[Solar-general] semi off topic: cientificismo

Diego Saravia dsa en unsa.edu.ar
Dom Sep 7 16:05:18 CEST 2008


http://www.elortiba.org/blargos.html

en numerosas oportunidades escucho criticas a la ciencia basadas en
las ridiculas ideas del postmodernismo/newage/etc

aqui van criticas al cientificismo desde la perspectiva de un cientifico

desde ya hay que ver el que uno de las razones para este estado de las
cosas en argentina es la famosa noche de los bastones largos

digo semiofftopic porque como el SL sigue el modelo de la ciencia
podra estar aquejado de los mismos males y virtudes y tambien de las
mismas criticas algunas interesantes como estas otras ridiculas
basadas en lo posmo

Oscar Varsavsky

En una charla pronunciada en la Universidad Central de Venezuela en
Junio de 1968, el Dr. Oscar Varsavsky vuelve sobre sus pasos, retoma
viejos conceptos y propone nuevos desafíos a la luz de la historia.
Son palabras que tienen el valor de haber sido pronunciadas a partir
de una historia de vida y de su posterior análisis, profundamente
crítico. Para situarnos ante estos hechos, la historia nos remite a
1955 cuando se encamina la denominada Renovación de la Facultad de
Ciencias de la Universidad de Buenos Aires hasta que la policía entró
a repartir palos a estudiantes y profesores en Julio de 1966,
inaugurando lo que se daría en llamar "la noche de los bastones
largos".

Las palabras de Varsavsky resumen con crudeza los problemas encarnados
en nuestro sistema de ciencia y tecnología, en nuestras universidades
y en sus propios actores, en tanto profesores o estudiantes, y tienen
la extraña virtud de llegar a nuestros días sin perder vigencia, muy
por el contrario, sus palabras siguen describiendo con total precisión
lo que aún vivimos y padecemos.

Finalmente, sólo nos resta advertir que en este artículo se superponen
tres tiempos históricos: la experiencia desarrollada en la Facultad de
Ciencias de la UBA desde el '55 al '66; el análisis crítico a la luz
de lo realizado en otro tiempo (1968) y lugar (Venezuela); y nuestro
propio tiempo sobre el cual impactan desafiantes estas palabras.

Ahora si, por mucho mal que nos pese, sostiene Varsavsky...

Sobre la necesaria renovación académica

(...) Empeñados en realizar una renovación académica han llegado a la
conclusión que, aun sin discutir a fondo cual es el papel de una
Facultad de Ciencias en un país subdesarrollado, hay una cosa segura:
para desempeñar bien su papel debe formar profesionales y científicos
serios, responsables, capaces de utilizar todos los instrumentos que
la ciencia y la técnica ponen a su disposición y de crear los que
necesiten y aún no existan. Rechazar en cambio el concepto de Facultad
que se limita a otorgar títulos académicos como recompensa a los
alumnos que han tenido la habilidad o la paciencia de aprobar sus
exámenes

Esto les ha señalado claramente uno de los enemigos naturales de la
renovación: el profesor anticuado, incapaz o desinteresado, que por
desgracia abunda en nuestras universidades, y que no cumple ni
remotamente con su misión formadora, porque no sabe o porque no le
importa.

Sobre fósiles y cientificistas

En toda acción es muy cómodo identificar al enemigo: la táctica, las
victorias, las derrotas, todo se hace más claro y fácil. Yo estoy de
acuerdo en que esos profesores "fósiles" son un enemigo que hay que
vencer, y ojalá tengan pleno éxito en esa tarea. Pero quiero hablarles
de otro enemigo no tan fácilmente identificable, puesto que en
ocasiones como ésta aparece incluso como un aliado, pero que luego
resulta más peligroso que el otro, más eficiente en la tarea de
impedir a la Universidad realizar su verdadera misión.

