[Solar-general] Los hoaxes y los funcionarios de gobierno

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Mie Feb 25 11:46:09 CET 2009


Interesante que suceda esto, que e un funcionario de gobierno publique
en un diario a raíz de un hoax. Además lo explica bien, aunque habla
solo de un caso particular y no usa la palabra hoax. Conocerá el sitio
Rompecadenas?  (http://www.rompecadenas.com.ar/hoaxes.htm)

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Sáquennos las manos de encima
Por Eva Giberti

Hace años nos mandaban por carta “cadenas” encomendándonos a santos y
a figuras sagradas con una advertencia: “Envíe esta cadena a diez
amigos y no la corte porque Fulana que la interrumpió tuvo un grave
accidente el mismo día que tiró la carta”. Ahora aparecen mediante los
correos electrónicos. Por ejemplo, contamos con una que incorpora el
logotipo de la Policía Federal Argentina destinada a “prevenir la
violación de mujeres” y que finaliza con un pedido: “Envíe este
material a las mujeres que conozca y también a los hombres, que a su
vez pueden reenviarlo a sus amigas, esposas, hijas, novias, en fin...
Son cosas simples, pero pueden evitar traumas y hasta salvar una
vida”.

Este admonitorio final está precedido por una pretendida estadística:
se habría entrevistado a 750 violadores para descubrir cómo eligen una
víctima potencial. Así nos enteramos de que los violadores antes de
elegir a su víctima analizan su peinado: “Es más probable que ellos
ataquen una mujer con un peinado tipo cola de caballo, trenzado o
cualquier otro peinado que sea posible tironear más fácilmente.
También que ataquen mujeres con cabellos largos. Las mujeres con
cabellos cortos no son blancos comunes”. Afirmación que torna
recomendable el corte de cabello casi al ras del cuero cabelludo.

Los violadores también observan si la mujer lleva ropa “fácil de
arrancar rápidamente”, lo cual garantiza el éxito de los jeans
apretados (contra todo consejo ginecológico que advierte en contra).
Los horarios del día que preferirían los violadores: “Entre las 5 y
las 8.30, y después de las 22.30”. Es decir, que durante el resto del
día no existirían riesgos ciertos.

Un capítulo aparte está destinado a los paraguas: “No atacan mujeres
que cargan paraguas u objetos que puedan ser usados como arma a una
cierta distancia”; las más expuestas son las que empuñan celular y
están distraídas.

El documento que circula por Internet, y que algunas organizaciones
difunden, tiende a crear la ilusión de claves para “no ser violadas”,
para “quedarse tranquilas” siempre y cuando se corten el cabello,
enarbolen un paraguas cuando andan por la calle, utilicen ropa
“difícil” de arrancar (y obviamente que no sea provocativa), salgan de
sus casas después de las 9 y regresen antes de las 22.30 y jamás
utilicen sus celulares fuera del hogar (recordemos que las
estadísticas evidencian que el 60 por ciento de las violaciones está a
cargo de conocidos y familiares). Y siempre deben obedecer sus
instintos (los de ella): “Esté siempre atenta a lo que pasa detrás
suyo. Si percibe algún comportamiento extraño, siga sus instintos. Es
preferible quedar medio desubicada en el momento, pero tenga la
certeza de que quedaría mucho peor si el sujeto realmente atacase”. No
se le vaya a ocurrir que, de acuerdo con las actuales propuestas de
Naciones Unidas, las mujeres debemos exigir ciudades seguras. En
cambio se trata de cuidar personalmente la propia retaguardia y
revolear un carterazo hacia atrás, por las dudas. Interesa la
valoración de nuestros instintos que nos conducirán a llevar el
cabello como más nos guste, vestirnos como queremos, pasear por las
calles de nuestras ciudades a cualquier hora y hablar –celular
mediante– cuando transitamos avenidas y empedrados. O sea, hacer lo
que mejor nos parezca.

Como tengo a mi cargo un Programa –que depende del Ministerio de
Justicia, Seguridad y Derechos Humanos– que se ocupa de la atención
inmediata de mujeres víctimas de violación, harta de leer estas
recomendaciones que enmascaran descalificaciones y agresiones contra
el género, decidí preguntarle al jefe de la Policía Federal si este
decálogo provenía de esa institución. La desmentida, por escrito, fue
rotunda. Esa página que ostenta el sello oficial de la institución no
fue creada oficialmente por ella. Esa aclaración ya figuraba en
Internet.

¿Por qué logra semejante éxito de distribución un texto que es
denigratorio de la inteligencia de las mujeres? ¿Existirá una
estadística realizada a 750 violadores seriales o principiantes con
preguntas del tipo: “Usted, ¿cómo elige a su víctima?”. O bien,
aplicando la técnica de la pregunta indirecta, seleccionando entre sus
respuestas las que serían sus preferencias. En nuestro país, ¿contamos
con múltiples equipos de profesionales destinados a analizar las
características de los violadores? De lo que estamos seguros es de que
de acuerdo con sus derechos se los deja en libertad después de haber
cumplido con un tiempo de condena, y posteriormente los reencontramos
como reincidentes. Pero ése es otro tema. También es otro tema la
desconfianza que la víctima despierta en algunos ámbitos judiciales,
suponiendo que no existió violación sino consentimiento; existe cierta
conexión entre el documento que analizo y, desde otra perspectiva
–semejante–, suponer que la víctima pudo evitar la consumación del
delito (como se lo “enseñan” las recomendaciones mencionadas).

