[Solar-general] Fwd: Entrevista a Santiago Lopez Petit,
esta semana en Buenos Aires
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Lun Ago 31 16:32:13 CEST 2009
DIALOGOS › SANTIAGO LOPEZ PETIT, FILOSOFO, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE
BARCELONA
“Tenemos que liberarnos de lo que la realidad nos obliga a serâ€
Militante de las corrientes de AutonomÃa Obrera en los años ’70, el catalán
López Petit señala la coincidencia de capitalismo y realidad y que esta última
se constituye en el problema porque queremos cambiarla. Vivir ya es un hecho
de resistencia.
Por Veronica Gago
–Usted dice que hoy la realidad misma se ha hecho capitalista y “no deja nada
afueraâ€. ¿Cómo entender entonces las experiencias de resistencia?
–Cuando digo que la realidad y el capitalismo coinciden, y que por tanto, no
queda nada afuera, no hago un discurso de la impotencia, del no se puede ya
hacer nada. Evidentemente que existen experiencias de lucha. Evidentemente que
se sigue luchando, porque en muchas ocasiones la vida obliga a luchar. Eso es
innegable. La pregunta clave es si estas experiencias de lucha –desde la
resistencia a la precariedad y a la exclusión pasando por el “No a la guerraâ€â€“
abren verdaderamente caminos de liberación. Más bien parece que no es asÃ. Una
sensación generalizada de impotencia y de escepticismo paralizante se extiende
y nos acompaña. Eso es lo que deseo combatir y creo que la tesis de la
coincidencia entre capitalismo y realidad es, paradójicamente, un buen punto
de partida ya que contiene el mÃnimo autoengaño necesario para luchar.
–¿En qué sentido?
–La tesis que afirma la coincidencia entre realidad y capitalismo es una tesis
histórica, filosófica y polÃtica. Histórica porque señala nuestra entrada en la
época global y explica, asimismo, el proceso que ha conducido a ella;
filosófica, porque considera que esta realidad hecha una con el capitalismo,
esta realidad única, y que a la vez se indetermina en sus múltiples caras
(evanescente, oculta, obvia), se ha convertido en nuestro problema
fundamental; y polÃtica, ya que la realidad se constituye en nuestro problema
en la medida que queremos cambiarla. La tesis de la coincidencia entre
capitalismo y realidad plantea, en definitiva, la pregunta fundamental: ¿es
posible intervenir polÃticamente de un modo crÃtico y radical en una época
pospolÃtica, es decir, en una época que parece haber bloqueado todo intento de
verdadera transformación social?
–¿Cómo contesta usted esa pregunta?
–Es válido y más cierto que nunca, que vivir significa resistirse al poder, a
los hechos, a la realidad. Lo que sucede es que esta resistencia se ha hecho
más complicada ya que somos Ãntimamente capitalismo: nuestra vida, la vida de
cada uno, es profundamente capitalista. Pero, a la vez que aumentan las
dificultades a la hora de resistir –y ésa es una constatación ampliamente
compartida– la propia resistencia se hace necesariamente más radical. Más
radical en el sentido de que hay que ir a la raÃz de lo que somos, partir de
nuestro querer vivir. En otras palabras, resistir es cada vez más
resistir(se). Este pequeño desplazamiento es fundamental. La reflexividad que
el castellano nos permite introducir en el verbo “resistir†es la marca en el
lenguaje de lo que decimos y también una vÃa de salida.
–Desde esta perspectiva, ¿cuál es la lectura y/o el balance de luchas
recientes en las que usted ha participado tales como la ocupación de viviendas
y las manifestaciones contra la guerra?