(Tomando como referencia a la renovación que se hizo en la Facultad de
Ciencias de Buenos Aires, en el período 1955-1966) Pensando siempre en
el primer enemigo, quisimos pues asegurarnos de que sólo "buenos
científicos" iban a ganar los concursos. Si se tomaba en cuenta como
antecedente la antigüedad en la docencia o los títulos académicos
habituales en el país, se nos volvían a meter los fósiles. El criterio
debía ser la actividad científica, pero ¿cómo se mide? La unidad de
medida propuesta fue la de más prestigio en el hemisferio Norte: el
"paper", el artículo publicado en una revista extranjera, porque las
nacionales no daban suficiente garantía de calidad.

Todos aceptamos ese criterio. Poco a poco, sin embargo, algunos
empezamos a darnos cuenta de ciertas tristes realidades de la vida
científica. Encontramos que en algunos campos, como Biología, donde el
nivel internacional es muy desparejo, hay revistas extranjeras
dispuestas a publicar prácticamente cualquier cosa. Una mala
descripción de un alga de la Patagonia o cualquier otra trivialidad
podía hacerse publicar en alguna revista internacional, con tal de
tener algún conocido en el cuerpo editor.

En otro tipo de ciencias, como la Física, descubrimos gente que
habiendo aprendido en el exterior una técnica todavía no muy difundida
en el mundo, se hacía comprar el aparato correspondiente al volver al
país y se ponía a aplicar esa técnica a muchas sustancias diferentes.
Hay miles de moléculas que se pueden analizar por resonancia
paramagnética, por ejemplo: cada una de ellas puede producir un paper,
cuyo valor puede ir desde infinito a cero, o incluso ser negativo. La
persona que había tenido la habilidad de dedicarse a eso aparecía
entonces con antecedentes mucho mejores que otras de gran capacidad
pero que sólo escribían un paper cuando tenían algo decentemente
original que decir.

Lo ridículo del caso es que allá igual que aquí, nosotros conocíamos
perfectamente a todos los que se presentaban a concurso, porque habían
sido colegas, compañeros, o alumnos nuestros, y podíamos decir de
antemano sin equivocarnos cuáles de ellos iban a ser útiles, quiénes
iban a formar escuela, quiénes iban a enseñar con interés, como
verdaderos maestros, quiénes se iban a preocupar por los problemas del
país, sin descuidar por ello el rigor científico. Y sabíamos por otra
parte quiénes estaban simplemente haciendo su carrera profesional en
la ciencia y ponían todos sus esfuerzos en cumplir con ese requisito
formal del paper, eludiendo toda otra actividad, incluso la enseñanza.

Sobre los papers

Hacer un paper no es tan difícil. Yo diría que cualquier graduado de
esta Facultad puede publicar en una revista extranjera sin mucho más
esfuerzo científico que el que hizo para graduarse, siempre que haya
conseguido un "padrino" extranjero que le haya dado un tema que tenga
algo que ver con las corrientes de moda. Eso se consigue yendo becado
al exterior, y es muy fácil equivocarse al asignar becas.

Sobre la "carrera científica"

(...) La ciencia, por su gran prestigio, se ha convertido en una
profesión codiciada y en ella hay que hacer carrera de cierta manera,
ya estandarizada por normas internacionales. El éxito consiste en
publicar papers, asistir a congresos y simposios, recibir visitas de
profesores extranjeros, ser invitado a otras universidades como
profesor visitante. Esta carrera requiere una técnica y un cierto
umbral de capacidad y preparación. Pero la inteligencia no es un
elemento decisivo, salvo en el caso de genios, y este caso lo dejamos
de lado porque sobre genios no hay ninguna regla general que valga.
Para el investigador común, el elemento decisivo para adquirir
"status" en la carrera científica es un tipo de habilidad muy similar
al "public relations". Tal como en la competencia comercial, a menos
que lo que se venda sea muy, muy malo o muy, muy bueno, es más
importante saber vender que preocuparse por la calidad del producto.
Esto puede parecer exagerado, y cuando yo publiqué mi primer paper,
hace 25 años, me hubiera parecido una herejía, pero la experiencia me
ha hecho cambiar de opinión.

