<h5>Luis Albornoz, investigador de las redes sociales en informática</h5><br><div id="cuerpo">
<p class="margen0"><strong></strong></p><p><strong>–¿Por qué Poder,
Medios, Cultura propone un análisis crítico de los sistemas
mediático-culturales desde la economía política de la comunicación?</strong></p>
<p>–Partimos de una descripción de la vigencia de los estudios sobre
economía política, y luego abordamos un debate conceptual muy importante
en este terreno, que tiene que ver con el abandono paulatino del
concepto de industrias culturales, heredero directo de la Escuela de
Frankfurt, que ha sido clave dentro de la construcción del pensamiento
crítico de cultura y comunicación.</p>
<strong><p>–¿Por qué se dio ese abandono?</p></strong>
<p>–El concepto de industrias culturales –y la reflexión crítica
alrededor de este término– cayó en desuso y fue reemplazado por el de
industrias creativas, el concepto fashion actual. Esta etiqueta responde
a los intereses de las empresas de software, informática y grandes
conglomerados-multimedios, entre otros. Y es una lanza en el
reforzamiento del copyright. Me refiero al aspecto crematístico de los
derechos de autor, es decir, aquellos que generan recursos económicos en
la circulación de las obras culturales de comunicación.</p>
<strong><p>–En este escenario que usted describe, ¿cuál es la importancia de dar el debate?</p></strong>
<p>–Se ha cambiado de una manera totalmente acrítica la etiqueta de
industrias culturales por la de industrias creativas. Y en ese reemplazo
se deja de lado gran parte del pensamiento crítico construido en torno
de este terreno cultural, se fomentan alianzas entre grandes y chicos y
se incluyen otros sectores –como el diseño y el software– que pasan a
beneficiarse del apoyo público que se les ha venido prestando a las
industrias culturales. En la Ciudad de Buenos Aires lo vimos. Con el
cambio de gobierno, se reemplazó el Observatorio de Industrias
Culturales, que en su momento dirigía Octavio Getino, por el de
Industrias Creativas.</p>
<strong><p>–¿Qué consecuencias está generando ese cambio?</p></strong>
<p>–El concepto de industrias creativas es una suerte de cajón de
sastre donde entran distintos elementos, y no se sabe por qué están bajo
ese paraguas. Los conceptos no son neutrales, tienen una carga y una
consecuencia económico-política. En un momento en que acríticamente se
habla de ciudades creativas, industrias creativas y economía creativa
como un nuevo paradigma, nos parecía muy importante plantear este
debate. Aquí los autores tienen una posición crítica en relación con
este reemplazo de etiquetas. Y, a su vez, los impulsores del término
industrias creativas no lograron una definición clara y consensuada
alrededor de lo que se entiende por este concepto.</p>
<strong><p>–¿Cree que hay una intencionalidad en esa falta de consenso,
direccionado a que “todo entre en ese mote”, o se debe a que es un
término de corta vida aún?</p></strong>
<p>–Los británicos críticos sostienen que este cambio de etiquetas
responde a una operación de marketing, lavado de cara y liderazgo por
parte del gobierno laborista de Tony Blair, hace diez años, para colocar
al Reino Unido nuevamente al frente de la economía de las industrias
creativas. En este término entran muchas actividades, pero la voz
cantante la llevan el software y los servicios informáticos y, en
segundo lugar, el diseño. La pregunta es si estos sectores van a
beneficiarse del apoyo público que históricamente tuvieron las
industrias culturales. Allí hay una cuestión clave para resolver en
cuanto a si se dará el mismo tratamiento a las empresas productoras de
software que a las empresas independientes de teatro o de audiovisual.</p>
<strong><p>–Se suele acusar a la economía política de la comunicación
de poner el acento en la producción y la circulación de contenidos
culturales e informativos. ¿La sección “Consumo cultural desde una
perspectiva crítica” de este libro pretende responder a ello?</p></strong>
<p>–Sí. Es importante analizar las nuevas prácticas culturales desde
una perspectiva crítica. Allí, Armand Mattelart pone el acento en la
demanda social y hace un recorrido muy interesante, analizando las
diferencias entre estudios culturales y economía política de la
comunicación, los llama “dos hermanos enemigos”, en el sentido de que
pese a que hubo una raíz común, luego cada uno tuvo derivaciones muy
distintas. Y hace una crítica a cierto enfoque desvirtuado de las
industrias culturales. La idea fue ver de qué manera la economía
política debería focalizar en el último eslabón y estudiar el consumo
cultural.</p>
<strong><p>–En el marco de los desafíos para pensar la comunicación y
la cultura, usted escribe un artículo sobre redes y servicios
culturales. ¿Cómo ve el debate actual en ese ámbito?</p></strong>
<p>–Lo veo muy verde. Es muy importante el desarrollo de las redes
digitales y de los servicios y contenidos de todo tipo, ligados a ellas.
