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width=93><SPAN class=volanta>La educación, asignatura pendiente clave para el
desarrollo</SPAN>
<H1>El gran desafío de América latina</H1>
<H2>Marcos Aguinis <BR>Para LA NACION</H2></DIV><!-- CABEZAL NOTA --><!-- FECHA y NAVEGADOR-->
<DIV class="notaFecha floatFix">Sábado 16 de octubre de 2010 | <B>Publicado en
edición impresa </B> </DIV><!-- /FECHA y NAVEGADOR--><!-- HERRAMIENTAS DE LA NOTA -->
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(147)</A><A class=imprimir title=Imprimir
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<DIV id=content style="FONT-SIZE: 14px; LINE-HEIGHT: 20px">
<P>
<P>Una investigación prolija y seria desnuda el mayor reto de nuestro
continente. Fue elaborada durante años con viajes, reportajes, estadísticas,
debates, confesiones, estudios comparativos, hasta llegar a objetivas
conclusiones. Esta investigación es ofrecida en un libro que debería leerse y
releerse con mucha atención, llamado <I>¡Basta d </I><I>e historias!. </I>Su
autor, Andrés Oppenheimer, asesta un golpe de luz. </P>
<P>En efecto, demuestra que se debe girar la mirada desde el pasado hacia el
futuro. Y el futuro, a partir de nuestro siglo, juega sus piezas decisivas en el
campo de la educación. Hace tiempo que insisto en la paradoja de que la
educación es "un tema cacareado pero marginal", tanto para argentinos como para
muchos latinoamericanos. Pero, por ejemplo, una serie de economistas ya llegan a
la convicción de que el crecimiento económico por sí solo nunca va a erradicar
la pobreza, a menos que marche acompañado por una sustancial mejora en la
calidad educativa. Tampoco habrá desarrollo ni bienestar sin este ingrediente.
Tanto se ha devaluado la educación que suele ser un tema aburrido, limitado a
consignas inoperantes o reivindicaciones de bajo vuelo. No se tiene conciencia
de que es el motor esencial del progreso. Ni se sabe cómo hacerlo rendir. </P>
<P>Los contrastes de América latina con Singapur, China, la India, Israel, Corea
del Sur y otros países de crecimiento acelerado son abismales. La mayoría de
esos países estaban al final de la cola y en pocas décadas, mediante la
revolución educativa, alcanzaron y sobrepasaron a los demás. Son ejemplos que
marean. Una pintura ecuánime sobre éxitos y fracasos, experimentos y
consistencias, funciona como un catálogo del que pueden obtenerse conocimiento e
inspiración. América latina va quedándose muy atrás. Algunos países como Chile,
Brasil, Colombia y Uruguay empezaron a dar pasos importantes. Pero no
suficientes. La Argentina es la muestra más dolorosa, porque revela una
monstruosa degradación desde la cúspide que había alcanzado en la primera mitad
del siglo XX. Y los más atrasados son ahora Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Algunos, como México, sufren el bloqueo de un sindicalismo enorme y fósil. </P>
<P>Oppenheimer reivindica el impulso que en esta materia genera la paranoia.
Bill Gates asegura que "lo mejor que le pasó a los Estados Unidos fue que, en
los años 80, todos creían que los japoneses nos iban a superar. Era una idea
estúpida, errónea, una tontería. Pero fue ese sentimiento de humildad lo que
hizo al país ponerse las pilas". En la Argentina, en cambio, creemos que nuestro
aplazo en los rankings internacionales se debe a defectos de los rankings.
