[Solar-general] Jimbo Wales y la funcion del maestro

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Mie Dic 31 17:47:22 CET 2008


Jimbo Wales y la función del maestro

La red de redes, como se denomina a Internet, es un espacio complejo,
donde lo privado y lo público corren el peligro de confundirse. Pero
un riesgo mayor puede ser el pensar que puede cumplir funciones que
siguen siendo insustituibles, como la de enseñar.

Por Luciano Sanguinetti *

Volvía en el auto por la ruta cinco desde Santa Rosa, La Pampa, del
Tercer Encuentro Nacional de Televisión Pública pensando en esta nota.
Habíamos pasado dos días debatiendo con los colegas de las televisoras
municipales, provinciales y universitarias, y la Renau (Red Nacional
Audiovisual Universitaria), la idea de constituir el primer Consejo
Federal de Televisión Pública, cuando me acordé de la visita que días
atrás había hecho a la Argentina, Jimbo Wales, el creador de
Wikipedia, la enciclopedia virtual, que hoy cuenta con 10 millones de
artículos, en 250 lenguas, y que se ha constituido a partir de la
tecnología wiki en el instrumento de información más apasionante de
los últimos años en la breve historia de la red. Desarrollada a partir
de la colaboración anónima y espontánea de miles de editores,
Wikipedia es hoy el compendio de información que mejor refleja la
última etapa de la red, la llamada web 2.0, caracterizada por la
producción descentralizada de contenidos, la interacción entre los
usuarios y la producción colectiva de conocimientos. Durante la
presentación, la primera en Argentina, coordinada por Patricio
Lorente, responsable del capítulo argentino de Wikipedia, Wales
promocionó uno de los espacios (el del español) con más consultas de
la enciclopedia, en una conferencia de prensa a la que asistió gran
parte de los grandes medios nacionales. En esa circunstancia, un
periodista le preguntó a ese norteamericano impasible si conocía la
obra de Jorge Luis Borges, quizás el primero en imaginar, allá por los
años '40, el universo como una biblioteca, en su ya célebre relato "La
biblioteca de Babel". Wales dijo que no, y preguntó: ¿Debería
conocerlo?

Pocos días antes de mi viaje, había tenido otro de esos momentos
reflexivos con mi hija. Ese día ella preparaba un examen sobre
historia argentina reciente, en particular la famosa década de los
setenta. Ya había visto en el historial de la computadora algunos
links sobre la lucha armada, el último gobierno de Perón y hasta del
Seprin, portal informativo de la mano de obra desocupada. Enseguida me
interesó el tema y le comenté que yo conocía algunos de aquellos
viejos militantes y que de algún modo aquella época había sido una
particularmente convulsionada. Le hablé de la proscripción del
peronismo desde el '55, de la Masacre de José León Suárez, de
Operación Masacre, y de cómo al calor de aquellos años se había ido
gestando la idea de la violencia política como método de resolución de
los conflictos, de las dictaduras militares, de la falta de
democracia, de la búsqueda de una sociedad más justa de miles y miles
de jóvenes y no tan jóvenes. En un instante de la charla fuimos a la
biblioteca, y encontramos el libro de María Seoane, Todo o Nada, la
biografía de Santucho, el líder del ERP. En un momento dado, ella se
ofuscó y me preguntó: ¿Por qué en la escuela no nos enseñan esto? Yo
la miré, al principio sin entender, y le dije, ¿cómo que no te lo
enseñan? Me respondió: sí, no lo enseñan. La conversación terminó ahí.
Y me olvidé.

Mientras manejaba, saliendo entonces de Trenque Lauquen después de un
pequeño desperfecto en el auto que me dejó unas horas varado en la
ruta, pensé: ¿qué relación hay entre aquella escena de Jimbo Wales y
la paradójica observación de mi hija? En principio pensaba que a pesar
de la existencia de la red, de la infinita biblioteca que había
imaginado Borges, de los miles de libros que circulan por el mundo, lo
que mi hija me estaba reclamando es que alguien se hiciera cargo de
ordenar esa inconmensurable red de información. Me estaba señalando la
importancia que tienen todavía, y seguramente siempre, los maestros;
es decir, estaba reconociendo el valor de aquella función del que
enseña, y que debe transmitirles a los jóvenes y no tanto, una
explicación de contexto, dar cuenta de los procesos, guiar a los
alumnos en la lectura, acercarles fuentes y datos. En fin, lo que mi
hija me estaba indicando era de algún modo la respuesta a un debate
fundamental en estos últimos años, y es cómo pasamos de la Sociedad de
la Información a la Sociedad del Conocimiento. Y eso mismo había sido
lo que nos dejó algo frustrados cuando escuchamos la respuesta de
Jimbo. El mismo creador de la enciclopedia más alucinante del mundo,
quizás sin saber (de hecho deberíamos decir sin saber lisa y
llanamente), estaba haciendo realidad el sueño de Borges. Pero
necesitó que alguien le dijera: sí, Jimbo, deberías leerlo.

Por la noche, ya agotado, llegué a mi casa. Nadie me esperaba tan
tarde, así que entré tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando
me asomé por la habitación de mi hija, observé que estaba vacía; ahí
me di cuenta de que era sábado y ella se había ido a bailar, pero de
refilón, cuando cerraba la puerta, reconocí en la mesita de luz el
libro de María Seoane: Todo o Nada.

* Docente e investigador. Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.
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Pablo Manuel Rizzo
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