[Solar-general] OT: los escritores de derecha y de izquierda

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Mie Mayo 6 15:17:24 CEST 2009


2009/3/22 Diana Venturini <diana.venturini en gmail.com>:
> lo que digo, la derecha y la izquierda son dos moldes ya vacíos de tan
> confusos

Hablando de eso, miren que curioso todo esto:


________________
El eslabón perdido

Por Juan Forn

Es leyenda que sólo once personas asistieron al entierro de Marx en el
cementerio de Highgate en Londres. Es leyenda también lo que dijo
Engels frente al féretro: “Así como Darwin descubrió la ley de la
evolución en la naturaleza, Marx descubrió la ley de la evolución en
la historia”. Aunque no se conocieron personalmente, Marx y Darwin
obligaron a la posteridad a unirlos: vivieron a sólo unos kilómetros
de distancia durante buena parte de sus vidas, tenían conocidos
comunes, los dos escandalizaron a su época, entre los papeles de Marx
se encontró una nota de Darwin acusando recibo del primer tomo de El
Capital en su edición alemana y, de aquellos once asistentes al
entierro de Marx, sólo uno no era ni comunista ni familiar del muerto:
un joven discípulo de Darwin llamado Erwin Ray Lankester.

Pero la relación entre el padre del evolucionismo y el padre del
comunismo terminó de fraguar en 1937, cuando Isaiah Berlin tiró una
bomba con su brevísimo pero muy citado primer libro Karl Marx, su vida
y su entorno. Según Berlin, Marx quiso dedicarle El Capital a Darwin y
éste le contestó por carta que valoraba el gesto pero “preferiría que
el volumen no estuviese dedicado a mi persona”. La carta de Darwin
continuaba diciendo: “Aun así le agradezco el honor de enviarme su
libro. Aunque nuestros estudios han sido tan diferentes, pienso que
ambos deseamos la ampliación del conocimiento y así contribuir a largo
plazo a la felicidad de la humanidad”. Según Berlin, en otra parte de
la carta podía entreverse el motivo que llevaba a Darwin a rechazar la
dedicatoria: “La argumentación directa contra el teísmo en general y
contra el cristianismo en particular rara vez cumple el efecto que se
propone sobre el público. La mejor manera de promover la libertad de
pensamiento es mediante la iluminación gradual de las mentes a través
de los avances de la ciencia”. Berlin veía allí una alusión directa de
Darwin a la archiconocida frase de Marx: “La religión es el opio de
los pueblos”.

Curiosamente, Darwin casi no sabía alemán, el ejemplar de El Capital
hallado en su biblioteca sólo tenía cortadas las hojas hasta la página
105 (las restantes ochocientas, incluyendo el índice, no fueron
siquiera hojeadas) y la famosa frase de Marx sobre la religión no está
en El Capital sino en su Contribución a una crítica de la Filosofía
del Derecho de Hegel. Por si todo eso fuera poco, Marx sólo admiró por
breve tiempo a Darwin: poco después de leer El origen de las especies,
descubrió la obra de un tal Tremaux y le escribió entusiasmadísimo a
Engels que ese tipo iba mucho más allá que Darwin (Engels, que sabía
bastante más de ciencias naturales que Marx, lo convenció con esfuerzo
de que el francés Tremaux era un chantapufi).

Pero, como Isaiah Berlin fue una de esas luminarias que parecían
saberlo todo, el equívoco sobre la dedicatoria rechazada se mantuvo
durante más de medio siglo: hasta los biógrafos de Marx y de Darwin lo
repitieron como loros. Incluso hubo quien interpretó el hecho de
manera delirante: un tal Schlomo Avineri escribió un ensayo en
Encounter, la revista inglesa financiada por la CIA, sosteniendo que
el plan de dedicarle El Capital a Darwin era una elaborada broma de
parte de Marx; y el cavernario Paul Johnson escribió que lo que Marx
le propuso a Darwin era un pacto con el diablo, que éste educadamente
rechazó “como el caballero que era”.

