[Solar-general] De ciberlibertarios a ciberdictadores.

Diego Saravia dsa en unsa.edu.ar
Vie Mar 13 20:42:42 CET 2009


para pensar

 “En el principio... fue la línea de comandos”
===============================================================================================


http://www.kriptopolis.org/resistencia-digital-y-derechos-humanos


Por Carlos Sánchez Almeida.
Conferencia en La Casa Encendida, Madrid, 12 de Marzo de 2009, 19:30.

    "¿Cómo se da forma a un libro de resistencia, un libro de verdad
en un imperio de falsedad, o un libro de rectitud en un imperio de
crueles mentiras? ¿Cómo se puede hacer esto delante mismo del enemigo?

    No a la antigua, escribiendo en el cuarto de baño, así que, ¿cómo
se puede hacer esto en un Estado tecnológico futuro? ¿Es posible que
la libertad y la independencia se manifiesten de maneras y en
condiciones nuevas? Es decir, ¿sofocarán las futuras tiranías estas
formas de protesta? ¿O el espíritu engendrará nuevas respuestas que
ahora mismo no podemos ni imaginar?"

    -- Philip K. Dick, en una entrevista de 1974


0. Una advertencia previa sobre mi particular concepto del Derecho.

No soy un filósofo, y tampoco me considero un jurista. Me hubiese
gustado dedicarme a algo distinto de lo que hago, pero
desgraciadamente para mí y para el resto de la sociedad, he acabado
ejerciendo de abogado. Cuando me pongo la toga me siento como se
debería sentir dentro de su sotana un sacerdote ateo: yo tampoco tengo
fe alguna en el Derecho. Las leyes sólo son las herramientas con las
que me gano la vida.

Considero que, al igual que la política y la tecnología, el Derecho
sólo es la continuación de la guerra por otros medios: la ley no es
nada más que la expresión reglada de un conflicto social. No hay nada
original en mi planteamiento: toda la historia de la cultura universal
se basa en nuevas versiones de antiguas ideas y de antiguas guerras,
en una tradición que une a Von Clausewitz con Sun Tzu y a Carlos Marx
con Heráclito.

Mi socio y colega –y sin embargo amigo- Javier Maestre lo diría con un
lenguaje más alambicado. Con mucha retranca, él hablaría de la
"normatividad inmanente de lo fáctico" a la hora de considerar el
derecho de conquista que determina, por ejemplo, el derecho de
propiedad sobre los recursos energéticos del planeta: los yacimientos
son de aquel que pone los tanques sobre el terreno. Después llegan los
juristas y redactan constituciones a medida del vencedor.

Así es y así ha sido siempre. Por eso no creo en más derechos que
aquellos que podamos conquistar por nuestras propias fuerzas. Ésa y no
otra ha sido la historia por la conquista de los derechos humanos...


1. La conquista de los derechos humanos y la teoría de sus cuatro generaciones.

Se atribuye a Karel Vasak, primer Secretario General del Instituto
Internacional de Derechos Humanos, la formulación de la teoría de las
tres generaciones de derechos humanos, inspirada por los tres colores
de la bandera francesa y los tres principios de la revolución
burguesa: libertad, igualdad y fraternidad.

Ningún derecho se consiguió sin lucha: todos ellos fueron
conquistados, arrancándoselos al poder establecido. Su plasmación es
un nuevo pacto social, un acuerdo convencional que sólo se firma
después de un desafío. En unas ocasiones, es un pacto con el antiguo
poder. En otras, es el derecho que se otorgan los vencedores, su forma
de repartirse el botín.

La primera generación de derechos humanos, que a efectos estrictamente
dialécticos denominaremos “de la libertad”, es una conquista de la
burguesía ascendente frente al antiguo régimen. Son los derechos que
se plasman en las declaraciones de la revolución norteamericana y
francesa. Derechos civiles y políticos.

Derechos civiles, como la libertad individual, libertad de pensamiento
y conciencia, libertad de expresión, libertad de reunión y
asociación... Derechos herramienta, exigidos por la burguesía del
siglo XVIII.

También la primera generación trae derechos políticos, como el derecho
al voto, que ya nos dan una pista de quién ejerce realmente el poder y
quién redacta las constituciones: el sufragio inicialmente es
censitario, limitado a hombres que cumplan unos requisitos de nivel de
instrucción, renta y clase social. Sólo después de largas luchas se
conseguirá el sufragio universal.

La segunda generación de derechos humanos, derechos sociales o “de la
igualdad”, viene auspiciada por el movimiento obrero del siglo XIX. Se
trata de los derechos exigidos por las clases sociales que se
enfrentarán a la burguesía dominante: derecho a un trabajo digno y a
la seguridad social, derecho a formar sindicatos, derecho a un nivel
de vida adecuado, derecho a la salud, derecho a la alimentación,
derecho a la educación… Derechos exigidos para los obreros varones de
las metrópolis, que sólo mucho más tarde llegarán a las mujeres y a
los explotados habitantes de las colonias.

La tercera generación de derechos humanos, o derechos “de la
solidaridad”, son los derechos exigidos por distintos colectivos
humanos, que plasman el retrato de las diferentes formas de
discriminación: por razón de sexo, grupos de edad, minorías étnicas y
religiosas, origen geográfico. Son los derechos a la protección del
medio ambiente, a la conservación del patrimonio cultural, a la
diversidad, etcétera... Los derechos que expresan el conflicto
Norte-Sur.

Siguiendo con la clasificación generacional establecida por Vasak, el
profesor de ética y sociología Javier Bustamante ha formulado en
diferentes trabajos una nueva teoría: la eclosión de una cuarta
generación de derechos humanos, el gran reto del siglo XXI. Los
derechos humanos del ciberespacio, que no serían sino las nuevas
formas que cobra el ejercicio de los derechos de primera, segunda y
tercera generación dentro del Estado tecnológico avanzado.