Por supuesto, no todos los que tienen éxito en esta carrera científica
son simples buscadores de prestigio, si no, la ciencia estaría
estancada y no lo está. Pero tampoco progresa tan maravillosamente
como se dice: tengan en cuenta que desde Aristóteles hasta Einstein
hubo menos científicos en total que los que hoy viven y publican
papers, y sin embargo en los últimos cuarenta años ninguna ciencia,
salvo la Biología, produjo ideas, teorías o descubrimientos geniales
corno los que asociamos a los nombres de Darwin, Einstein,
Schrodinger, Cantor, Marx, Weber e incluso Freud. Los grandes
adelantos han sido técnicos, inpublicables en revistas de "ciencia
pura": computadores, bomba atómica, satélites, propaganda comercial.

No está claro que el actual diluvio de papers ayude mucho al progreso
de la ciencia, y por lo tanto no es válido en general el argumento de
los que se niegan a "perder tiempo" enseñando porque dicen que sus
investigaciones son más importantes. Eso puede ser cierto en un caso
cada mil, no más.

Sobre el cientificismo

El cientificismo es la actitud del que, por progresar en esta carrera
científica, olvida sus deberes sociales hacía su país y hacia los que
saben menos que él.

Pero este peligro no lo vimos al principio, y seguimos preocupados
exclusivamente con el otro, el de los fósiles, incapaces siquiera de
ser cientificistas. Así, otra medida de seguridad que tomamos fue la
de incluir científicos extranjeros en los jurados. Todavía no me
explico cómo pudimos cometer semejante error.

Los científicos extranjeros son capaces -si están bien elegidos- de
juzgar entre un paper "moderno" y uno anticuado, y siempre votaron en
contra de los fósiles. Pero cuando se trataba de elegir entre dos
candidatos científicamente aceptables, usaban sus propias normas,
válidas en sus propios países, y optaban por el que había publicado un
poco más, o se ocupaba de un tema más de moda, sin tomar en cuenta dos
cuestiones esenciales: que en Sudamérica es tanto o más importante
formar las nuevas generaciones de científicos que hacer investigación
ya, y que la investigación que se haga debe servir al país a corto o
mediano plazo. Esos criterios ideológicos, estos juicios de valor, no
eran compartidos por los jurados extranjeros, y muchas veces nos
obligaron a nombrar profesor a un cientificista dejando de lado a
jóvenes también capaces de investigar, pero más conscientes de sus
deberes sociales.

El resultado práctico de nuestros esfuerzos fue que "triunfamos",
digámoslo entre comillas (muchas personas siguen creyendo lo mismo; yo
no). En la mayoría de los casos, los fósiles fueron derrotados y en
muy poco tiempo la Facultad de Ciencias de Buenos Aires fue
considerada un ejemplo de ciencia moderna en Sudamérica; se multiplicó
el número de papers producidos, nuestros alumnos hacían siempre un
brillante papel en las universidades extranjeras a donde iban becados
y cuando llegaba un profesor visitante siempre nos encontraba al día
en todos los temas de moda.

Lo que conseguimos fue estimular el cientificismo, lanzar a los
jóvenes a esa olimpíada que es la ciencia según los criterios del
Hemisferio Norte, donde hay que estar compitiendo constantemente
contra los demás científicos, que más que colegas son rivales. Y como
esa competencia continua no es el estado ideal para poder pensar con
tranquilidad, con profundidad, no es extraño que ninguno de los muchos
papers publicados por nuestros investigadores desde 1955 haya hecho
adelantar notablemente ninguna rama de la ciencia. Si no se hubieran
escrito, la diferencia no se notaría.

A cambio de ese ínfimo aporte a la ciencia universal, encontramos que
estos cientificistas no atendían a los alumnos, o peor, implantaban un
criterio aristocrático en la Facultad: elegían algunos buenos alumnos
porque los necesitaban como asistentes para su trabajo, y se dedicaban
exclusivamente a ellos. Los demás eran considerados de casta inferior
y debían arreglarse como pudieran.

