[Solar-general] [SemiOT] Robert Louis Stevenson y su carta copyleft de 1890

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Lun Abr 6 14:58:59 CEST 2009


Stevenson y el otro Mr. Hyde
Por Juan Sasturain


Recibí el martes a la noche la impecable Quinta Carta elaborada por el
grupo Carta Abierta y la firmé por estar de acuerdo en todo lo que
dice en contra de tanta infamia instalada, aunque el cómo –el estilo,
digo– me resulte bastante piantavotos. Me pasaba algo así –en otro
orden de cosas– con el discurso tan preciso como abstracto y elusivo
de Marcelo Bielsa, por ejemplo, cuando hablaba de fútbol. Pero eso es
apenas un detalle y cuestión de opinión. Porque lo importante –para
mí– es que la firmé para no quedarme callado y me sentí –dentro de la
bronca que trasunta su justo contenido– contento por la compañía de
Horacio González, de Forster, de Viñas, de Gelman, de tantos otros,
gente que sabe, siente, piensa y formula bien. Y que tiene razón.
Nunca he ido a una reunión del grupo y supongo que tampoco iré de acá
en más. No me da, como a tantos, por ahí. Pero se agradece cuando hay
quienes se dedican a pensar y formular ideas que están en el aire y
son de muchos que no las formulamos o sabemos formular. Gracias por
eso.

A partir de la Carta Abierta quedé pegado con el tema, con ese modo de
expresión y comunicación que combina lo privado y lo público, el
testimonio y la opinión. Hay casos ejemplares, como la de Rodolfo
Walsh a la Junta en el primer aniversario del golpe, lectura
obligatoria para cualquier argentino en épocas de duda o crisis. Por
su contenido y por su estilo. Y hay otras cartas que –más lejanas en
el tiempo y las circunstancias– conservan sin embargo toda la
contundencia y el sentido de su alegato, más allá de que no estemos ya
familiarizados con los hechos que las motivaron.

Una conocida carta abierta en todos los sentidos extraordinaria –por
su estilo, por su virulencia y fundamento ético– es la Defensa del
Padre Damián que escribió el gran Robert Louis Stevenson en Sydney,
Australia, el 25 de febrero de 1890, contra al reverendo Dr. C. M.
Hyde (sic), de Honolulu, en Hawai. Es increíble, pero uno no puede
dejar de pensar que ese apellido le debe haber pegado exacto a
Stevenson, ya que el notable narrador escocés había publicado El
extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde apenas cuatro años atrás. Una
riquísima coincidencia.

La diatriba de Stevenson es una respuesta airada a una carta que Hyde
le envió al reverendo H. B. Gage en agosto del año anterior y que fue
recogida por la prensa religiosa presbiteriana, “secta” –la expresión
es de Stevenson– a la que él mismo, como los citados, pertenecía. En
su carta, el religioso degradaba y menospreciaba la figura y la obra
de un cura misionero católico –el belga Joseph de Veuster, conocido
como El Padre Damián– que había muerto pocos meses antes en el
lazareto de Malokai, en Hawai, al que había dedicado su vida hasta
morir leproso junto a los internos.

Pero Stevenson tenía información de primera mano. Había estado ahí,
cosa que Hyde no. En su viaje (final) a la Islas del Sud, en busca del
clima más adecuado para su quebrantada salud, el autor de La isla del
tesoro había visitado en la primavera del ’89 la colonia y el
leprosario hawaiano. Todo eso está en la tercera parte de In the South
Seas (En los mares del Sud), publicado póstumamente, en 1896. Le tocó
pasar por ahí apenas semanas después de la muerte de Damián y pudo
recoger de primera mano testimonios de testigos que le hablaron bien y
mal de grandezas y miserias del sacerdote rápidamente mitificado por
la jerarquía católica y denigrado por los de enfrente.

La carta de Hyde acusaba a Damián de sucio, fanático, desobediente a
las jerarquías eclesiásticas e “impuro” en sus relaciones con mujeres.
Stevenson se sacó como nunca: escribió su carta de respuesta con
exacerbada indignación y luego la leyó a su familia, advirtiéndoles
que podrían procesarlo por ella. Todos aceptaron los riesgos. La
réplica de Stevenson fue impresa en privado y distribuida primero en
Sydney y después en todo el mundo. Nunca quiso cobrar un peso por su
publicación. Le escribió a su editor: “Esta carta es suya y de todo
hombre. Le hice la cruz a todo tipo de canibalismo. No podría comer ni
un pancito de un penique pagado con el dinero que estas páginas me
hubieran hecho ganar”. Alfonso Reyes y Ricardo Baeza la seleccionaron
–y recortaron larga, inevitablemente– para su memorable colección de
Literatura Epistolar de los Clásicos Jackson. “La carta está escrita
con letras de fuego”, dicen. Y es así.

La carta cobra ahora algún tipo de interés adicional, porque en estos
días –creo que el 15, pasado mañana– se cumplen 120 años de la muerte
del Padre Damián y se viene nomás –parece– la canonización del
sacerdote belga. Elegido hace unos años como “el mejor” de los suyos
en uno de esos concursos nacionales impresentables en que compiten
deportistas, científicos, escritores, príncipes, médicos y lo que
raye, el leproso por opción y vocación Joseph de Veuster hace mucho
tiempo que está más allá de todo. Incluso de la santidad. Sin embargo,
el extraordinario texto de Stevenson –búsquenlo, está en los libros y
en internet, vale la pena– justifica paradójicamente su vida y su
memoria.

Pocas veces se ha descripto con mayor precisión, santa furia ética y
grandeza y humildad de espíritu, la miseria del alma humana que aflora
–disfrazada de rigor crítico– en la envidia y la bajeza de miras. Que
cada cual se ponga (nos pongamos) el Mr. Hyde que le (nos) caiga y
quepa.

Gracias, Stevenson. Porque una carta abierta es para que la leamos todos.

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Pablo Manuel Rizzo
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