Bien, hasta aquí las clasificaciones académicas. Personalmente pienso,
y siempre he pensado, que los ciberderechos no existen. No creo que
existan unos ciberderechos virtuales, al margen de los que están
recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos. La Red no
es un mundo nuevo: es el tejido neuronal del mundo real. No puede
separarse la reivindicación de los derechos digitales de los restantes
derechos humanos, porque de una forma u otra estamos defendiendo lo
mismo.

Cuando hablamos de software libre, de acceso universal a la red,
defendemos el principio de igualdad de oportunidades, así como el
derecho a la educación y el derecho de acceso a la cultura. Cuando
alguien niega que el correo electrónico de los trabajadores esté
protegido por el secreto de correspondencia, o pone trabas a la
criptografía, está vulnerando el derecho fundamental a la intimidad.
Cuando se censura una página web sin las debidas garantías, se ataca
la libertad de expresión, la libertad ideológica y religiosa. Cuando
se detiene a un grupo de hackers por el hecho de serlo, y no por sus
actos, se ofenden las libertades de reunión o asociación.
Se pisotean a diario los derechos humanos, en la Red y fuera de ella.
Se pisotean en las oficinas públicas y privadas, en las comisarías y
en los juzgados. A los siervos del sistema se les llena la boca de
Estado de Derecho, pero estamos viviendo una pantomima a escala
global. Los ciberderechos no existen, como no existen más derechos
humanos que los que podamos conquistar por nosotros mismos.

Pero sucede que para conquistar los derechos en el mundo real, hoy
disponemos de una herramienta extraordinariamente potente. Una
herramienta que nos permite agrupar nuestras fuerzas desde el
ciberespacio, y proyectarlas contra las tiranías del mundo real. Por
eso hoy quiero contar la historia de un grupo de visionarios que en un
momento histórico muy especial, tuvo una extraordinaria intuición de
futuro.
Fue una extraña amalgama de filósofos, libertarios, periodistas,
tecnólogos, e incluso algún picapleitos despistado. Personas que
tenían muy claro que ellos no llegarían a ver jamás la tierra
prometida, ni serían los protagonistas de la revolución, por haber
nacido demasiado tarde o demasiado pronto. Y que a pesar de ello,
tomaron conciencia de lo que podía ocurrir, y sentaron las bases para
transmitir a las futuras generaciones una herramienta revolucionaria.
Una herramienta con la que transformar la Realidad.

No eran psicohistoriadores: eran ciberactivistas.


2. ¿De dónde venimos? La pequeña historia del ciberactivismo español.

    - ¿Se le ha ocurrido pensar, que las redes electrónicas pudieran
corroer la infraestructura industrial y política de América, hasta el
punto de hacerlas insostenibles e inútiles, y que el antiguo orden se
derrumbe de bruces, como ha ocurrido en la Europa del Este?

    - No, -dice Kapor secamente- pienso que es extraordinariamente
poco probable. En parte porque hace diez o quince años, tuve las
mismas esperanzas, acerca de las computadoras personales, que no se
han cumplido en absoluto. -Sonríe irónicamente con los ojos
entreabiertos-. Soy contrario a las tecno-utopías. Cada vez que me
encuentro con una, o corro en dirección contraria o trato de acabar
con ella.

    Entonces caí en la cuenta, de que Mitch Kapor no busca un mundo
más seguro para la democracia; y seguro que no lo busca para los
anarquistas o utópicos -y menos aún, para los que acceden ilegalmente
a las computadoras ajenas o los artistas del timo electrónico-. Lo que
realmente desea es un mundo más seguro, para los futuros Mitch Kapor.
Ese mundo de nodos descentralizados de pequeña escala, pero con acceso
instantáneo y a lo mejor más brillante, será un entorno perfecto para
un capitalismo mal dirigido, que ha hecho de Mitch Kapor lo que es
hoy.

    “La caza de hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica”,
Bruce Sterling, 1994.

Han pasado quince años desde la publicación de "Hacker Crackdown", una
crónica de la epopeya de los hackers y los libertarios civiles
norteamericanos. Un texto traducido en su día al castellano por un
grupo de voluntarios desde Kriptópolis. Releerlo hoy provoca una
sensación agridulce, de dejà vu.

Se ha escrito mucho ya sobre los orígenes de Internet, sobre los
pioneros en la lucha por los ciberderechos, y se ha consolidado una
abundante mitología al respecto. Pero ni el futuro será nunca como lo
soñamos, ni el pasado fue tan épico como nos lo quisieron vender. La
historia de la humanidad es la historia de la naturaleza humana: una
historia de ambiciones mezquinas, donde un resultado final de aparente
victoria sobre el medio natural, no es sino la consolidación de todos
nuestros fracasos.

Philip K. Dick nunca soñó con un futuro de ciudades perfectas. Siempre
tuvo la intuición de que si conquistábamos el sistema solar, y aún
toda la galaxia, sólo serviría para edificar peores suburbios. La peor
de las utopías: una Vía Láctea víctima de la especulación
inmobiliaria.

La informática no nos ha hecho mejores: sólo más codiciosos.


2.1. El activismo norteamericano

    Palo Alto es una ciudad del condado de Santa Clara, en el estado
de California (Estados Unidos). Se encuentra en el Área de la Bahía de
San Francisco, en el extremo norte de Silicon Valley, cerca de la
Universidad Stanford (técnicamente la universidad está situada en
Stanford). Varias compañías de tecnología como Hewlett-Packard o Xerox
tienen oficinas en Palo Alto. Según el censo de 2000 tenía una
población de 58.598, y en 2005 contaba con 56.982 habitantes.

    Palo Alto se fundó en 1895. Es uno de los lugares más caros para
vivir de los Estados Unidos, con viviendas de tamaño pequeño costando
de 700 a 800 mil dólares. En Palo Alto también se encuentran las
oficinas de Google, Inc. - Tech Manager y la compañía Facebook.