(...) En realidad, uno de los motivos que hace tan atrayente el
cientificismo es que es muy fácil: no hay que pensar en cuestiones
realmente difíciles por sus muchas implicaciones. A uno lo envían
recién graduado a una universidad extranjera y allí su jefe le dice
qué artículos tiene que leer, qué aparatos tiene que manejar, qué
técnicas tiene que usar y qué resultados tiene que tratar de obtener.
Si trabaja con perseverancia, consultando cuando se le presenta alguna
dificultad, se graduará sin duda de "científico", y volverá a su país
a tratar de seguir haciendo lo mismo que aprendió o algo muy
relacionado con eso.

Sobre la alienación, el seguidismo y la imitación de nuestros jóvenes
científicos... y de los no tan jóvenes

Poco a poco la Facultad se fue transformando en una sucursal de las
universidades del Hemisferio Norte. En nuestros laboratorios trabajaba
gente joven, muy capaz, becada al Hemisferio Norte apenas graduados,
que habían recibido allí un tema de trabajo, y ahora de regreso en el
país seguían con ese tema porque era lo único que sabían bien y lo
único que les permitía seguir publicando; eran muy jóvenes, no tenían
una experiencia amplia y no querían desperdiciar esa capacidad tan
específica que habían adquirido. Se mantenían en contacto mucho más
estrecho con las universidades del exterior que con las nuestras:
todos sus canales de información estaban conectados hacía afuera. Y
desgraciadamente dimos el ejemplo a las demás universidades e
institutos científicos del país y llegamos a extremos escandalosos:
una escuela de Física y un instituto de investigaciones sociológicas
ubicados en los Andes patagónicos, una hermosa zona de turismo aislada
del resto del país, pero adonde los profesores extranjeros iban
encantados durante sus vacaciones de verano porque podían combinar
ciencia con esquí.

Lo que obtuvimos, pues, fue una alienación, un extrañamiento de todos
esos jóvenes que habíamos preparado con tanto cuidado, luchando
durante años para conseguirles fondos, para crear el Consejo de
Investigaciones Científicas y Técnicas que dio y da becas, subsidios,
complementos de sueldo con un criterio aún más cientificista que el
nuestro. Toda esa gente, aun quedándose en el país, cortaba sus lazos
con él y se vinculaba cada vez más al extranjero. Algunos terminaban
yéndose al Hemisferio Norte definitivamente, pero ese no era el
problema más grave. Más problema eran los que se quedaban pero se
ocupaban sólo de temas que interesaban a los Estados Unidos o a
Europa. Cuestiones de ciencia aplicada que interesaran al país no se
investigaban. Problemas de ciencia pura que pudieran tener alguna
ramificación beneficiosa para el país, no se veían. Que pudieran ser
un aporte significativo para la ciencia universal, no aparecieron.

En cambio teníamos una especie de colonización científica; todos
nuestros criterios, nuestras medidas de prestigio, los valores e
ideales de nuestros muchachos más inteligentes, estaban dados por
patrones exteriores, aceptados sin análisis, por puro seguidismo e
imitación.

Sobre inesperados apoyos

Sin embargo, había algunos síntomas significativos. Empezamos a
obtener apoyos inesperados e indeseados. Al comienzo, en el año 55,
éramos todos considerados comunistas por la embajada norteamericana,
pero esa actitud fue cambiando y nos encontramos recibiendo apoyo de
las fundaciones -Ford, Rockefeller, Carnegie, todas- la National
Academy of Science, el National Institute for Health; hasta recibimos
un subsidio de la Fuerza Aérea norteamericana para hacer un estudio
meteorológico. A algunos de nosotros esto nos obligó a pensar qué era
lo que estaba sucediendo, por qué tanto interés, tanta amistad con
nosotros de golpe. Y llegamos a la conclusión de que estábamos
haciendo un buen negocio para ellos: que nuestra producción científica
era tan parecida a la de ellos que les convenía apoyarnos.