–Las experiencias de lucha de las que habla, en cierta medida prolongan lo
anterior. Creo que las luchas más interesantes de los últimos años son las que
han sabido inventar gestos radicales. Un gesto radical no es una gesticulación
claro está. Es una práctica que sostenida en el tiempo permite interrumpir las
relaciones de sentido, de poder y de explotación. Tomemos un ejemplo: la
ocupación de un edificio deshabitado. Cuando se ocupa colectivamente un edificio
para convertirlo en centro social, se pone en marcha un gesto que afirma: “esto
es un espacio de libertad y de vidaâ€. Lo que constituye una auténtica
provocación, pero todo gesto radical es siempre, por lo menos al comienzo, una
provocación. La ocupación implica, en verdad, un proceso de desocupación del
espacio. El espacio ocupado se vacÃa de “relaciones mercantiles, de relaciones
de poder†evidentemente hasta cierto punto. Más allá del éxito o fracaso del
ciclo de la ocupación –me estoy refiriendo a Europa– está claro que la
ocupación al emplear el espacio como palanca interrumpe el funcionamiento de
la realidad, la ataca. El movimiento antiglobalización, por su parte, tuvo su
momento de mayor éxito cuando pudo plasmar el gesto radical que defendÃa:
“esta cumbre de jefes de Estado no va a tener lugarâ€. Y este ejemplo es
interesante para mostrar la poca importancia de las argumentaciones y, en
definitiva, de la consigna “otro mundo es posibleâ€. Lo crucial era el gesto
radical que desbarataba el enfrentamiento medido en términos de correlación de
fuerzas y acorralaba al poder. Por eso en Génova el poder tuvo que matar como
única manera de cortar un movimiento que escapaba a su control.
–¿HabrÃa entonces diversos tipos de gestos que confluyen en el ataque a la
realidad?
–Ciertamente hay más gestos radicales y no todos son comparables. Algunos
abren verdaderamente espacios del anonimato al territorializarse. Otros no
superan el lÃmite que la provocación lleva en sà misma. En todo caso lo que me
parece interesante es que los gestos radicales asociados a estas experiencias
de lucha, y otros muchos que colectivamente puedan inventarse, atacan la
realidad. Atacan la realidad por cuanto ponen la interrupción en un primer
plano. Interrupción como he dicho de las relaciones de poder, etc. Pero sobre
todo, interrupción del sentido común. El sentido común es lo que, en última
instancia, permite que la obviedad proteja la realidad. Por eso atacar la
realidad es antes que nada agujerear la obviedad.
–El poder hoy, según su último libro, se expresa y actúa como “poder
terapéuticoâ€. ¿Qué significa? ¿Por qué logra ser efectivo de este modo?
–La realidad que nos oprime es la propia realidad que construimos viviendo. O
lo que es lo mismo, la realidad se construye a partir de la movilización de
nuestra vida. Hoy cada uno de nosotros es una vida movilizada que tiene que
hacer un esfuerzo inmenso para constituirse y no caer en la muerte social de
la exclusión. Ciertamente no todas las vidas son iguales y la movilización es
estratificadora. Unos son emprendedores (empresarios de sà mismos), otros
precarios o simples marionetas, otros sombras estigmatizadas. Pero en todos
los casos, vivir no es vivir. Vivir es gestionar la propia vida. Esta gestión
puede ser la simple gestión de un currÃculum vitae o la dura supervivencia por
salvar la propia vida. Lo que sà es común es el hecho decisivo de que la
movilización –una movilización que tiene un carácter global– tritura nuestras
vidas. Por esa razón el poder tiene que convertirse en poder terapéutico, y la
polÃtica en gestión (productiva) de ese malestar. La polÃtica se aproxima a la
terapia ya que su función consiste en mantenernos con el mÃnimo de vida, en
capitalizar nuestra vulnerabilidad. En esta sociedad estamos condenados a ser
tan sólo una vida sostenible al borde de la crisis. O dicho más concretamente:
el poder terapéutico tiene como objetivo principal imponer la persistencia del
ser precario que es el único ser que podemos ser. El ser precario tiene que
persistir porque comporta un tipo de vulnerabilidad que produce el máximo de
beneficios para el capital. La precariedad no es por tanto meramente laboral.
La precariedad configura nuestro ser y transforma el hecho mismo de vivir. En
definitiva, el poder se hace terapéutico para permitirnos aguantar. “Aguantarâ€
quiere decir funcionar como piezas de esta movilización insensata en la que se
(auto)reproduce esa realidad obvia.
–¿Cómo se ubica en relación con el más clásico poder represivo?
–Es importante aclarar que el poder terapéutico no es solamente la
medicalización generalizada. En la escuela al niño hiperactivo se le dan
medicamentos para calmarlo; tomamos somnÃferos para poder dormir e ir a
trabajar; tomamos antidepresivos cuando estamos sencillamente tristes. El
poder terapéutico gestiona, como ya hemos dicho, nuestra vulnerabilidad. Hace
que nuestra vida privada no nos ahogue, hace que sea más soportable. Esto en
el mejor de los casos. A menudo, el poder terapéutico es el mero reciclaje de
las vidas que sobran. El poder terapéutico, no es en absoluto un poder blando
si bien su modo de reprimir es distinto. Incluso en ocasiones podemos hablar
de un verdadero estado de excepción terapéutico. ¿Qué es si no lo sucedido en
México y Argentina con la gripe A?