La patria chica de Google y Facebook: eso es lo más importante que
dice la Wikipedia en español sobre Palo Alto.

Lo que no dice la Wikipedia, salvo que busquemos expresamente la
entrada C.P.S.R., es que en Palo Alto, allá por 1981, un grupo de
ciberparanoicos, preocupados por posibles tentativas que indujeran a
guerras nucleares, acabó por formar un pequeño grupo de discusión, el
cual se comunicaba a través de una Intranet en el Centro de
Investigación de Xerox/PARC (Palo Alto); poco tiempo después se sumó a
este grupo la colaboración de otros especialistas pertenecientes a la
Universidad de Stanford. Había nacido Computer Professionals for
Social Responsibility, posiblemente la primera organización
ciberactivista de la historia.

La obsesión de C.P.S.R., muy común durante la guerra fría, era evitar
un mal uso de los sistemas críticos. Eran gente seria, muy distinta a
los hackers chalados con sus locos cacharros que llegarían detrás,
para llenar el mundo de oscuras BBS.

Muchos recordamos con nostalgia aquellos viejos tiempos de módems
chirriantes a altas horas de la madrugada. Módems que conectaban entre
sí miles de BBS underground. Tiempos de blue box, de phreaking, de
calling cards, de centralitas australianas desvencijadas que actuaban
como pasarela para conectar gratis los continentes. Tiempos que no
volverán.

El F.B.I. acabó con muchos sueños utópicos, pero sus redadas contra
los hackers movilizaron a personas con visión de futuro. Personas como
Mitch Kapor, John Gilmore, y John Perry Barlow, que acabarían fundando
la Electronic Frontier Foundation, una organización que supo
capitalizar y rentabilizar el movimiento en pro de los ciberderechos,
muy especialmente a partir del momento en que Internet llega al gran
público.

Como hito histórico del movimiento se puede reseñar la formación de la
Global Internet Liberty Campaign, una iniciativa que agrupó a
diferentes colectivos de defensa de derechos humanos en contra la Ley
de Decencia en las Comunicaciones, ley mediante la que el gobierno
Clinton intentó controlar la incipiente Internet. El fallo de la Corte
del Distrito Este de Pensilvania, en el caso entre la American Civil
Liberties Union versus Janet Reno, declaró la inconstitucionalidad de
tal normativa, y fue un espaldarazo a la causa de la libertad de
expresión en la Red:
La ausencia de regulación gubernativa de los contenidos de Internet ha
producido, incuestionablemente, una especie de caos, pero, como uno de
los expertos propuestos por los demandantes indicó en el curso de la
vista, lo que ha hecho de Internet un éxito es el caos que representa.
La fuerza de Internet es ese caos.Como sea que la fuerza de Internet
es el caos, la fuerza de nuestra libertad depende del caos y de la
cacofonía de la expresión sin trabas que protege la Primera Enmienda.

Y hasta aquí la épica de los tiempos heroicos, tan similar en su
simbología a la de los Padres Fundadores de la Revolución Americana.
Tan similar, que hasta tuvo su Declaración de Independencia del
Ciberespacio, que contenía referencias a los juristas e ideólogos que
cimentaron el constitucionalismo norteamericano: Jefferson,
Washington, Mill, Madison, Tocqueville y Brandeis.

De la ética protestante como espíritu del capitalismo, la
posmodernidad nos llevaba a la ética hacker como espíritu de la
sociedad de la información. Era un discurso muy atractivo, que vendía
una cara amable del capitalismo avanzado, en forma de Globalización.
Sobre unos cimientos revolucionarios, se podía construir un inmenso
centro comercial a escala global: la imagen en realidad virtual del
American Way of Life.

Pero sucede que el mundo es complejo, y tiene muchas fronteras, aparte
de las electrónicas. La más evidente es la diversidad cultural, que
determina diferentes formas de expresión de la lucha por los
ciberderechos, en función del desarrollo económico, social y
tecnológico de cada país.

Hablaremos pues de otra realidad mucho más cercana. Una realidad
virtual llamada España.


2.2.Fronteras Electrónicas España, Free

    Al principio, eran cuatro: DA5ID, Marco 13, Anabomber y Oscar 999.
Compartían el juego de la identidad fingida (llamarse por sus apodos)
y algunas nociones de la filosofía "ciberpunk": "Las tecnologías
tienen un uso diferente y más radical que el que se puede hacer con el
libro de instrucciones"(…)

    “Viviendo en la frontera”, Mercè Molist.

Si hay un personaje clave en el desarrollo de la cibercultura
española, ese personaje es David Casacuberta, Da5id, primer presidente
de Fronteras Electrónicas España, (Free). Una organización de
ciberderechos, cuya actividad política se desarrolló entre 1996 y
2000, y que fue clave en la construcción de un pensamiento de defensa
de los derechos humanos en el ámbito digital, cuya historia puede
leerse en la magnífica iniciativa Hack Story:

    En su época de mayor auge, FrEE congregó a unas 25 personas en su
lista de organización interna y 420 estuvieron suscritas a su boletín
electrónico semanal "FrEE-Noticias". Montó diversas campañas y emitía
regularmente comunicados sobre temas de actualidad relacionados con
ciberderechos, leyes, privacidad, criptografía y otros. En 1998, la
Comisión de Internet del Senado español invitó a la organización a
presentar sus posturas.

Fronteras Electrónicas, pese a la coincidencia denominativa con la
Electronic Frontier Foundation, rompió pronto sus lazos con la
iniciativa norteamericana, debido a la diferencia de filosofía entre
ambas organizaciones.