Cuando nuestros radioquímicos completaron una serie de tablas con
propiedades de los radioisótopos, no hicieron una obra científica
original -no formularon ninguna idea nueva- pero hicieron un trabajo
de rutina delicada, muy útil para la ciencia del Norte y recibieron
por ello muchas palmadas de agradecimiento. Como ese hay otros muchos
ejemplos, pero tal vez el máximo beneficio que el Hemisferio Norte
saca de este apoyo al cientificismo es que nos hace depender
culturalmente de ellos. Si los universitarios, la gente de la cual
salen los cuadros dirigentes del país, se acostumbran a aceptar el
liderazgo científico, y por lo tanto tecnológico del Norte, les será
mucho más difícil rebelarse contra la dependencia económica y
política. De ahí el interés de muchas entidades del Norte en apoyar
nuestros esfuerzos en pro de la modernización de la enseñanza, y en
contra de los profesores fósiles y los métodos anticuados.

Sobre la educación y la independencia cultural

(...) Si un país es algo diferente de los demás es porque tiene una
cultura propia, es decir hábitos de vivir, de pensar, de trabajar,
tradiciones y valores propios. Esa cultura se forma en gran parte a
través de la educación, y por eso la educación es lo último que puede
entregarse a otro país, cualquiera que sea. Si en nuestra vida
cotidiana, en nuestra ciencia y nuestro arte imitamos a los EEUU, es
inútil que tengamos un ejército propio y elecciones presidenciales:
seremos igual una colonia, y con menos probabilidades de liberarnos
que hace 150 años, porque estaremos satisfechos con nuestra manera de
vivir. El colonialismo cultural es como un lavado de cerebro: más
limpio y más eficaz que la violencia física.

Si un país sudamericano quiere ser realmente libre, y no un estado
libre asociado, tiene que tener su propia política educativa, dirigida
mal o bien por sus ciudadanos. Si son inteligentes tendrán grandes
éxitos y serán admirados por el resto del mundo; si no, serán al menos
lo que ellos han querido ser.

En resumen, la independencia cultural debe ser nuestro objetivo
permanente, en todos los campos de la cultura, desde las series de TV
hasta la ciencia pura.

Independencia cultural significa dos cosas: obligación de crear, y
derecho a elegir. De lo que se hace en el Norte vamos a elegir lo que
nos parezca conveniente; vamos a tomarnos esa gran responsabilidad. Y
vamos a tratar de crear lo que falta.

Sobre la verdad, la universalidad y la importancia en la ciencia

Se nos dice que la ciencia debe interesarnos, porque la ciencia está
formada por verdades, y lo que es verdad en Nueva York también es
verdad en Caracas. Esto hay que aclararlo.

Lo que ocurre es que la verdad no es la única dimensión que cuenta:
hay verdades que son triviales, hay verdades que son tontas, hay
verdades que no interesan a nadie. "Una frase significa algo sí y sólo
sí puede ser declarada verdadera o falsa", afirma una escuela
filosófica muy en boga entre los científicos norteamericanos. Yo no
creo eso: hay otra dimensión del significado que no puede ignorarse la
importancia. Es cierto que un teorema demostrado en cualquier parte
del mundo es válido en todas las demás, pero a lo mejor a nadie le
importa. Eso me ha pasado a mí con muchos teoremas que yo he
demostrado. Son verdaderos pero creo que el tiempo que gasté en
demostrarlos lo pude haber aprovechado mejor. No significan nada.

Para eso hay una respuesta habitual: "no se sabe nunca; tal vez dentro
de diez años ese teorema va a ser la piedra fundamental de una teoría
más importante que la relatividad o la evolución". Bueno, sí, como
posibilidad lógica no se puede descartar, pero ¿cuál es su
probabilidad? Porque si es muy cercana a cero no vale la pena
molestarse. Además, seamos realistas: si un teorema que yo descubro
hoy y que nadie lee ni le importa, dentro de diez años resulta
importante, es seguro que el científico que lo necesite para su teoría
lo va a redescubrir por su cuenta, y recién mucho después algún
historiador de la ciencia dirá "ya diez años antes un señor allá en
Sudamérica había demostrado ese mismo teorema". No tiene mucha
importancia eso para la ciencia universal. Ese valor potencial que
tiene cualquier descubrimiento científico es el que tendría un
ladrillo arrojado en cualquier lugar del país, si a alguno se le
ocurriera construir allí una casa, por casualidad. Es posible, pero no
se puede organizar una sociedad, ni la ciencia de un país con ese tipo
de criterio. Hay que planificar las cosas. No todas las
investigaciones tienen la misma prioridad; ellas no pueden elegirse al
azar ni por criterios ajenos.

