[Solar-general] El Bicentenario, la libertad y el software

Ariel Alegre ariel.alegre en clubdeprogramadores.com
Vie Mayo 28 06:28:30 CEST 2010


http://www.tecnozona.com/zona_del_dire/el-bicentenario-la-libertad-y-el-software/

Reproducir una nota del Tecnozona en la lista de la comunidad de apoyo
al INTI-SoL fue una de las excusas que puso Gabriel Baum para
expulsarme injustamente del INTI.
Toda una toma de posición en medio de una cleptocracia fachistoide.

NO NOS MOVERAN

Un fuerte abrazo para todos
Ariel Alegre

  El Bicentenario, la libertad y el software

El Bicentenario del comienzo de la revolución en la Argentina provocó
en quien esto escribe, una profunda movilización intelectual y
emocional. De la segunda no vamos a hablar porque tiene que ver con el
pueblo en la calle, festejando y disfrutando y con la vivencia de
haber estado allí. En cuanto a lo intelectual, este tipo de
acontecimientos disparan toda una serie de reflexiones acerca de la
historia, cómo fue contada, qué intereses tácitos hay por debajo de
los explícitos, qué motivos hay para ocultar unos episodios y develar
otros y cómo se interpretan los movimientos políticos y sociales y,
fundamentalmente, cómo se comunican estos hechos. Pero así como uno
puede aprender de la historia temas de vida, de enseñanzas y
aprendizajes, de sucedidos, también puede aplicarlos a los negocios y
a la tecnología.

“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay
otra historia” cantaba Litto Nebbia por boca de Silvina Garré. Y el
Bicentenario de la República Argentina está demostrando, entre otras
cosas, que “la otra historia” se está dando a conocer cada vez más
ampliamente.
Muchas cosas han pasado que a este escriba lo han hecho pensar,
reflexionar y sacar enseñanzas de la historia. La primera, y quizá la
más importante, es que todos los que nos cuentan alguna parte, versión
o interpretación de la historia, lo han hecho a través del prisma de
sus propios intereses.
A esta altura de la soireé ya sabemos que la “evangelización” de
América fue una brutal conquista, que San Martín no cruzó los Andes en
un caballo blanco o que el Centenario de 1910 (al que tantos le rinden
pleitesía) lo llevó a cabo un gobierno fraudulento bajo estado de
sitio y con los medios opositores clausurados, entre otras cosas.
Cuando leo que las empresas hacen “lo que pide el cliente”, me acuerdo
de la historia de la primaria, aquella según la cual San Martín cruzó
los Andes a lomo de un caballo blanco. En cambio, cuando veo las
estrategias de marketing para crear demanda y la obsolescencia
planificada, no puedo dejar de pensar en el verdadero San Martín,
echado en una litera y escupiendo sangre; sólo que San Martín me
genera más respeto… O sea, la historia oficial no es tan cierta como
nos la contaron.
Lo otro que me parece que he aprendido, aunque reconozco que resulta
más difícil de llevar a cabo, es que lo peor que nos ha pasado es
crearnos antinomias: unitarios/federales,
personalistas/antipersonalistas, peronistas/gorilas… y así hasta el
presente. Lo que termina resultando de este esquema de extremos es la
nulidad, dado que lo que uno emprende, el otro demuele, ya que ninguno
de los dos reconoce que en el otro pueden haber cosas bien hechas.
Finalmente, la conclusión, tanto de un tema como del otro, es que la
única solución es no creer nada a pies juntillas, cuestionar todo,
dudar, investigar y sacar las propias conclusiones de uno. Y además,
alejarse de los extremos y buscar el mejor balance. Luego, aceptar que
las respuestas de uno no necesariamente son las respuestas del otro. Y
finalmente, que todos tienen/tenemos una parte de la verdad, porque la
verdad absoluta no existe.
Como corolario, si queremos cambiar el estado de cosas, lo peor que
podemos hacer es echarle la culpa a los demás, sin fijarnos primero en
qué podemos cambiar de nosotros mismos.
Cuando hago una crítica al software libre o a Microsoft, lo que estoy
haciendo, por un lado, es defender mi propia libertad de criterios,
luego tratar de ayudar a mostrar lo que me parece que algunos no ven
y, sobre todo, no embanderarme para ningún lado. Principalmente se
trata de la libertad de elegir. Los que eligen el software libre lo
harán por una razón (serán comunistas o, simplemente, activistas
antisistema, según los defensores del software cerrado) y los que
eligen comprar licencias, lo harán por otra (la elección de seguir
siendo esclavos, según la peculiar interpretación de la gente del
software libre), pero en definitiva el valor a preservar es la
libertad de elección.
Cuando en un comentario a un editorial anterior, un lector le echa la
culpa de las dificultades que Linux tiene con el hardware a los
fabricantes, lo primero que se me ocurre pensar es que el negocio de
esos fabricantes es la llamada propiedad intelectual (después
discutiremos si el término está bien o mal usado) y uno sería muy
iluso en pensar que porque son buenos, buena gente y porque mi
filosofía es la correcta, ellos van a dejar de lado lo suyo y nos van
a dar una mano… es pura fantasía. Si no podés lograr que los
fabricantes de hardware te abran su código, no lo uses, o ingeniátela
para usarlo sin ellos. Pero no te quedes lamentándote de que no te dan
bola.
De la misma manera hay cuestiones de proporciones. Ojalá Tecnozona
tuviese tanto poder como para “liquidar el trabajo de una comunidad de
programadores”, porque de esa manera podría obligar a los fabricantes
de hardware a que bajen la cabeza, pero no puedo. Tecnozona es apenas
un blog de tecnología, cuyo responsable escribe honestamente sobre lo
que piensa, siente y hace. Justamente, y sin querer pecar de erudito,
es una cuestión epistemológica básica: una sola computadora en la que
no se pueda instalar Linux ya falsea toda el concepto de que se puede
en todas.
Y no creo que eso signifique ni que estoy tirando abajo una ideología
o una filosofía con la cual, básicamente y a grandes rasgos, estoy de
acuerdo. Pero no estoy de acuerdo —y voy a tratar de nunca caer en
eso— en poner todo en términos de blancos y negros, buenos y malos,
libres o privativos.
Si el Bicentenario mostró lo poco que le importa a la gente la pelea
de poder en las cúpulas partidarias, me pregunto cuánto le importará
al programador, al desarrollador, al diseñador, al distribuidor, la
diatriba antiBallmer.
Para mí, es una enseñanza que me deja este fin de semana, si me
permiten ser presuntuoso.



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