además, los
prejuicios que se agudizaron con la nueva influenza, advirtió sobre la falta
de mensajes que promuevan el fortalecimiento del sistema inmunitario –como
dormir bien y evitar las dietas hipocalóricas– y criticó a algunos medios de
comunicación por ser sensacionalistas e insistir “en la salida individualâ€
para evitar el contagio. “Muchos medios tienden más a la generalización de
la alarma que a la producción de una práctica solidaria entre la gente de
cuidado mutuo y autocuidadoâ€, consideró. “Una situación de epidemia como
ésta sólo se enfrenta con una responsabilidad social y colectivaâ€, concluyó
Stolkiner.

*–¿Cómo analiza el nuevo escenario social generado por la presencia del
virus de la gripe A?*

–Se comienza a producir una alteración de la vida cotidiana y, por ende, un
movimiento que conlleva cambios en las representaciones y las prácticas de
las personas. No es poca cosa cuando ese movimiento toca aspectos tan
nodales como la enfermedad y la muerte. Toda sociedad naturaliza algunas
cosas y considera extraordinarias otras. La alarma surge cuando un
acontecimiento altera ese marco de comprensión. Pongo un ejemplo: tenemos
una alta mortalidad por accidente de tránsito, pero no por ello las personas
–que están en condición de hacerlo– dejan de viajar durante un fin de semana
largo. De alguna manera hemos naturalizado ese riesgo en las vidas y podemos
negarlo con mayor facilidad. Se incorpora en la negación de la muerte, en
una cultura que parece tener cada vez menos espacio para ella. Tampoco
producen tal alarma las muertes que, claramente, tocan sectores excluidos y
por ende no se piensan como posibles para un “nosotros†que se define a sí
mismo (con razón o no) como fuera de riesgo. Ahora hay un escenario general
de alarma en donde muchas personas ven aparecer un peligro que no está
dentro de los naturalizados o previstos. Nos hemos acostumbrado a considerar
poco peligrosas las enfermedades infectocontagiosas, en la era de los
antibióticos. Hace tres años tuve neumonía y no pensé que mi vida estaba en
riesgo por ello. Ahora lo viviría de una manera distinta.

*–¿Qué se está perdiendo de vista al analizar el alcance del virus H1N1?*

–Hay dos aspectos que están siendo poco considerados: uno son las
condiciones sociales generales en las cuales se produce una enfermedad y el
otro son las prácticas preventivas ligadas al fortalecimiento de la
condición de salud de las personas y no sólo la evitación del contagio. En
las condiciones sociales se encuadra desde el carácter urbano de nuestra
población y lo que esto conlleva, pasando por prácticas de trabajo hasta
prácticas instaladas con respecto al cuidado (o no) cuando hay una situación
de enfermedad. Vivimos en grandes conglomerados urbanos que concentran gran
densidad de población en pequeños espacios. Eso implica la presencia
constante de infinidad de contactos en la vida diaria, difíciles de evitar.
Con respecto a las prácticas, hay una que quisiera señalar, que en la década
del ’90 se llamó “presentismo patológicoâ€, refiere a aquellas situaciones en
que una persona asiste a trabajar cuando no debiera hacerlo porque produce
un riesgo para su salud y la de otros. Este fenómeno se agudizó mucho debido
a la precarización de las condiciones de empleo, la presión para evitar el
ausentismo laboral y las formas de trabajo que generan ingresos solamente si
el trabajador las ejecuta, como el caso de los autónomos. La precarización
de las condiciones de empleo y de los derechos del trabajo son un factor de
aumento del riesgo de epidemias. Como complemento de esa práctica se exalta
como un valor la superación del síntoma para seguir en actividad. Las
propagandas nos muestran una serie de medicamentos que son paliativos de
síntomas gripales (no curativos) recomendados para seguir en pie y ser
productivo, aunque se esté enfermo. Lo “productivo†se extiende a las
actividades sociales y a la recreación. Recuerdo una que muestra a un hombre
joven que se levanta a la mañana con un fuerte malestar, se toma uno de esos
antigripales y se mejora, en la escena siguiente se lo ve en el cumpleaños
de su hijo, rodeado de niños. A la luz de lo que está pasando ahora, se
transparenta lo disparatado de la propuesta: amortizar los síntomas para ser
un foco de riesgo en un cumpleaños infantil y todo aparece como un valor. Es
probable que algunos de estos jóvenes que están con cuadros graves hayan
tardado en detener la actividad y hayan tratado de paliar los síntomas
agravando en mucho la situación. Hay que recuperar viejos hábitos acerca de
cómo se curaban estos procesos antes, entre ellos algo tan obvio como que la
curación de una enfermedad requiere reposo.

*–¿Cómo juega la industria farmacéutica?*

–La industria farmacéutica ha favorecido –dado que toda empresa necesita
colocar su producto– la fantasía de que la enfermedad se cura básicamente
con un medicamento, esto no es así. Las enfermedades y los mecanismos de
curación son procesos sumamente complejos y se requiere de una multiplicidad
de cuidados para ello. Es una fantasía de nuestra época la de la píldora
mágica que soluciona todo. Con esta gripe vamos a tener que revalorizar los
cuidados en el sentido más amplio, no se trata de tomar una pastillita y
seguir como si nada. Se trata de favorecer y potenciar los factores
protectores y de lucha contra la enfermedad que el cuerpo y la persona
tienen.