Confundimos calidad educativa con buenos edificios o un trato amistoso de los
docentes, más algunos pobres ajustes en los salarios. </P>
<P>En contraste con los países que se han instalado a la cabeza del mundo, en
las universidades latinoamericanas predominan las carreras humanísticas con poca
salida laboral y divorciadas de la explosión científica y económica del siglo
XXI. Es un atraso cultural que debería ser revertido. Para sólo dar un ejemplo,
en China ingresan cada año en la universidad un millón doscientos mil
estudiantes a ingeniería y sólo unos pocos miles a historia y filosofía. En la
India ocurre lo mismo. América latina y Africa comparten el estigma de ser las
regiones del planeta con menos investigación, desarrollo de nuevos productos y
carencia de patentes. Sólo el dos por ciento de la inversión mundial en
investigación y desarrollo tiene lugar en América latina. No hay suficientes
incentivos económicos y de prestigio para que profesores e investigadores se
apliquen a concebir nuevos productos, y esto genera el escándalo de las
diferencias. </P>
<P>Oppenheimer ofrece cataratas de datos, imposibles de comprimir en un
artículo. Algunos son elocuentes y a ellos me limito. Aquí van. </P>
<P>En América latina tenemos las vacaciones más largas del mundo. En la
Argentina, a duras penas se quiere llegar a los 180 días de clase. En Japón, el
año escolar se extiende a 243 días; en Corea del Sur, a 220; en Israel, a 216;
en Holanda, a 200, y lo mismo en Tailandia. Además, ¡los cumplen a rajatabla! En
China, los niños estudian 12 horas por día, y no mucho menos los niños de los
demás países en pleno ascenso. </P>
<P>Otro factor que se destaca en el mundo desarrollado es que toda la familia se
involucra en los esfuerzos del estudiante, tanto para pagar sus gastos como para
brindarle apoyos de tutoría cuando flaquean en alguna materia. No conciben
quedarse al margen de esa responsabilidad. Ni pedir menos exigencias. En esas
sociedades se ha fortalecido un consenso sobre la importancia ineludible de una
eficaz educación. Los argentinos que tienen el privilegio de contar con abuelos
y bisabuelos que narran su infancia pueden enterarse de que también en esta
patria hubo décadas en que las familias de todos los niveles se afanaban por
brindar buena educación a sus hijos: no sólo garantizaban su futuro, sino que lo
elevaban en el estatus social. Y convirtieron a la Argentina en un país pujante,
al que llegaban millones de inmigrantes esperanzados. </P>
<P>En cuanto al ayer, en las sociedades avanzadas lo estudian, por supuesto,
pero no lo convierten en el centro de las preocupaciones o de los debates. En
América latina circulan actitudes que pretenden volver a lo que ya no existe. Un
dirigente boliviano voceó el absurdo de que "¡nuestro futuro es el pasado!". Los
libros de texto en China comunista, inversamente, enfatizan el crecimiento, la
innovación y la temida globalización, no el pasado. En los nuevos textos
escolares de Shanghai la historia del comunismo chino antes de las reformas
capitalistas de 1978 se reduce a un párrafo. Mao Tsé-tung es mencionado sólo una
vez. Además, los latinoamericanos ya tenemos suficientes pruebas sobre la
utilización distorsionada del pasado, que hace una buena cosecha gracias a la
baja cultura general. Chávez invoca las porciones de los discursos pronunciados
por Bolívar que les son favorables y excluye las que significarían una condena.
Bolívar, en su alocución de Angostura el 15 de febrero de 1819 -citado a menudo
por el jefe populista-, afirmó algo que calla: "La continuación de la autoridad
en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos
democráticos? Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un
mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se
acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía". Pero
Bolívar mismo luego se contradijo en los hechos. Por esta razón conviene dejarlo
descansar en paz. </P>
<P>Otra diferencia con los países exitosos en calidad educativa reside en la
ruptura del aislamiento. Los dos colosos asiáticos invitan a las universidades
más destacadas de Occidente para que abran sucursales en sus territorios y
compitan -¡sí, compitan!- con las locales. Los países latinoamericanos
manifiestan un miedo cerval a esa competencia y ponen trabas de cualquier orden
para impedirlo. China comunista, que hasta hace unas décadas era un país
cerrado, tiene más de mil programas de intercambio universitario; ¡170
universidades extranjeras han radicado sucursales en varias ciudades y extienden
diplomas tan válidos como las casas chinas! Esta internacionalización, además de
incentivar el esfuerzo para destacarse, tiene el objetivo de obtener una
inserción más eficiente en la economía global. En América latina, por el
contrario, se desea mantener el aislamiento académico, como un modo de ocultar
los trapos sucios y no afrontar las descalificaciones. Es notable la diferencia,
porque el contacto con el exterior se ha tornado obsesivo en las sociedades de
punta; una manifestación extrema la ofrece Singapur, donde las escuelas
primarias deben conseguir que un tercio de sus alumnos realice por lo menos una
visita guiada al extranjero. </P>
<P>Por otra parte, el aprendizaje del inglés tiene carácter obligatorio desde el
comienzo de la etapa escolar, y debe no sólo ser enseñado como idioma, sino que
en ese idioma se imparten varias materias, en especial las técnicas. En la
Argentina, el inglés no es obligatorio ni siquiera en la universidad. </P>
<P>El grave problema de la inseguridad está ligado de modo profundo a la
ignorancia. La ignorancia genera impotencia, frustración y resentimiento. Nunca
alcanzarán las medidas represivas, ni las cárceles, ni los encierros de la
ciudadanía en guetos que también son atacados. La solución de fondo va ligada
con la buena educación, que es responsabilidad de los gobiernos y de toda la
sociedad. Es obligación del Estado que ningún niño deje de asistir a la escuela,
y si no concurre, es su deber ir a buscarlo donde se refugie. </P>
<P>El libroconcluye con doce claves para el progreso. Forman un programa sensato
y plausible. Pero conviene no quedarse sólo con ellas, sino enterarse de la
información que las precede. Allí se encontrarán problemas serios y ejemplares
soluciones en varios países desarrollados y algunos de América latina. Esas
claves ayudarán a tomar conciencia de que la calidad educativa no es un asunto
aburrido ni marginal. </P>
<P>© LA NACION </P>
<P><FONT size=2></FONT></P></DIV></FONT></DIV></BODY></HTML>