El ciberactivismo norteamericano siempre tuvo un poderoso vínculo con
la ideología “libertarian” de estirpe yanqui, que a su vez tiene
fuertes raíces en sus férreos principios constitucionales: su
particular concepto del free speech y de la Primera Enmienda, que
tanto puede servir para defender la libertad de expresión como el
revisionismo nazi o el Ku Klux Klan; su “privacy”, concebida como “el
derecho a que nos dejen en paz”; su conquista de la Frontera, de los
espacios abiertos, a golpe de rifle…

Desde la perspectiva europea, no dejan de ser chocantes
pronunciamientos como los del ideólogo hacker por antonomasia, Eric S.
Raymond, anarcocapitalista y devoto de las armas de fuego, que tan
pronto escribe obras cumbre del ciberactivismo, como sostiene
peculiares opiniones sobre los musulmanes y la guerra de Irak. O poses
como la de John Perry Barlow, candidato republicano en su Wyoming
natal, como la que publicó New York Times Magazine, según indica
Sterling en La Caza de Hackers:

    Barlow ceñudo, severo paisaje nevado de Wyoming, con un largo
abrigo negro, sombrero oscuro, un Macintosh SE30 apuntalado sobre una
valla y un impresionante rifle de la frontera debajo del brazo, será
la imagen individual más llamativa de la Caza de los Hackers.

Ni Charlton Heston y la Asociación Nacional del Rifle llegaron tan
lejos: ni tan siquiera un Ben-Hur octogenario llegaría a comparar el
derecho a usar armas de fuego con el uso de ordenadores -como armas-
frente al Estado opresor.

Definitivamente, Fronteras Electrónicas España era más pacífica:
quizás le faltaba el pelo de la dehesa. O quizás participaba del
ancestral miedo ibérico a los correajes y a los jinetes nocturnos que

    Pasan, si quieren pasar,
    y ocultan en la cabeza
    una vaga astronomía
    de pistolas inconcretas.

Libertarios, sí, pero a la española: en Free cabían todos, desde
anarcosindicalistas a socialistas libertarios, pasando por liberales
de derecha e izquierda de todo tipo de pelaje. Orígenes geográficos
diversos: charros, castúos, andaluces, cántabros, catalanes, y gente
tan de Bilbao, tan de Bilbao, que acabaron viviendo en Madrid. Todos
ellos en asamblea digital permanente, construyendo algo que ni ellos
mismos todavía entendían. Y lo más importante, algo inaudito teniendo
en cuenta que eran españoles: tolerándose.

Dejaron un buen número de comunicados, influyendo poderosamente en la
declaración de derechos de Internet que elaboró la Comisión Especial
de Redes Telemáticas del Senado español, comisión en la que David
Casacuberta tuvo una intervención histórica.

Fronteras Electrónicas España tomó en el año 2000 la decisión de
autodisolverse, al cumplirse buena parte de sus objetivos
fundacionales: conseguir que se considerase el ciberespacio como un
terreno en el que son exigibles idénticos derechos constitucionales
que en el mundo real. Hasta la aparición de Free, muchos
administradores de sistemas –informáticos y políticos- seguían
considerando que en las máquinas sólo habitaban unos y ceros, sobre
los que podía decidirse con sólo pulsar un botón. Con la indiferencia
del que aborta un proceso de datos.

En sólo cuatro años, los unos y los ceros habían adquirido la
ciudadanía digital.


2.3 La reivindicación del acceso universal y la formación de la
Asociación de Internautas.

Como ya he indicado, el ciberactivismo ibérico presenta un perfil
distinto en muchos aspectos al norteamericano. Si aquel está
fundamentalmente centrado en los derechos civiles y políticos “de
primera generación”, las reivindicaciones hispanas siempre han
presentado un cariz más social, haciendo mayor hincapié en los
derechos “de la igualdad” y “de la solidaridad”. Los derechos humanos
a la cultura y a la educación en el ámbito digital están condicionados
por la calidad del acceso a la Red.

A lo largo de la segunda mitad de los años 90, el gran caballo de
batalla de los internautas españoles fue la reivindicación de la
tarifa plana y el acceso universal a la Red. Telefónica consiguió
agrupar en su contra a todos los internautas descontentos, que
acabaron protagonizando huelgas de conexión en reivindicación de la
tarifa plana.

Como colofón del movimiento de protesta, el 10 de octubre de 1998 se
fundaba la Asociación de Internautas, una organización creada en
España el 10 de octubre de 1998 por militantes de diferentes
colectivos (Fronteras Electrónicas-FrEE, Grupo Tarifa Plana,
Plataforma La Huelga, Plataforma Tarifa Plana) con el fin de la
reivindicar una tarifa plana universal y asequible por la red
telefónica básica para las comunicaciones a través de Internet o de
cualquier otra red de similares características, existente o que se
pudiese crear en el futuro.

Once años después, la Asociación de Internautas sigue en plena
actividad, habiendo protagonizado innumerables reivindicaciones a
favor de los ciberderechos, por la seguridad en la Red, contra el
canon digital y a favor del derecho a la cultura.

Todo gracias a la codicia de Telefónica: si la Asociación de
Internautas no existiese, habría que volver a inventarla.


2.4. Kriptópolis y la LSSI.

Si la fauna del ciberactivismo ibérico presenta características
peculiares, un espécimen singular donde los haya es el internauta
cántabro responsable de la administración de Kriptópolis. Después de
una década tratándole, cruzando con él miles de correos electrónicos
-cifrados y sin cifrar- uno aún no sabe por donde van a salir los
rasgos atávicos prerromanos de tan curioso habitante de Santander.

Cántabro también, y de Solares, es el actual Ministro español del
Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que tachaba desde la oposición a la
LSSI como “Ley de censura del ciberespacio”, comprometiéndose en
nombre de su partido a derogarla, una vez recuperasen el poder.
Promesa que nunca se cumplió.