Hasta el fin de su vida Berlin se asombró, con el histrionismo que lo
caracterizaba, de que siguiera reeditándose y tomándose en serio su
librito sobre Marx, pero murió sin enterarse de la magnitud de la
gaffe que había cometido. Lo que se sabe hoy es que Berlin, además de
haber leído menos de El Capital que el propio Darwin (como él mismo
confiesa en sus diálogos con Michael Ignatieff: “A Marx le hacemos el
honor de atacarlo pero no de leerlo”), citó en su libro dos cartas
distintas de Darwin como si fueran una sola. Lo hizo
involuntariamente, por supuesto (era joven, era su primer libro). Pero
tuvo la mala suerte de que una de esas dos cartas de Darwin no estaba
dirigida a Marx. La historia es así: en 1895, a la muerte de Engels,
Eleanor Marx recibió las cartas y manuscritos de su padre y continuó
la tarea de ordenarlos con ayuda de su amante, Edward Aveling. Este
tipo Aveling había escrito en 1880 un librito de divulgación sobre el
evolucionismo (The Student’s Darwin) para la Biblioteca Atea
Libertaria de Annie Bessant. Aveling quiso dedicarle el libro a Darwin
y le escribió; Darwin se opuso, educada y firmemente. Esa carta (sin
sobre, escuetamente encabezada “Dear Sir” y sin ninguna mención
explícita al libro en cuestión) fue traspapelada por Aveling y quedó
anónimamente en el Archivo Marx, hasta que Berlin “la descubrió” en
1937.

Pero incluso desactivado el equívoco generado por la dedicatoria,
quedaba todavía un eslabón perdido en la relación entre Marx y Darwin:
¿qué hacía en el entierro el biólogo evolucionista E. Ray Lankester,
el único de los once asistentes que no era ni familiar de Marx ni
comunista? La pregunta obsesionó tanto al gran Stephen Jay Gould que
en su último libro (Acabo de llegar, entregado sólo semanas antes de
morir en el 2002) ofrece la única biografía de Lankester llegada hasta
nosotros. E. R. Lankester era, el año en que enterraron a Marx, el
principal discípulo de Darwin y biólogo de mérito propio a pesar de su
juventud. Llegaría a ser titular de la cátedra de Anatomía Comparada
en Oxford, miembro de número de la Royal Society y director del
British Museum, el puesto más poderoso y prestigioso de su tiempo. En
1880, año en que conoció a Marx, el joven Lankester venía de
desenmascarar en público al falso médium espiritista Henry Slade. A
continuación había viajado a París, dispuesto a hacer lo mismo con
Charcot, creyendo que usaba los mismos trucos que Mesmer (en cambio,
se hicieron amigos para siempre). Lankester era joven, era peleador,
era un racionalista extremo, y Marx en sus últimos años prefería los
jóvenes a sus viejos amigos (con quienes discutía amargamente por
cualquier cosa). Ese es el Lankester que estuvo despidiendo a Marx
aquella mañana helada de marzo de 1883.

A Lankester nunca se le conocieron simpatías de izquierda, ni entonces
ni después. Al contrario; con el tiempo se volvió cada vez más
retrógrado. Opositor al voto femenino, crítico despiadado de la
democracia (“No se puede ni guiar ni ayudar al populacho en su
impotencia ciega”), solterón empedernido, confidente en sus últimos
tiempos de la gran bailarina Anna Pavlova, epítome del homosexual
reprimido victoriano, Lankester terminó sus días escribiendo pomposas
columnas semanales de divulgación científica en el Times de Londres. Y
nunca, nunca en su vida le dijo a nadie que había frecuentado a Karl
Marx en sus últimos años y que era uno de los once que estuvieron en
su entierro. No se lo mencionó ni siquiera a uno de sus ex alumnos
preferidos, el legendario pionero de la genética J. B. S. Haldane, que
fue toda su vida un fervoroso comunista.

Cuando se cumplieron cincuenta años del entierro y el Instituto
Marx-Engels de Moscú le escribió pidiéndole su testimonio (Lankester
era el único de los once asistentes que quedaba con vida), respondió
que no tenía ningún comentario personal que hacer sobre el asunto. Y
se murió ahí nomás, en 1934. De manera que la única persona en el
mundo que conocía a Marx y a Darwin se llevó a la tumba sus
impresiones sobre ambos. Y esto es lo que el pobre Stephen Jay Gould,
que según propia confesión se pasó media vida obsesionado por ese
enigma, logró descubrir antes de irse él también al otro mundo. Por
allá andará, seguramente, persiguiendo sin cuartel a Lankester para
que le hable aunque sea un poco de Darwin y de Marx.

_________________
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/contratapa/13-124417.html


-- 
Pablo Manuel Rizzo
-------------------------------
http://pablorizzo.com
-------------------------------



Más información sobre la lista de distribución Solar-general