Pero hay algunos puntos que están haciendo ruido.</p>
<strong><p>–¿Cómo cuáles?</p></strong>
<p>–Algunos son el desarrollo desigual de las redes, la
comercialización de datos personales, la intromisión en la vida
personal, el software libre y la necesidad de incluir el desarrollo de
esas redes. Por ejemplo, incluir el acceso a Internet en el paraguas de
los servicios universales.</p>
<strong><p>–¿Por qué habla de una agenda político-tecnológica al referirse a estas cuestiones?</p></strong>
<p>–Subrayo el aspecto político porque toda tecnología, toda innovación
y todo desarrollo de infraestructuras tecnológicas deben discutirse y
definirse desde el punto de vista político. Y luego creo que es una
posible agenda en el sentido de que, como investigadores, necesitamos
reflexionar sobre esos puntos que son un tanto oscuros y claves para
nuestras sociedades, y sobre los cuales hay poca reflexión.</p>
<strong><p>–¿Qué relación establece este nuevo contexto de digitalización de la cultura con la sociedad y el mercado?</p></strong>
<p>–Este nuevo escenario digital está lleno de tensiones entre los
deberes de un Estado democrático, los intereses económicos del sector
corporativo y los nuevos usos sociales, queridos y no queridos. Es
decir, festejamos que crezca el consumo de sms o el crecimiento de la
telefonía celular en términos económicos y ponemos en duda, por ejemplo,
la utilización en redes peer to peer. Quiero decir: el nuevo escenario
digital, evidentemente, está en construcción desde el punto de vista
tecnológico, pero lo está mucho más desde el punto de vista económico.</p>
<strong><p>–¿Qué peso tiene el aspecto económico en su desarrollo?</p></strong>
<p>–Son nuevos modelos de negocios, nuevos servicios, nuevos agentes
que entran y salen del mercado digital. Hay una variación o, en otros
términos, nuevos equilibrios que toman el mercado de la música entre
ventas online o ventas físicas. Y también lo es desde el punto de vista
social, porque se trata de nuevos usos. La pregunta es: ¿qué está
haciendo la gente con esos servicios? ¿Cómo está produciendo también
contenidos y poniéndolos en circulación? Es un escenario muy complejo,
donde se ven intereses en pugna, evidentemente, un espacio de
confrontación de lógica, porque la mente entra en un espacio de
gratuidad versus pago.</p>
<strong><p>–¿Qué forma tomó esta pugna a partir de las décadas del ’80 y
del ’90 en un contexto de desregulación, e incluso re-regulación,
favorable a la concentración de la propiedad?</p></strong>
<p>–Voy a dar otro rodeo para tratar de responder la pregunta. Hay algo
de lo que usted señala que es central. Este nuevo escenario digital
debe ser analizado en relación con procesos que lo anteceden.</p>
<strong><p>–¿Qué le aportaría esa mirada?</p></strong>
<p>–Este nuevo escenario digital es, en gran parte, deudor de esas
políticas de desregulación o re-regulación, que tuvieron lugar con los
gobiernos neoliberales de las décadas de 1980 y 1990. Particularmente,
en América latina, este aspecto se manifiesta de una manera muy clara,
hasta grosera. No podemos analizar el escenario actual sin tener en
cuenta los procesos de re-regulación, desregulación y concentración a
nivel internacional y a escala nacional frente a un mercado de
proveedores de acceso a Internet como el actual, concentrado,
oligopólico, y donde la única lógica que impera es de índole comercial.</p>
<strong><p>–¿Cuáles son las consecuencias de un escenario digital tan concentrado?</p></strong>
<p>–Lo que vemos es que el desarrollo de estas infraestructuras y
servicios inscriptos en una lógica económico-comercial está dando como
resultado una nueva fractura social que se va a sumar a las ya
existentes. Por lo tanto, la democratización de ese escenario, tanto a
nivel infraestructura, de servicios o de usos, no va venir de la mano
del mercado. El nuevo escenario digital ha venido con promesas que se
revelaron más marketing promocional que realidades efectivas.</p>
<strong><p>–¿A qué casos se refiere?</p></strong>
<p>–Por ejemplo, a la cuestión de la desintermediación. La promesa de
que los productores, a partir de las redes digitales, iban a poder
relacionarse directamente con sus consumidores. En realidad, los