La campaña contra la Ley de Servicios de la Sociedad de la Información
y de Comercio Electrónico –vulgo LSSI-, iniciada por Kriptópolis el 8
de mayo de 2001, fue una gran movilización en contra de la censura en
Internet, que llegó incluso a aparecer reflejada en la prensa
internacional. Tuvo como origen la publicación del texto de un
anteproyecto de ley por parte del entonces Ministerio de Ciencia y
Tecnología, que despertó suspicacias por sus posibles efectos
perversos en materia de libertad de expresión.

A pesar del gran desgaste que el pulso contra la LSSI supuso para el
movimiento ciberactivista, sus originales formas de protesta –recogida
de firmas online, envíos masivos de correos electrónicos a distintas
autoridades, campañas de banners- acabarían creando escuela en
posteriores movilizaciones.

La lucha contra la LSSI aportó otra gran enseñanza: si algo
aprendieron los internautas, es que no se puede esperar absolutamente
nada del poder político tradicional.


2.5. El frente de la privacidad.

Otro rasgo diferenciador: frente a la paranoia antigubernamental de
los colectivos norteamericanos, los ciberactivistas españoles siempre
se han mostrado más combativos contra el espionaje corporativo de las
grandes empresas.

El control abusivo del correo de trabajadores centró las primeras
escaramuzas en el campo de la privacidad. Una preocupación que hoy se
antoja ingenua ante el extraordinario desarrollo de las técnicas de
monitorización y cibervigilancia.

La intimidad es un derecho en crisis, intensamente erosionado por el
extraordinario auge de los reality shows y la telebasura del corazón.
Hace apenas diez años, consideraríamos inverosímil que se pudiese
autorizar la monitorización física mediante telefonía móvil. Hoy es
algo trivial, la última moda en las redes sociales, y no será extraño
encontrar empresas que intentan imponerlo como acuerdo complementario
al contrato de trabajo.

El posible depósito gubernamental de claves de cifrado generó en 1998
protestas de Fronteras Electrónicas, y también en el año 2003 sendas
campañas de la Asociación de Internautas y del capítulo español de
CPSR.

Hoy en día, rodeados del exhibicionismo impúdico de Flickr, Tuenti o
Facebook, lo difícil es encontrar a alguien que todavía cifre su
correo.


2.6. Software libre y “copyleft”.

Hablar de software libre en España es hablar de Hispalinux, una
asociación fundada en 1997 por entusiastas seguidores de las cuatro
libertades básicas de los usuarios de software:

    * La libertad de usar el programa, con cualquier propósito.
    * La libertad de estudiar cómo funciona el programa, y adaptarlo a
tus necesidades.
    * La libertad de distribuir copias, con lo que puedes ayudar a tu vecino.
    * La libertad de mejorar el programa y hacer públicas las mejoras
a los demás, de modo que toda la comunidad se beneficie.

Creada a imagen y semejanza de la Free Software Foundation de Richard
Stallman, Hispalinux ha tenido una notable influencia en la promoción
del software libre en las administraciones públicas, consiguiendo que
diversas comunidades autónomas hayan impulsado distribuciones propias
de Linux.

En la línea ideológica del “copyleft”, cabe destacar también el papel
desempeñado por Creative Commons España, responsable de la traducción
y adaptación al derecho español de las licencias Creative Commons, así
como la iniciativa Coloriuris, de raigambre autóctona. Ambas
alternativas están siendo cada vez más utilizadas por diversas
instituciones públicas.

También dentro del movimiento por la libertad de copia y distribución
de las creaciones culturales, han surgido iniciativas ciudadanas de
todo tipo, como la Fundación Copyleft, el Partido Pirata o Exgae.net,
preocupadas por el creciente seguidismo de los poderes públicos hacia
las consignas de los lobbys de la propiedad intelectual.


2.7. Una mula pariendo libertad

Cuenta Heródoto, en el tercero de sus libros de la Historia, la burla
de los habitantes de Babilonia hacia el ejército que, a las órdenes de
Darío, había cercado la ciudad. Gritaban desde las murallas: “Cuando
paran las mulas, entonces nos rendiréis”. Sea verdad o leyenda –la
mula es por lo general estéril-, nos refiere Heródoto que una mula
parió, y tras ese parto monstruoso, cayó Babilonia.

De igual manera se burlaban los defensores del copyright de las
iniciativas copyleft. Hoy el copyright está sitiado, y la mula ha
parido libertad.

Así como Telefónica consiguió la unión de todos los internautas
españoles por la tarifa plana, la SGAE tiene el indudable mérito de
haber movilizado a gran parte de la sociedad española en pro del
derecho de acceso la cultura, sin las trabas impuestas por la
dictadura del copyright.

A lo largo de los últimos años se ha vivido la más feroz de las
guerras de Internet. Una guerra donde España se ha convertido en una
de las puntas de lanza frente al imperialismo cultural impuesto por
las multinacionales de la industria del entretenimiento. Hasta el
punto de convertirnos en el centro de todas sus iras.

Buena parte de culpa la tiene el “establishment” político y policial
español, extraordinariamente solícito a la hora de aprobar leyes u
organizar redadas en pro de los intereses corporativos de entidades de
gestión, productoras discográficas y cinematográficas, así como de la
boyante industria del videojuego.

Pocas veces tanto esfuerzo legislativo y policial ha sido tan inútil:
la letra del Boletín Oficial del Estado ha quedado en papel mojado,
frente a la realidad de una Red en la que, merced a las aplicaciones
P2P, se puede conseguir cualquier producto “cultural” de la industria
del entretenimiento.

Siempre, claro está, que el sufrido internauta pueda sufragar su
conexión a Internet, y el alquiler o hipoteca de la casa donde está la
conexión.


3. ¿Dónde estamos? El desencanto virtual.

    Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que
son el tener y el no tener, aunque ella al del tener se atenía; y el
día de hoy, mi señor don Quijote, antes se toma el pulso al haber que
al saber: un asno cubierto de oro parece mejor que un caballo
enalbardado.

