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<DIV>
<DIV id=content style="FONT-SIZE: 14px; LINE-HEIGHT: 20px"><SPAN
class=volanta>Opinión</SPAN>
<H1>Piqueteros intelectuales</H1>
<H2>Mario Vargas Llosa <BR>Para LA NACION</H2>
<DIV class="notaFecha floatFix">Domingo 13 de marzo de 2011 | <B>Publicado en
edición impresa</B></DIV>
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<DIV class=floatFix><SPAN class=notaEpigrafe>Foto LA
NACION</SPAN></DIV></DIV>
<P>MADRID.- Un puñado de intelectuales argentinos kirchneristas, vinculados con
el grupo Carta Abierta, encabezados por el director de la Biblioteca Nacional,
Horacio González, pidió a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos
Aires, que se abrirá el 20 de abril, que me retirara la invitación para hablar
el día de su inauguración. La razón del veto: mi posición política "liberal",
"reaccionaria", enemiga de las "corrientes progresistas del pueblo argentino" y
mis críticas a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.</P>
<P>Bastante más lúcida y democrática que sus intelectuales, la presidenta
Cristina Fernández se apresuró a recordarles que semejante demostración de
intolerancia y a favor de la censura no parecía una buena carta de presentación
de su gobierno, ni oportuna, cuando parece iniciarse una movilización a favor de
la reelección. Obedientes, pero sin duda no convencidos, los intelectuales
kirchneristas dieron marcha atrás.</P>
<P>Me alegra coincidir en algo con la presidenta Cristina Fernández, cuyas
políticas y declaraciones populistas en efecto he criticado, aunque sin llegar
nunca al agravio, como alegó uno de los partidarios de mi defenestración. Nunca
he ocultado mi convencimiento de que el peronismo, aunque haya impulsado algunos
progresos de orden social y sindical, hechas las sumas y las restas ha
contribuido de manera decisiva a la decadencia económica y cultural del único
país de América latina que llegó a ser un país del primer mundo y a tener en
algún momento un sistema educativo que fue un ejemplo para el resto del
planeta.</P>
<P>Esto no significa, claro está, que aliente la menor simpatía por sus
horrendas dictaduras militares cuyos crímenes, censuras y violaciones de los
derechos humanos he criticado siempre con la mayor energía en nombre de la
cultura de la libertad que defiendo y que es constitutivamente alérgica a toda
forma de autoritarismo.</P>
<P>Precisamente, la única vez que he padecido un veto o censura en la Argentina,
parecido al que pedían para mí los intelectuales kirchneristas, fue durante la
dictadura del general Videla, cuyo ministro del Interior, el general
Harguindeguy, expidió un decreto de abultados considerandos prohibiendo mi
novela <I>La tía Julia y el escribidor </I>y demostrando que ésta era ofensiva
al "ser argentino". Advierto con sorpresa que los intelectuales kirchneristas
comparten con aquel general cierta noción de la cultura, de la política y del
debate de ideas que se sustenta en un nacionalismo esencialista un tanto
primitivo y de vuelo rasero.</P>
<P>Porque lo que parece ofender principalmente a Horacio González, José Pablo
Feinmann, Aurelio Narvaja, Vicente Battista y demás partidarios del veto, por
encima de mi liberalismo es que, siendo un extranjero, me inmiscuya en los
asuntos argentinos. Por eso les parecía más justo que abriera la Feria del Libro
de Buenos Aires un escritor argentino en consonancia con las "corrientes
populares".</P>
<P>Si tal mentalidad hubiera prevalecido siempre en la Argentina, el general
José de San Martín y sus soldados del Ejército Libertador no se hubieran ido a
inmiscuir en los asuntos de Chile y Perú y, en vez de cruzar la cordillera de
los Andes impulsados por un ideal anticolonialista y libertario, se hubieran
quedado cebando mate en su tierra, con lo que la emancipación hubiera tardado un
poco más en llegar a las costas del Pacífico sudamericano. Y si un rosarino
llamado Ernesto "Che" Guevara hubiera profesado el estrecho nacionalismo de los
intelectuales kirchneristas, se hubiera eternizado en Rosario ejerciendo la
medicina en vez de ir a jugarse la vida por sus ideas revolucionarias y
socialistas en Guatemala, Cuba, el Congo y Bolivia.</P><B
class=subtituloGris>Fuego de artificio</B>
<P>El nacionalismo es una ideología que ha servido siempre a los sectores más
cerriles de la derecha y la izquierda para justificar su vocación autoritaria,
sus prejuicios racistas, sus matonerías, y para disimular su orfandad de ideas
tras un fuego de artificio de eslóganes patrioteros. Está visceralmente reñido
con la cultura, que es diálogo, coexistencia en la diversidad, respeto del otro,