análisis que estamos haciendo nos muestran la existencia de nuevos tipos
de intermediarios, en todo tipo de servicios y simulación de
contenidos. Creo que es necesario pensar de qué manera democratizamos
ese escenario digital.</p>
<strong><p>–¿Cómo ve que se da tal fractura social?</p></strong>
<p>–Si analizamos el desarrollo de la infraestructura, vemos que las
empresas fueron a aquellos lugares, provincias, ciudades y localidades
donde tenían mercado, con lo cual hay sectores de la población que
quedan desconectados de este escenario digital. Me refiero a fracturas
al interior de los países. En el caso de España esto también se da,
aunque en una medida menor a la de algunos países de América latina
debido al contexto de la Unión Europea, es decir, al hecho de que
estamos ante la presencia de sociedades desde todo punto de vista más
cohesionadas. Pero, por ejemplo, a los operadores y proveedores de
Internet no les interesa ir a algunas ciudades perdidas de Galicia o
Asturias, que tienen áreas semi–rurales importantes. Más aún: cuando los
municipios prestaron gratuitamente el servicio de Internet, fueron
denunciados por los operadores privados ante la Comisión de Mercados de
Telecomunicaciones de España por competencia desleal. Ese es un ejemplo
de esa fractura. Volvemos a la vieja cuestión: quiénes tienen acceso y
quiénes no.</p>
<strong><p>–¿Es suficiente tener acceso?</p></strong>
<p>–En realidad, el tener acceso a la red de redes no garantiza nada,
porque es condición sine qua non que llegue el caño para estar
conectado, pero luego habrá que trabajar para que los ciudadanos puedan
usufructuar lo servicios y sus contenidos, y producir –a su vez–
contenidos y servicios. Esto nos lleva a otra cuestión. Una política no
se resume al desarrollo de la infraestructura, como pudo haber sido el
desarrollo de la infraestructura de telefonía básica. Aquí también hay
que hacer un esfuerzo muy importante en el terreno de la alfabetización
digital y la inclusión de aquellos sectores menos protegidos de la
sociedad.</p>
<strong><p>–En términos de acceso, usted diferencia entre países que
impulsan una universalización en el acceso al servicio y otros que no.
¿Qué factores juegan en esa diferencia geográfica y geopolítica?</p></strong>
<p>–En este caso tendríamos que entrar en la casuística. Hay Estados
que tienen una mayor presencia y pueden subordinar los intereses
privados al interés general. De todas maneras, son todavía pocos y
tímidos los intentos de incluir, por ejemplo, el acceso a Internet
dentro del servicio universal. Y son pocos los países de Occidente que
se han planteado una lógica de servicio público al interior de las redes
digitales, ligando medios de comunicación tradicionales, como la radio y
la televisión, a Internet. Volvemos a los clásicos analógicos.</p>
<strong><p>–¿Por qué, qué relación encuentra entre este escenario digital y los medios analógicos?</p></strong>
<p>–Para investigar una política de una empresa pública tradicional con
una presencia interesante en las nuevas redes digitales, seguramente
habrá que mirar nuevamente a la BBC. En el caso de América latina,
evidentemente, la situación es bastante diferente. Para dar respuesta a
tu pregunta tendríamos que remitirnos a los pliegos de privatización de
ENTel. Si bien estoy viviendo en España y, por eso, no conozco el tema
profundamente, una iniciativa como el programa “Argentina Conectada”
implicaría conectar las redes de Internet a todo el país y de manos del
Estado, empleando fondos que pagan las empresas de telecomunicaciones.
Más allá de este caso, el escenario latinoamericano es bastante
complicado, por el poder que tienen las empresas de telecomunicaciones
transnacionales en el subcontinente.</p>
<strong><p>–Por eso propone remitirse a los pliegos de ENTel, que fue
el puntapié inicial del poder que hoy detentan estas corporaciones en la
Argentina.</p></strong>
<p>–Claro, son las dificultades para democratizar. Hoy, si se quiere
democratizar desde el punto de vista de la infraestructura, uno se
encuentra con la oposición de teleoperadores de telecomunicaciones muy
fuertes, a quienes no les interesa que esto deje de ser un negocio.