Nunca nos regalan los derechos: o se conquistan, o se negocian. En
cualquiera de los dos casos, nunca salen gratis: siempre hay que poner
una libra de carne en la balanza.
Las revueltas sociales de los siglos XIX y XX conformaron el mundo en
que vivimos. A medida que el capitalismo se convertía en imperialismo,
y el imperialismo en globalización, fue necesario el desarrollo de
derechos sociales que permitiesen mejorar las condiciones de vida de
la población del mundo occidental. Pero esos derechos tenían una
contrapartida: se otorgaban a cambio de que los trabajadores
consumiesen.

Las luchas sociales se atenuaron, y durante las decenas de años que
duró la guerra fría, la alianza del consumo y el mercado fraguó el
gran triunfo del bloque occidental. Un triunfo que costó miles de
millones de excluidos: más allá de las fronteras del próspero
Occidente, las clases trabajadoras encargadas de aportar materia prima
y fuerza de trabajo a la maquinaria del sistema, sólo podían aspirar
al difícil equilibrio de derechos humanos y consumo si decidían
emigrar.

Todo iba bien en la sociedad de consumo... hasta que se dejó de consumir.


3.1. La subvención como subversión del pensamiento crítico.

    La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de
expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos
del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo
que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una
vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento
herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del
Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el
pensamiento depende de las palabras.

    “Los principios de neolengua”, apéndice de 1984, George Orwell

Si en algo ha mejorado la especie humana en los últimos decenios ha
sido en el uso del lenguaje, y muy especialmente en su utilización por
parte del poder. Es la seña de identidad del político profesional, el
estigma de los elegidos, el aura que otorga al líder su carisma
definitivo: el talento en la utilización de eufemismos.

Hay un largo recorrido: antes de que se denominase “desaceleración” a
la crisis económica, y “cohesión social” a la tregua en la lucha de
clases, hubo grandes inventos, como denominar “coexistencia pacífica”
a la guerra fría, o “países en vía de desarrollo” a la globalización
de la miseria.

El lenguaje políticamente correcto ha sido todo un hallazgo, y ha
permitido la perpetuación en el poder de la clase política
intermediaria que gestiona los desequilibrios del sistema. Un turnismo
liberal-socialdemócrata unido por las comisiones y los eufemismos en
lo universal.

El dominio del “neolenguaje” es al político profesional lo que las
oposiciones al funcionario: su garantía de un cargo vitalicio, del que
sólo se verá apeado si abusa de la corrupción.

Investido de su arsenal de eufemismos, el político occidental gestiona
el sistema, siendo su principal misión evitar una excesiva fricción
entre explotadores y explotados. Para ello cuenta con una variopinta
gama de aliados, unidos en su extraordinario apego a la subvención. Y
un objetivo común: la contención del pensamiento crítico.

Vivimos en un mundo extraordinariamente complejo. Las jerarquías
tradicionales han evolucionado con los sistemas políticos: Familia,
Tribu, Iglesia, Estado, Banca Internacional... En ese largo camino,
han ido apareciendo sucesivamente diferentes agentes sociales
tributarios del poder. Antes de ser lo que son, fueron contrapoderes.

Intelectuales y artistas con voz crítica, sindicatos libres y prensa
independiente han sido históricamente un contrapeso del poder, el
mejor antídoto contra cualquier dictadura. Y a la inversa:
intelectuales orgánicos, artistas del régimen, sindicatos amarillos y
prensa complaciente, los acólitos de la tiranía.

Pues bien, estamos en un momento histórico en el que el poder político
busca desesperadamente el silencio de artistas, prensa y sindicatos,
mediante el uso de la subvención. Subvenciones en forma de leyes a
medida, créditos oficiales, y un uso magnánimo de los presupuestos
generales del Estado. El objetivo es impedir a toda costa que el
descontento social causado por el empobrecimiento de la población
llegue a las pantallas, a las canciones, a las portadas de los
periódicos y a las pancartas de las manifestaciones.


3.2. Censura y menosprecio de la Red

Los grandes grupos multimedia que controlan la inmensa mayoría de los
medios de comunicación, y en particular las concesiones radiofónicas y
televisivas, tienen un serio problema con Internet. Durante demasiado
tiempo, el periodismo tradicional ha ejercido como intermediario entre
el poder público y los ciudadanos, de la misma forma que el poder
político ejerce como intermediario entre las diferentes fuerzas
sociales. En esa capacidad de mediación reside la fuerza de ambos
poderes.

La aparición de Internet supone un cambio en las relaciones de poder,
en la medida que provoca una paulatina desaparición de intermediarios,
que no obstante nunca será total: hoy más que nunca es necesaria la
existencia de comunicadores profesionales independientes, que ponderen
el verdadero valor de cada noticia. Pero el acceso masivo a la Red
provoca cambios en la anquilosada estructura de los medios de
comunicación de masas. Y esos cambios son observados primero con
recelo, después con miedo, y más tarde con desesperación. Todo lo cual
acaba propiciando una respuesta extraordinariamente agresiva frente a
la Red.

A lo largo de los últimos años se han ido sucediendo medidas legales
con un solo objetivo: endurecer el control administrativo sobre
Internet. Medidas legales que han sido sistemáticamente aplaudidas por
los mismos medios que demonizaban la Red desde los telediarios en
prime time.


3.3. De ciberlibertarios a ciberdictadores.

El miedo es una emoción primaria, y como tal emoción, en ocasiones
sobrevive a la causa que lo originó. Una vez instalado el terror a
Internet, la mala prensa sobre la Red se convierte en un lugar común.
Y queda grabado a fuego en el inconsciente colectivo de los mass
media, por mucho que cambie la Red.