Sobre la originalidad en ciencia

Elegir en vez de aceptar no es fácil. Crear, mucho menos. La Ciencia
parece a primera vista un cuerpo tan completo y perfecto que uno se
descorazona fácilmente ante la tarea de innovar. Sin embargo, todos
están de acuerdo en que dentro de un siglo la ciencia habrá
descubierto campos, teorías y métodos totalmente nuevos. Eso significa
que la ciencia de hoy no está cubriendo todos los campos posibles. Hay
un horizonte inmenso de nuevas posibilidades.

(...) El deseo de crear, de ser originales, tropieza con dificultades
cada vez mayores a medida que se trata de una ciencia más básica.

Pero la originalidad no puede ser el único criterio. Eso corresponde a
la ideología de que la ciencia es un juego y que el científico puede
elegir el tema que le divierta más, porque su recompensa es el placer
que experimenta al dedicarse a ese juego. Esa ideología se lava las
manos de los problemas sociales y por eso debemos rechazarla.

Intentemos por lo menos una respuesta tentativa a este problema de
hacer ciencia autónoma pero con un contenido social.

Yo creo que lo que tiene que hacer un país subdesarrollado es integrar
la actividad científica alrededor de algunos grandes problemas del
país. Y la Facultad de Ciencias tiene que orientar su enseñanza para
que eso sea posible. Afirmo que con ese método de trabajo se
conseguirá que la Universidad contribuya mejor al desarrollo del país
y que no se haga seguidismo científico.

Sobre la "ciencia del Norte"

Les recuerdo además una característica propia de la ciencia del norte,
y es que allí es muy raro el trabajo en equipo, justamente porque la
filosofía de la vida en Estados Unidos requiere una alta
competitividad individual. Cada científico tiene que firmar él su
paper, porque si no ha publicado tantos por año pierde su contrato en
la Universidad a favor de otro que publicó más. Hay una resistencia
muy grande a hacer un trabajo en el que haya cierta dosis de, digamos,
generosidad colectiva con respecto a las ideas y a los papers. Es muy
difícil plantear allá un trabajo grande, cuyos resultados pueden
tardar 3, 4 ó más años en aparecer, y cuando aparezcan estarán
firmados por muchas personas. Eso no sirve para hacer carrera
científica en Estados Unidos, y no se hace salvo cuando no hay más
remedio: cuando hay guerra, en las industrias de defensa, en la
industria espacial. Allí sí; cuando hay que hacer la bomba atómica se
reúnen todos los cráneos necesarios y se hace. Pero no es lo usual;
ellos no están preparados ideológicamente para trabajar en equipo. Yo
no sé si nosotros lo estamos, pero es un camino promisorio y
deberíamos probarlo.

Sobre el tema científico que mayor importancia debiera tener

Es el estudio de la estrategia de desarrollo que más conviene al país.
Partiendo de la situación actual objetiva, y de ciertas metas
generales como eliminar la pobreza, la dependencia económica y
cultural, etc., se debe investigar cómo efectuar ese cambio, pero
analizando todos sus aspectos: con qué recursos naturales y humanos se
cuenta, qué fuerzas internas o externas se oponen al cambio, qué
instituciones se necesitan, qué fábricas son indispensables, cómo
pueden continuar funcionando si hay un bloqueo comercial, etc., etc.
Este es un problema que parece pertenecer a las ciencias sociales,
pero si se plantea en todo su real tamaño requiere la colaboración
esencial de las ciencias básicas, desde la discusión de los recursos
naturales y los procesos tecnológicos de producción hasta los métodos
matemáticos y estadísticos de analizar la enorme cantidad de factores
que intervienen en el proceso simultáneamente.

