[Solar-general] Ciencia y Tecnología: Juntas, pero no revueltas

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Vie Sep 18 14:07:05 CEST 2009


Ciencia y Tecnología: Juntas, pero no revueltas
Por Jorge L. Seghezzo *

(Como parte de las actividades de la Comisión de Tecnología del
Espacio Carta Abierta, días pasados se realizó una reunión con el
título mencionado, en el Centro Cultural de la Cooperación.)

Fascinaba ver a un grupo grande de personas, apiñadas en un aula,
pequeña no sólo por la cantidad de cuerpos, también por tanto anhelo
acumulado. La frase que da nombre a la charla es de Sergio Anchorena
(economista, epistemólogo, especialista en sistemas autómatas), que
reivindicó una visión en la que trataba de rescatar la tecnología de
entre la confusión que parece sostener en su encuentro con la ciencia.

Fue Emilce Moler, moderadora de la mesa redonda, quien tomó la frase e
introdujo el tema. Se sucedieron Eduardo Dvorkin, Alberto Kornblihtt y
Horacio González. Cada uno desde su característica de especialista
reconocido, pero todos aportando ideas sin tratar de imponerlas en
razón de su “autoridad”. Dvorkin, reconocido en modelos numéricos
complejos en ingeniería; Kornblihtt, biólogo molecular afamado;
González, sociólogo, maestro de sociólogos y director de la Biblioteca
Nacional.

Primero habló Dvorkin. Hizo una precisa disección de la conjunción y
la vinculante en la expresión ciencia y tecnología (CyT). Mostró
modelos interpretativos. Apuntó a resolver las diferencias entre el
conocimiento, su uso social y los negocios. Y a mostrar las aristas
símiles y los conflictos. Mostró una línea, que debe ser continuada,
analizando cómo en los países desarrollados se priorizan los temas de
CyT –y por tanto se determina la relación entre los términos–, a
través de subvenciones, préstamos y contratos a empresas, con lo cual
se esconde que el motor es el propio Estado.

Después, Kornblihtt simultáneamente apuntó a una defensa del quehacer
científico y tecnológico frente a críticas del fundamentalismo
ecologista y de un “naturalismo” conservador, y a mostrar la natural
inclinación que tiene el hombre al conocimiento y a la resolución de
problemas. O sea, conocer y encontrar instrumentos o herramientas para
atacar dificultades. Eso, más allá de otras precisiones, en el fondo
prefigura la ciencia y la tecnología.

Ultimo fue González. Tomó el saber filosófico y ejemplificó la acción
relacionada con la ciencia y la tecnología (europea o norteamericana)
de hombres que marcaron nuestra historia desde el siglo XIX. Barrió
los tiempos hasta llegar a la década del ’60. Porque extraña “las
utopías”. Recordó la época en que Filo y Exactas soñaban en unirse
para repensar lo que nos separaba y nos unía. Criticó la llamada y
falaz “sociedad de la información”, en la que se dice que los
adelantos tecnológicos nos democratizan –en el discurso–, pero se
esconde (como siempre, las palabras muestran y ocultan) la realidad de
que estamos en una sociedad que usa lo tecnológico para manipular
información, y definir que estemos muy o poco informados, según se
quiera, o sea des(in)formados. Reconoció la existencia de elementos
inmensamente ricos en los conocimientos científico-tecnológicos, pero
a condición de no eliminar la necesidad de pensar cómo usarlos. Allí
se coló la realidad actual, ya que no es ni casual ni menor que hoy
estemos discutiendo si se cambia, y cómo, la ley de radiodifusión de
la dictadura. El poder está, usa a los medios, que son parte del
poder, pero siempre quedan fracturas para poder entrar y usar. Pensar.
Actuar.

Sin dudas, esto no es una crónica. Es un cierto revuelto de sinsabores
por la gente y el tiempo perdidos, y de esperanzas de que la
Humanidad, que somos quienes podemos pensarnos a nosotros, no quede
reducida a algunos hombres que se piensan a pesar de la multitud.
Particularmente, hoy, en este país. Hace año y medio, a partir de una
frase del ministro Barañao, por suerte se inició una discusión,
publicada en Página/12. Luego el debate se amplió, abarcando aulas
universitarias y, por supuesto, blogs. A falta de combustible de
disputa mediática, y desplazada por el “conflicto del campo”, la
discusión sobre ciencia, tecnología y sociedad quedó oculta por un
rato. Por aquel momento, el suscripto, participante en el gráfico
debate, sostuvo que era una buena oportunidad para discutir de cara a
la sociedad.

Se da nuevamente, con la gente pensando en otras cosas, cuando, en
apariencia, son otras las urgencias. Como si comer poco o mal, la
falta de cura de enfermedades endémicas, las vacunas, los fármacos
caros, la sojización, la desertificación, la contaminación de agua,
tierra y atmósfera, la polución electromagnética, las pasteras, la
minería a cielo abierto, la gripe A o el problema energético fueran
cuestión de simple opinión personal sin relación con el conocimiento
metódico. Como si no fuese necesario repensar el papel de la ciencia y
la tecnología en un país que necesita (re)producir la capacidad de
pensar y producir, en forma relacionada. Detrás de lo que imaginemos
seguro que hay un gran negocio, pero sólo unos pocos perciben de qué
es causa. Discutamos. Son problemas. Pero si le damos la vuelta y
entendemos, discutirlo tiene que ver con la diseminación de los
saberes y lograr fuerza a partir de la diversidad.

Como cada uno de los que estamos preocupados y ocupados por encontrar
soluciones para, aunque sea, pequeños problemas en nuestro país,
estamos en un rincón, es necesario que intervengan muchos para tener
las cosas más claras. No podemos esperar otros cuarenta años para
pensar en ciencia, tecnología y sociedad de forma de tener los
elementos para mejorar lo que tenemos y somos. Si lo revuelto del
título deja de serlo, en otras palabras, si se devela en el lenguaje
lo que ciencia y técnica nos significa en lo que somos, podremos
avanzar. La charla de Carta Abierta da la oportunidad de acordar,
disentir, criticar, oponerse. La idea finalmente es eso. Pensar,
decir, intercambiar. O sea, democratizar.

* Ex director del Laboratorio de Caracterización de Materiales del INTI.

Link a la nota:
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/sociedad/3-131963-2009-09-18.html


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Pablo Manuel Rizzo
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