la admisión de que las fronteras son en última instancia artificios
administrativos que no pueden abolir la solidaridad entre los individuos y los
pueblos de cualquier geografía, lengua, religión y costumbres pues la nación -al
igual que la raza o la religión- no constituye un valor ni establece jerarquías
cívicas, políticas o morales entre la colectividad humana.</P>
<P>Por eso, a diferencia de otras doctrinas e ideologías, como el socialismo, la
democracia y el liberalismo, el nacionalismo no ha producido un solo tratado
filosófico o político digno de memoria, sólo panfletos a menudo de una retórica
tan insulsa como beligerante. Si alguien lo vio bien, y lo escribió mejor, y lo
encarnó en su conducta cívica fue uno de los políticos e intelectuales
latinoamericanos que yo admiro más, el argentino Juan Bautista Alberdi, que
llevó su amor a la justicia y a la libertad a oponerse a la guerra que libraba
su propio país contra Paraguay, sin importarle que los fanáticos de la
intolerancia lo acusaran de traidor.</P>
<P>Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la
vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y
convierten en consignas, lugares comunes y clisés. Los intelectuales
kirchneristas que sólo quisieran oír y leer a quienes piensan como ellos y que
se arrogan la exclusiva representación de las "corrientes populares" de su país
están muy lejos no sólo de un Alberdi o un Sarmiento, sino también de una
izquierda genuinamente democrática que, por fortuna, está surgiendo en América
latina, y que en países donde ha estado o está en el poder, como en Chile,
Brasil, Uruguay, ha sido capaz de renovarse, renunciando no sólo a sus
tradicionales convicciones revolucionarias reñidas con la democracia "formal"
sino al populismo, al sectarismo ideológico y al dirigismo, aceptando el juego
democrático, la alternancia en el poder, el mercado, la empresa y la inversión
privadas, y las instituciones formales que antes llamaba burguesas. Esa
izquierda renovada está impulsando de una manera notable el progreso económico
de sus países y reforzando la cultura de la libertad en América latina.</P>
<P>¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas? ¿Una nueva
Cuba, donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una
conferencia ni participar en un debate y donde sólo tienen uso de la palabra los
escribidores al servicio del régimen? La convulsionada Venezuela de Hugo Chávez
es tal vez su modelo. Pero allí, a diferencia de los miembros del grupo Carta
Abierta, la inmensa mayoría de intelectuales, tanto de izquierda como de
derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Por el contrario, combate con
gran coraje contra los atropellos a la libertad de expresión y la represión
creciente del gobierno chavista a toda forma de disidencia u oposición.</P>
<P>De quienes parecen estar mucho más cerca de lo que tal vez imaginan Horacio
González y sus colegas es de los piqueteros kirchneristas que, hace un par de
años, estuvieron a punto de lincharnos, en Rosario, a una treintena de personas
que asistíamos a una conferencia de liberales, cuando el ómnibus en que nos
movilizábamos fue emboscado por una pandilla de manifestantes armados de palos,
piedras y botes de pintura. Durante un buen rato debimos soportar una pedrea que
destrozó todas las lunas del vehículo, y lo dejó abollado y pintarrajeado de
arriba abajo con insultos. Una experiencia interesante e instructiva que parecía
concebida para ilustrar la triste vigencia en nuestros días de aquella
confrontación entre civilización y barbarie que describieron con tanta
inteligencia y buena prosa Sarmiento en su <I>Facundo </I>y Esteban Echeverría
en ese cuento sobrecogedor que es <I>El matadero </I>.</P>
<P>Me apena que quien encabezara esta tentativa de pedir que me censuraran fuera
el director de la Biblioteca Nacional, es decir, alguien que ocupa ahora el
sitio que dignificó Jorge Luis Borges. Confío en que no lo asalte nunca la idea
de aplicar, en su administración, el mismo criterio que lo guió a pedir que
silenciaran a un escritor por el mero delito de no coincidir con sus
convicciones políticas. Sería terrible, pero no inconsecuente ni arbitrario.
Supongo que si es malo que las ideas "liberales", "burguesas" y "reaccionarias"
se escuchen en una charla, es también malísimo y peligrosísimo que se lean. De
ahí hay solo un paso a depurar las estanterías de libros que desentonan con "las
corrientes progresistas del pueblo argentino".</P>
<P>© El País, SL</P></DIV></DIV>
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