La estrategia encubierta del documento –y que abunda en otras
consideraciones– apunta a recordarles a las mujeres que somos
violables. A enfatizar la figura temible del violador como algo
inevitable, poderoso, inextinguible a través de los tiempos y además
recordarlo reiteradamente, en la pantalla de la computadora, para que
no nos olvidemos que nuestros cuerpos son sustancias deseables para
ejercitar el abuso de poder que sostiene el placer del violador. Al
que tampoco le importará nuestra vida, como claramente lo dice la
advertencia final que se dirige a los “hombres buenos” para que les
enseñen a las mujeres cómo cuidarse.

Se trata de infundir miedo y no de advertir que efectivamente los
violadores andan sueltos y que cada uno aplica su propia modalidad, de
manera que aconsejar defenderse –como exitosamente pueden contar
algunas mujeres– tiene su contrapartida en los violadores armados
dispuestos a otra clase de ataque.

Por el contrario, existe buen cuidado de no difundir que es necesario
identificar a los violadores y detenerlos, para lo cual contamos
exclusivamente con el testimonio de las víctimas.

“¡Ah, sí! ¡Pero cuando una mujer violada concurre a la comisaría, le
hacen preguntas que una no está en condiciones ni en ánimo de
contestar!” Así sucedía y quizás ocurre en alguna región. No sucede de
ese modo en la Ciudad de Buenos Aires, donde la Policía Federal, ante
una mujer violada que recurre a la comisaría más cercana del hecho,
tiene la obligación de llamar al Equipo Especializado que atiende
Violencias contra la Integridad Sexual. Llegamos a la seccional
velozmente para que esa víctima sólo deba dialogar con la psicóloga y
la trabajadora social que se hacen presentes. Y hablan con ella el
tiempo necesario antes de trasladarla al hospital donde se la
asistirá, ya que se trata de impedir la infección del VIH y un posible
embarazo.

A partir de allí se la acompaña y se espera que durante las primeras
horas esa mujer se recupere y pueda: 1) mantener la denuncia; 2)
identificar al violador, ya sea en las pantallas donde figuran
registrados los conocidos o mediante un identikit.

No será eficaz continuar reclamando la detención de los violadores si
las víctimas no asumen estos dos momentos, si no se las asesora para
que puedan reconocer que son parte de un problema mundial, social y de
género, en el cual han quedado comprometidas por solidaridad con otras
mujeres y que puedan colaborar en el esclarecimiento a cargo del
equipo formado por otras mujeres. Las víctimas de violación, como ha
sido comprobado, pueden ser personas activas y luchadoras solidarias
cuando se las acompaña en el reclamo ante el Estado que tiene la
obligación de detener a los violadores. Una vez detenidos,
discutiremos otros temas.

Las víctimas que, sobrepasadas por el asco y el sufrimiento, recurren
a su domicilio para bañarse, anulan definitivamente la posibilidad de
localizar al delincuente, porque borran la huella seminal que contiene
el ADN orientador para localizar al sujeto. Pero no es esta
advertencia la que circula por Internet sino la recomendación –de
corte fetichista– que apunta al largo de sus cabellos y al emblema
fálico del paraguas en ristre.

Entre las “protecciones” de ese documento no figura, por ejemplo, algo
que la experiencia demuestra fundamental: no subir sola a un ascensor
con un desconocido y no abrir la puerta de calle del consorcio a un
sujeto que “casualmente llega en ese momento”. Tampoco se habla de
decidirse a denunciar al familiar o al amigo de la familia que la
acorraló aprovechando la confianza o convivencia; en estas
violaciones, el delincuente ha tenido tiempo para estudiar sus
costumbres y cuenta con “la ventaja” de la que supone discreción de la
víctima “para no crear un problema familiar”. Sabe también que ella no
gritará “¡Fuego!” como recomiendan los protectores que escribieron ese
documento.

La difusión de textos como el que menciono –que además utilizan el
logo de la Policía Federal– tiende a confundir a la comunidad y a
promover una imagen de desvalimiento de las mujeres, impregnada por la
creencia en la estupidez del género, que se supone repetirá esas
afirmaciones sin verificarlas.

Sugiero atención permanente frente a quienes pretenden cuidarnos.
Recordemos la antigua consigna: “Sáquennos las manos de encima si
quieren acompañarnos”.
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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/contratapa/13-120485.html

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Pablo Manuel Rizzo
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"No hay camino hacia la Libertad,
la Libertad es el camino" - Gandhi
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