*–¿Qué prejuicios se pueden agudizar?*

–Hay una alarma desmedida. Habría que tener la capacidad de tomar las
medidas necesarias sin que surja una cantidad de prejuicios, mitos y
fantasías que las enfermedades arrastran. Un gran mito es que las
enfermedades vienen de afuera, es una asociación por deslizamiento entre
extraño, desconocido y peligro. Eso puede llevar tanto a subestimar el
cuidado que hay que tener en algún caso, cuanto a discriminar o rechazar los
desconocidos o distintos. Una alumna comentó que, aunque se sentía mal, su
jefe le pidió que fuera a trabajar, simultáneamente le aconsejó que
desinfectara los lugares que tocaban los clientes, como si el contagio sólo
pudiera venir de ellos, que eran “de afueraâ€. Es un clásico del imaginario.
Toda epidemia puede hacer aparecer rechazos al otro, toda epidemia
vehiculiza posiciones ideológicas y promueve instrumentaciones políticas.

*–¿Los mensajes son claros desde las autoridades sanitarias?*

–Se está apuntando a prevenir el contagio mediante el contacto. Pero no se
está señalando lo suficiente cómo prevenir la enfermedad a partir del
fortalecimiento de los recursos que cada uno tiene. Los jóvenes son los más
afectados. ¿Será así porque llevan una vida más estresada? El grupo de 16 a
45 es el más afectado y, simultáneamente, son los que más exigidos están.
Con excepción de los que están fuera de toda oportunidad, lo cual también es
un riesgo. Los jóvenes de clase media y clase media baja tienen horarios de
estudio y de trabajo extenuantes, además se quieren divertir. Eso lleva a
que se agoten y, eventualmente, se subalimenten o descansen mucho menos de
lo necesario. El sistema inmunitario responde a las condiciones de vida, al
descanso, al estrés. Debiéramos ser muy cuidadosos para tener nuestro
aparato inmunitario protegido, para tratar de no enfermarnos y, en caso de
enfermarnos, estar lo mejor preparados para ello. Me pregunto, por ejemplo,
si no debieran suspenderse esas dietas estéticas hipocalóricas a las que se
someten algunas jóvenes, dietas de 500 calorías diarias. Y a su vez es el
momento, más que nunca, de garantizar que los sectores más vulnerables
reciban el máximo de soporte nutricional y ambiental. No se trata sólo de
proveer medicamentos, se trata también de garantizar alimentación y abrigo.
Un aspecto que queda claro es que debería haber un sistema de salud
integrado, que permita dar respuesta articulada, de conjunto, y no tan
fragmentado y segmentado. Esta condición del sistema dificulta la respuesta.

*–¿Cómo analiza el rol de los medios de comunicación?*

–No me parece que estén cumpliendo cabalmente la función que debieran tener.
Muchos tienen un reflejo espontáneo a la construcción alarmista de la
noticia más que a la información. Pocos promueven una práctica solidaria
entre la gente, una práctica de cuidado mutuo como eje del cuidado propio.
Se insiste en la salida individual como estrategia. El más claro ejemplo es
la recomendación del uso de barbijos. No sirven para no contagiarse, sirven
para no contagiar al otro si uno está enfermo. Una situación de epidemia
como esta sólo se puede enfrentar cabalmente con una responsabilidad social
y colectiva. He visto muchas recomendaciones de lo que uno debe hacer para
no contagiarse de otros y muy pocas de lo que debe hacer para no exponer a
otros. En las situaciones de emergencia se puede potenciar lo peor de una
sociedad o se puede reforzar los lazos sociales. Deberíamos insistir más en
lo que podemos hacer conjuntamente, aunque la prevención nos desaconseje
tocarnos o besarnos.

*–¿Qué actitudes se pueden reforzar a partir de este escenario de miedo
generalizado?*

–La sociedad actual tiende a negar la muerte. Cualquier alteración que la
ponga en el escenario produce mucha perturbación, conmociona. Salvo aquellas
muertes que se rutinizaron. Fue necesaria la magnitud de un accidente como
el que sufrió el micro que trasladaba a los alumnos del colegio Ecos, de
Palermo, al chocar de frente con un camión conducido por un chofer borracho,
para darnos cuenta del peligro del conductor alcoholizado. Y aun así, hay
gente que protesta cuando le hacen el control de alcoholemia. De todos
modos, siempre la negación se refuerza en la idea de que la enfermedad le
sucede a otro por su particularidad o su diferencia. Esto puede favorecer
conductas irracionalmente segregativas, como la de quienes apedrearon el
ómnibus que venía de Chile con algún supuesto pasajero enfermo.

Este tipo de pandemia debiera romper con esta lógica. No se ha vivido una
situación social como ésta desde las epidemias de polio de mediados del
siglo XX. Incluso, la epidemia de VIH-sida se instaló con la idea de que le
pasaba a otro. Esta idea de que le va a pasar a otro ya no es sostenible. La
única manera de enfrentar este problema es reconociendo la amplitud y
heterogeneidad del “nosotrosâ€.
 Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/sociedad/3-127770.html


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Pablo Manuel Rizzo
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