Habría que revisar los cuantiosos beneficios que están obteniendo las
empresas de comunicaciones que operan en América latina. Por eso decía
que no podemos analizar el escenario actual si no miramos los procesos
de desregulación y privatización que se dieron hace años y, en este
marco, se hace mucho más complicado imponer otras lógicas
político-culturales o reemplazar la figura del “cliente” por la de
“ciudadano”, cuando hay un sector corporativo muy aglomerado y muy
poderoso.</p>
<strong><p>–¿Cómo define el principio de neutralidad de red?</p></strong>
<p>–El principio de neutralidad de red es que los proveedores de acceso
a las redes no discriminen los servicios y los contenidos que circulan
en el interior de sus redes. Apunta a que se permita o no que algunos
operadores proveedores del acceso a Internet ralenticen servicios o
directamente los saquen de circulación. Lo que planteo en el libro es si
debemos seguir defendiendo el principio de neutralidad de red o si este
principio vuela por los aires y entonces el pez más grande se come al
más chico.</p>
<strong><p>–¿Quiénes son los que impulsan el principio de neutralidad de red?</p></strong>
<p>–Sobre todo, las asociaciones de usuarios. Pero también aquellos
proveedores de contenidos y servicios, que se oponen a los que proveen
el acceso a Internet, es decir, los que tienen el caño, cuyo planteo es:
“Nosotros tenemos la autopista” y tenemos que invertir en el desarrollo
de esa autopista, lo que queremos es dirigir ese tránsito de la
autopista, poniendo velocidades máximas y mínimas, carriles rápidos para
algunos servicios y lentos para otros.</p>
<strong><p>–Independientemente de las asociaciones, que seguramente
estén apostando a la democratización, aquellos que generan contenidos y
que prestan servicio, ¿por qué propondrían una neutralidad de redes?</p></strong>
<p>–Es una cuestión de business, una disputa entre empresas por
intereses comerciales muy concretos. De un lado dicen: “No quiero que me
pongas una tasa especial porque soy Google y tengo millones de
usuarios”. Y del otro lado dicen: “Yo estoy poniendo el caño y cada vez
tengo que poner un caño más grande porque resulta que todos están usando
Google”. Imaginate la siguiente situación: el proveedor de acceso a
Internet va a decir “Google fuera”, o “por Google se paga una tasa”, o
“aquel que use Google, en lugar de tardar un segundo en acceder a la
lista de resultados, va a tardar 5 segundos y yo, como proveedor de
acceso a Internet, voy a lanzar mi propio servicio donde va a tener los
resultados en milésimas de segundos”. ¿Se entiende? Hay una disputa de
negocios, de quién puede quedar fuera de la red y, si están dentro, en
qué condiciones están.</p>
<strong><p>–¿Cómo se da la disputa interempresarial alrededor del principio de neutralidad de red?</p></strong>
<p>–En Estados Unidos tenés firmas como Google, Ebay, Amazon, YouTube,
Facebook, entre otras, versus las empresas de telecomunicaciones y de
tecnología de redes: Motorola, Nokia, Alcatel, Cisco, que están a favor
de terminar con el principio de neutralidad de red. Lo mismo en España,
con Telefónica de España. Hay un enfrentamiento entre aquellos que
proveen servicios y contenidos, que son “pesos pesados”. Estamos
hablando de las empresas que ofrecen los servicios más utilizados a
escala internacional frente a las que tienen que hacer todo el
desarrollo de la infraestructura.</p>
<strong><p>–¿Y cuáles son las alternativas para democratizar este escenario digital?</p></strong>
<p>–Actualmente, esa democratización requiere de políticas públicas
activas y una actitud muy activa de parte del Estado, mediante el gasto
público en dos sentidos: infraestructura que garantice el acceso al
conjunto de los ciudadanos y educación para que esos ciudadanos puedan
usufructuar redes y servicios. Eso está claro.</p>
<strong><p>–En términos de acceso y usufructo de las redes, ¿cómo
analiza el tipo de regulación que se está llevando a cabo por parte de
algunos gobiernos, como el de Estados Unidos o Japón, por ejemplo?</p></strong>
<p>–Cada vez más se ve el principio de Seguridad Nacional, que está
cobijando una serie de medidas de control por parte de los gobiernos de
los Estados, que quieren tener una presencia mayor en el escenario
digital donde su espacio es bastante acotado. Algunos lo hacen para
controlar políticamente a sus ciudadanos, y ese control proviene tanto
de Estados democráticos como los Estados Unidos –mediante el pretexto
del 11-S, donde se han inmiscuido en las comunicaciones electrónicas que
mantienen sus ciudadanos–, hasta Estados que están armando Intranets, y
cuyos ciudadanos sólo pueden acceder a los contenidos y servicios que
son aprobados por la autoridad política de turno.</p>
<strong><p>–¿Cómo se logra que no se tergiverse la orientación de la
regulación y, realmente, sea en beneficio del conjunto de la ciudadanía?</p></strong>
<p>–Es muy complicado. No estoy negando que los Estados tengan que
tener cierto control o saber qué pasa en ese escenario digital. Pero lo
que no puede ocurrir, de ninguna manera, es que en base al principio de
seguridad nacional se violen derechos fundamentales de los ciudadanos.</p></div><br><div id="autor"><br>Por Natalia Aruguete</div>
<a href="http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/dialogos/21-173999-2011-08-08.html">http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/dialogos/21-173999-2011-08-08.html</a><br><br><br clear="all"><br>-- <br>Pablo Manuel Rizzo<br>
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