Y la cuestión es que ha cambiado mucho. Internet ya no es el paraíso
libertario de los orígenes: el dinero lo cambió todo.

Los años 90 vivieron los grandes “ciberpelotazos” de las operadoras de
telecomunicaciones, y acabaron por hinchar la burbuja especulativa que
provocó la caída de las puntocom. Pero el gusto por el dinero fácil
nunca desaparece, sólo cambia de forma.

En el camino, desaparecen muchos principios altruistas. No hay nada
que no esté contado ya: es la historia de las grandes corporaciones
tecnológicas, de Microsoft a Google. Cuando los derechos humanos, en
China o en cualquier parte del mundo, pueden representar un obstáculo
para el negocio, las sociedades mercantiles actúan conforme a su
naturaleza profunda.

He hablado de Microsoft y Google por lo que representan, cada una en
su campo. El control del código binario -la verdadera ley de Internet-
en el caso de la primera. El control de los impulsos primarios del
público, en el caso de la segunda. El control del mercado y de la
privacidad en todos los casos.

Pero tal como es arriba es abajo. Y junto a los grandes hermanos
políticos, mediáticos y tecnológicos, progresan como musarañas
evolutivas decenas de miles de pequeños hermanos. Cada uno de ellos
con un pan bajo el brazo, y un patológico desprecio por todos los
ciberderechos que no sean el suyo: la privacidad y la libertad de
expresión de los usuarios no es una de sus prioridades.

Blogs, redes sociales, web 2.0. Muchas formas de denominar la
conversación masiva entre usuarios, que algunos aspiran a dirigir
desde sus pequeñas tribunas mediáticas. Como quien intenta surfear
sobre un tsunami.

El fenómeno de las redes sociales ha monopolizado buena parte de las
noticias sobre Internet en los últimos años, siendo especialmente
significativas las agresiones a la privacidad. Fotos y vídeos de
menores han proliferado por doquier, en un viaje sin retorno desde la
Red a la telebasura y los titulares amarillistas.

No menos preocupante han sido los intentos de apropiarse de la
creación individual y colectiva de los usuarios, con imposiciones
unilaterales de cláusulas abusivas, como la que dio origen a la
revuelta contra Facebook. Un movimiento social esperanzador, éste
último, pero limitado por el momento al ámbito de la Red.

En el campo de la blogosfera, muchas desilusiones en el terreno
español. Quizás esperábamos mucho más de la juventud y espontaneidad
del medio: como muchos de sus protagonistas, la blogosfera ibérica ha
envejecido muy pronto y muy mal. Los blogs and beers son terribles
para los michelines, especialmente los del alma.

En fin, quién sabe: quizás desde la web 2.0 española se repita alguno
de los gloriosos ciberpelotazos de los 90, pero por el momento se ha
conseguido más bien poco. Algún viaje -de ida y vuelta- de los blogs a
los grupos mediáticos, alguna conferencia, alguna cena. Y algún efecto
divertido, como el repentino interés de los políticos profesionales
por el diseño de blogs: síntoma inequívoco de que la cosa se está
poniendo de un rancio que asusta.


4. ¿A dónde vamos? El gran reto del ciberactivismo: asaltar la Realidad.

    Si los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo, los
escritores de ciencia ficción son sus bufones de corte. Somos Payasos
Sabios que podemos saltar, dar cabriolas, hacer profecías y rascarnos
en público. Podemos jugar con Grandes Ideas porque el extravagante
colorido de nuestros orígenes de revista barata nos hace parecer
inofensivos.

    Bruce Sterling, en el prólogo a “Quemando Cromo”, de William Gibson.

Les advertía al principio sobre mi escaso bagaje filosófico y mi
descreimiento jurídico. A ello debo añadir que no aspiro tampoco al
puesto de profeta o gurú de la revuelta. En primer lugar, porque ya
sobran candidatos para ello. Pero la razón más importante es que los
escritores de ciencia ficción ya nos advirtieron de lo que vendría:
como eran bufones de corte despreciados por los artistas del régimen,
no les hicimos caso.

Si quieren saber lo que va a pasar, lean a Dick, a Scott Card, al
propio Sterling: la realidad superará con mucho la ficción. El ser
humano no ha llegado por casualidad a donde está: el momento histórico
en el que puede decidir si arruina definitivamente el planeta, o le da
una oportunidad controlando su propia evolución. Y aún así, dudo mucho
que la ingeniería genética sea capaz de suprimir la codicia en
nuestros genes.

Internet es una extensión de la naturaleza humana, y como tal está
condicionada por nuestros más bajos instintos. Los intentos del poder
político por controlarla no harán sino empeorar el resultado. Mientras
tanto, nos quedan por delante décadas de diversión.


4.1. La paulatina reconversión de los intermediarios.

Los intermediarios nunca desaparecerán del todo, pero si algo permite
Internet es suprimir las barreras artificiales en la comunicación
entre personas, y con ellas, la posición de privilegio que han venido
desempeñando determinados profesionales de la política, la economía y
la información.

Podemos tener un tímido indicio de lo que está por venir observando
los bruscos cambios que afronta la industria del entretenimiento. Su
función moduladora de los gustos del público está siendo muy
condicionada por las inmensas posibilidades que ofrece Internet para
el acceso a todo tipo de contenidos. Es posible una comunicación
directa entre creadores y público, especialmente cuando los límites
entre ambos roles tienden a difuminarse.

¿Desaparecerán por el camino los gestores culturales especializados en
el adoctrinamiento de masas? ¿Sustituirán las compañías de
telecomunicaciones a las grandes productoras de contenidos musicales y
cinematográficos? El resultado de la batalla es incierto, pero si algo
está claro es que se reducirá el número de intermediarios.

Idéntico adelgazamiento está experimentando ya la industria de la
información. El aumento de competidores en todos los frentes ha
propiciado una guerra de precios en la industria publicitaria, que
amenaza con arrastrar tras de sí a históricas cabeceras periodísticas.
Y sólo es el comienzo.