E insisto en que aunque estos grandes proyectos parecen ser ciencia
aplicada, en la realidad darán origen a muchos problemas de ciencia
pura, y de manera funcional: no problemas teóricos cualesquiera, sino
sugeridos por la necesidad de contestar a las preguntas planteadas en
el proyecto y que la ciencia actual no alcanza a responder.

La famosa ciencia universal puede ganar mucho más de unas pocas ideas
frescas, motivadas por problemas reales nuestros, que de nuestra
incorporación pasiva a la gran competencia atlético-científica del
Hemisferio Norte.

Nota: DIVULGÓN se ha tomado el atrevimiento de rescatar aquellos
conceptos que a su juicio conforman el pensamiento fundamental de
Oscar Varsavsky y los ha puesto en el formato que considera más
accesible para el lector. No obstante, DIVULGÓN recomienda
fervientemente la lectura del texto completo de esta charla.

Si bien las palabras de Varsavsky siguen muy vigentes, no podemos
dejar de reconocer que hoy existen nuevos actores y otros compromisos
en nuestro sistema de Ciencia y Tecnología. Actualmente, desde el
sistema de Ciencia y Técnica se propone una visión "productivista" en
donde la ciencia y la tecnología son tomadas sólo como creadoras de
riquezas, como partes fundamentales de los procesos de producción,
respondiendo a un pensamiento un tanto ingenuo y lineal, y en algún
sentido, mágico (ciencia básica ? aplicada ? desarrollo tecnológico ?
producción industrial).

No caben dudas que para lograr una corriente autosostenida de
desarrollo tecnológico es imprescindible una fuerte interacción entre
el Estado, el sistema productivo y el sistema científico-técnico,
aunque la realidad es mucho más compleja que el conocido "triángulo de
Sabato" (ver Ciencia y Tecnología en los países del sur, por Tomás
Buch en Divulgón 2). No es raro escuchar en el discurso actual de
científicos y tecnólogos hablar con ligereza de "empresas",
"empresarios" e "impacto social de proyectos". Así vemos como, sin la
seriedad que corresponde, se intentan construir incubadoras de
empresas, polos tecnológicos y agencias de promoción científica.

Estos nuevos horizontes propuestos terminan formando parte del
discurso justificatorio de proyectos de investigación y de pedidos de
subsidios, en donde se retuercen las palabras para que aparezca el
impacto social del proyecto, en una competencia económica o
financiera, más que científica, tecnológica, o académica. Por todo
esto, es importante tener en cuenta que en nuestro país todavía no
hubo una reforma estructural del sistema de ciencia y tecnología, como
tampoco existe un genuino corrimiento masivo de posiciones ideológicas
de los investigadores y tecnólogos que lo conforman en pos de
construir una mejor calidad de vida para la sociedad de la cual se
nutren. Hoy, más que nunca, se nota la falta de intelectuales que
posibiliten un análisis riguroso de estas nuevas alianzas, de estos
nuevos horizontes, de esta "cosmética" del discurso, como lo hizo el
Dr. Oscar Varsavsky a su tiempo y desde su tiempo.

Para seguir leyendo:
Ciencia, Política y Cientificismo de Oscar Varsavsky, Editorial Centro
Editor de América Latina, Buenos Aires, 1969.

Oscar Varsavsky se graduó como doctor en Química en la Facultad de
Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Dio clases de
matemáticas en las Universidades de Buenos Aires, del Sur, de Cuyo y
de Caracas. Desde 1958 fue miembro del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas y en sus últimos años
profundizó en el estudio de la historia y la epistemología. Fue uno de
los primeros y más destacados especialistas mundiales en la
elaboración de modelos matemáticos aplicados a las ciencias sociales.
Oscar Varsavsky murió en 1976.

(c)2003 Divulgón - www.divulgon.com.ar

--
Diego Saravia
Diego.Saravia en gmail.com
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