–¿Se puede decir que el malestar como “cuestión social†ha reemplazado a lo
que este término clásicamente referÃa: el problema de los pobres y los
marginales? ¿Por qué?
–Creo que una de las conclusiones más importantes de lo que llevamos dicho es
el nuevo estatuto de la vida. Al confundirse la movilización global con el
propio vivir, la vida misma se convierte en una cárcel. La propia vida se
constituye como la forma de dominio más perfecta. Entonces la crÃtica de la
economÃa polÃtica se queda corta por mucho que se hable de biopoder, ya que
estamos más allá de la economÃa polÃtica desde el momento en que hemos puesto
la realidad como nuestro verdadero problema polÃtico. Es viviendo como
reproducimos esta realidad obvia y capitalista que se nos cae encima y nos
oprime. Pero a continuación hay que añadir, en seguida, que si bien la vida es
la forma misma del dominio, también constituye el campo de batalla. Y aquà es
donde aparece la cuestión del malestar social. La movilización global que
(re)produce esta realidad, que nos clava en el cuerpo la marca (comercial) que
somos, genera profundo malestar. Las enfermedades del vacÃo (depresión,
estados de pánico, etc.) se extienden de modo epidémico, en la misma medida
que lo hace la precarización. Y con la movilización global una nueva cuestión
social se abre paso: el malestar. Pero no hay que confundirse. El malestar no
es un simple estado psicológico. El malestar es querer vivir y no poder
hacerlo. Y la dificultad máxima que nos encontramos al querer vivir es la
pobreza. En nuestro mundo globalizado, la miseria de la abundancia es también
la abundancia de la miseria. Nuestro malestar nace de la imposibilidad de ser
dueños de nuestra propia vida, de la imposibilidad de expresar una resistencia
común y liberadora contra esta permanente movilización en que se ha convertido
la vida. Ahora podemos reformular nuestro objetivo: atacar la realidad es
politizar el malestar social, politizar nuestro estar-mal. Lo que nos llevarÃa
necesariamente a plantearnos qué es politizarse hoy.
–En este sentido, usted habla de la fuerza del anonimato como arma polÃtica,
¿por qué? Usted incluso sugiere una relación con el. “¡Que se vayan todos!â€
argentino ¿Cómo serÃa?
–SÃ, la fuerza del anonimato es para mà fundamental. La cuestión que se
plantea es la siguiente: ¿existe una fuerza polÃtica que pueda atacar esta
realidad que tan sólo hemos empezado a definir? Si analizamos algunas
experiencias de resistencia de los últimos tiempos, siempre nos encontramos
con un fuerte componente anónimo. Anónimos son los que en las periferias de
ParÃs queman coches, anónimos son los que salieron a la calle en Madrid con
ocasión del atentado del 11-M del 2004 a manifestarse contra Aznar, anónimos
eran los argentinos que exigÃan que todos los polÃticos se fueran. PodrÃamos
poner más ejemplos. La novedad de estos movimientos reside en que no se trata
de sujetos polÃticos en un sentido clásico porque no buscan un reconocimiento
polÃtico mediante la visibilización. Al contrario, estos movimientos huyen de
la forma sujeto, y se constituyen como verdaderos espacios del anonimato, como
agujeros negros abiertos en la realidad. La polÃtica tradicional que persigue
siempre hacer inteligible la realidad se halla impotente frente a ellos. Por
lo demás, la izquierda más radical a menudo tampoco sabe qué hacer con ellos
ya que siempre los ven como deficitarios, como incapaces de hacer polÃtica
puesto que no poseen un proyecto polÃtico definido. Y ésa es, en cambio, su
fuerza. Si la fuerza del anonimato puede desfigurar la realidad es precisamente
por ser una fuerza anónima. Una fuerza anónima es una fuerza extraña y
paradójica cuyo máximo poder se basa en su no-poder. La fuerza del anonimato,
en el fondo, no es más que la fuerza del querer vivir. Atacar la realidad es
clavar en ella un espacio del anonimato. ¿Y qué son los espacios del
anonimato? Son todo y son nada. Son el ritmo repetido del gesto radical que ha
interrumpido la movilización global. Son los espacios en los que la gente
pierde el miedo y hace de su querer vivir un desafÃo.
–Finalmente, ¿a qué se refiere con la propuesta de una “polÃtica nocturnaâ€?