Observando lo que ocurre en el campo del entretenimiento y la
información ¿cabe una extrapolación al terreno político? La relación
entre electores y elegidos, la conformación de nuestro
parlamentarismo, se basa en modelos de la sociedad agraria y
preindustrial de finales del siglo XVIII. ¿Está justificado mantener
dicho modelo en un mundo en que los ciudadanos pueden relacionarse
directamente con el poder?

Es más ¿está justificada la opacidad y la burocracia de la
Administración? ¿No sería más democrática y transparente una
Administración donde todos los ciudadanos tuviesen acceso a toda la
información sobre los concursos públicos?

La velocidad de las comunicaciones trastocará necesariamente las
relaciones económicas. Las grandes empresas de distribución, que
imponen su particular dictadura tanto a productores como a
consumidores, quizás tengan menos sentido cuando el comercio
electrónico acerque de verdad a los dos extremos de la cadena
económica.

Pero al mismo tiempo que unos intermediarios se extinguen, aparecen
nuevas oportunidades de negocio. Pensemos, por ejemplo, en el caso de
la AppStore, y las inmensas posibilidades que puede ofrecer en otros
sectores: intermediarios que ponen en contacto directo al creador de
contenidos con sus consumidores.

¿Es posible trasladar un negocio similar al ámbito financiero,
intermediando entre los titulares de depósitos y las personas
necesitadas de crédito? ¿Toleraría el sistema una banca P2P?

En este momento, todo son hipótesis de futuros posibles. En lo único
que podemos estar seguros, es que la brecha digital no hará sino
aumentar la distancia entre las sociedades avanzadas y el enorme
ejército de los excluidos.


4.2. Herramientas para la resistencia.

La caída de los regímenes comunistas, junto a innegables mejoras en el
acceso de su población a los derechos civiles y políticos, nos
enfrentó de bruces a una amarga realidad: cuando cae el aparato
burocrático de un Estado, es sustituido de inmediato por un aparato no
menos corrupto: el de las mafias.

La corrupción, endémica en los sistemas políticos autoritarios, es
también creciente en las democracias formales. Si bien es cierto que a
mayor poder, mayor corrupción, no es menos cierto que la
descentralización del poder conlleva la diseminación de la corrupción
en una economía de escala.

Cuando los contrapesos entre los diferentes poderes del estado no son
suficientes para contener la corrupción, los ciudadanos pueden acabar
viéndose obligados a ventilar el sistema: se hace muy difícil convivir
con la mordida institucionalizada. En esas circunstancias es cuando se
evidencia el poder revolucionario de la Red, como herramienta al
servicio de la ciudadanía.

La tecnología desempeñó un papel muy relevante en los últimos días del
gabinete Aznar. Tras las grandes movilizaciones contra la guerra de
Irak, propiciadas desde listas de correo de Internet, los idus de
marzo conocieron dos caras terribles de la telefonía GSM: su
utilización como detonador, y su alternativa liberadora en la
convocatoria de “flash mobs”.

Las nuevas tecnologías cambian la forma de ejercer los derechos. Pero
en última instancia, los derechos de reunión y manifestación quedan en
letra muerta si no se ejercitan: de nada nos sirven si no pensamos
movernos del sillón.

Quizás el gran reto del siglo XXI no sea más que éste: entender que no
podemos confiar en nadie más que en nosotros mismos. Entender que si
de verdad es cierto que la soberanía reside en el pueblo, ha llegado
la hora de que el pueblo ejerza sus propias responsabilidades de forma
directa, sin delegaciones ni intermediarios.

Más allá de la crisis económica, vivimos una crisis de sistema.
Nuestros intermediarios políticos han demostrado su inutilidad para
gestionar los inmensos desequilibrios que genera un sistema social
injusto. Pero de poco sirve quejarnos de ellos, mientras nos
desentendemos de la toma de decisiones que sólo a nosotros nos
corresponden.

Sólo cuando el Estado y el Mercado nos dejen sin protección social,
empezaremos a entender que sólo somos partículas elementales, que nada
pueden conseguir en solitario. Tenemos que reconstruir en el mundo
real, y no sólo en Internet, las redes sociales destruidas por el
individualismo salvaje. Y eso sólo puede hacerse llevando nuestra
asamblea virtual permanente a las calles, a las fábricas, a los
despachos.

Ha llegado el momento de que los habitantes de la sociedad conectada
se pongan de pie, abandonando el sedentarismo del consumidor
indolente. Las pantallas son armas de doble uso: pueden servir tanto
para comunicarnos como para encadenarnos. De nosotros depende, en
última instancia, escoger el camino.

Tenemos las herramientas, Internet y los ciberderechos: ha llegado la
hora de utilizarlas en el mundo real. Comenzaba esta conferencia con
una cita de Philip K. Dick, quien nos dejó antes de morir una pregunta
sin contestar. Quizás su respuesta esté en las palabras de otro gran
autor de ciencia ficción, con las que finaliza su obra más cercana a
la realidad.

Les dejo con Neal Stephenson, “En el principio... fue la línea de comandos”:

    “¿Qué diría el ingeniero, una vez hubieras explicado tu problema y
enumerado todas las insatisfacciones de tu vida? Probablemente te
diría que la vida es una cosa muy difícil y complicada; que ninguna
interfaz puede cambiar eso; que cualquiera que crea lo contrario es un
imbécil; y que si no te gusta que escojan por ti, deberías empezar a
elegir por ti mismo.”

Carlos Sánchez Almeida.
La Casa Encendida, Madrid, 12 de Marzo de 2009

-- 
Diego Saravia
Diego.Saravia en gmail.com
NO FUNCIONA->dsa en unsa.edu.ar



Más información sobre la lista de distribución Solar-general