–Con el término polÃtica nocturna intento sintetizar la propuesta que he
presentado. La polÃtica nocturna –como la propia palabra lo indica– se sitúa
más allá del proyecto ilustrado, o dicho más concretamente, más allá de la
crisis de las categorÃas polÃticas modernas. Estado-nación, democracia, sujeto
polÃtico, son categorÃas en crisis, porque la misma noción de espacio polÃtico
está en crisis. La polÃtica moderna era un intento de hacer inteligible lo
social, y esa inteligibilidad suponÃa una visibilización que pasaba siempre
por la forma de la representación. La polÃtica moderna más revolucionaria
comprendÃa ese proceso de representación bajo un horizonte emancipatorio que
debÃa hacerse realidad algún dÃa. La polÃtica nocturna dice que ese dÃa no
llegará, que tenemos que olvidarnos de los horizontes, y que eso,
paradójicamente, nos hará más libres porque nos va a permitir luchar.
–¿Es una polÃtica disutópica entonces?
–En el fondo la polÃtica nocturna es una polÃtica desesperada. Desesperada por
encontrar algo en lo que creer. Pero la polÃtica nocturna va a encontrar en el
querer vivir esa idea en la que creer, porque al final sólo queda creer en lo
que nos hace vivir. ¿Y lo que nos hace vivir no es precisamente el querer
vivir? La polÃtica nocturna es por tanto una polÃtica del querer vivir. Su
caja de herramientas está formada por gestos radicales, travesÃas del
nihilismo, tierras de nadie que desafÃan la realidad. Articulada en torno de
la trÃada fuerza del anonimato-interioridad común-espacios del anonimato,
quiere hacer del querer vivir de cada uno un desafÃo colectivo. Y asà sabotear
la realidad. Sabotear la realidad para liberarnos del poder, aunque por encima
de todo tenemos que liberarnos de lo que somos. De lo que la realidad nos
obliga a ser.
Por Veronica Gago
Nació en Barcelona, en 1950. Fue militante de la corriente de la AutonomÃa
Obrera en los ’70, mientras trabajaba como quÃmico en una empresa de vidrios
que fue recuperada por sus trabajadores. En los ’80 dirigió una revista mÃtica
de la vanguardia cultural, llamada Indolencia. Desde entonces se ha
obsesionado con pensar la derrota del movimiento obrero. Sobre todo, como modo
de abrir un espacio a las nuevas resistencias pero, también, de medirse cuerpo
a cuerpo con las formas actuales con que el capitalismo –que también ya ha
abandonado las grandes fábricas como lugar principal de producción– gestiona y
organiza nuestras vidas. Para ello ha creado una baterÃa de conceptos, casi
una lengua propia: el querer-vivir en oposición a “la vida†como proyecto de
auto-realización; una polÃtica nocturna contra la visibilidad a la que nos
obliga la exposición permanente del mercado; la fuerza de los espacios de
anonimato frente al narcisismo del individuo-autor; la intimidad de una
realidad hecha-una con el capital que obliga a redefinir qué es amar y pensar,
y a radicalizar los gestos capaces de atacar la realidad. Son conceptos
creados en paralelo a una intensa actividad pública en colectivos de los que
forma parte (Oficina 2004, Espai en Blanc) y a una serie de intervenciones
concretas sobre la ciudad: campañas públicas para la reapropiación social del
dinero (exigiendo “Dinero gratisâ€), sabotajes a los eventos que buscan hacer
de Barcelona una “ciudad-marcaâ€, y encuentros para discutir cómo funciona hoy
la “sociedad terapéuticaâ€. López Petit, actualmente profesor de FilosofÃa en
la Universidad de Barcelona, llega a Buenos Aires a presentar su primer libro
editado aquÃ: Breve tratado para atacar la realidad (Tinta Limón Ediciones).
Que se suma a una larga lista: Entre el ser y el poder. Una apuesta por el
querer-vivir (Siglo XXI, Madrid, 1994); Horror vacui. La travesÃa de la noche
del siglo (Siglo XXI, Madrid, 1996); El infinito y la nada. El querer-vivir
como desafÃo (Bellaterra, Barcelona, 2003); Amar y pensar. El odio del querer-
vivir (Bellaterra, Barcelona, 2005).
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Di Biase José Luis
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"viaja hasta tu ideal, sembra tu flor, labra tu libertad, rega tu voz
cerra tus ojos que sobra lugar en idilia para los dos"
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