[Solar-general] Los "Los dolores que quedan son las libertades que faltan"

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Sab Jun 21 03:19:40 CEST 2008


Qué deben hacer hoy los reformistas

Por Abraham L. Gak y
Mónica Padlog *

* Universidad de Buenos Aires.

En esta semana en que se cumplen 90 años de la publicación del
Manifiesto a los hombres libres de Sudamérica, más conocido como
Manifiesto Liminar, creemos oportuno rescatar la militancia reformista
en la universidad y sus implicancias en la difícil realidad actual.

El valor esencial de este movimiento, que nace en Córdoba contra una
universidad escolástica y elitista, es la recuperación de libertades
conculcadas por la alianza entre la Iglesia y los intereses
oligárquicos vinculados con la tierra. Acompaña, entonces, la
emergencia en la vida política de una clase media en ascenso, de la
mano de la aplicación de la Ley Sáenz Peña, que estableció el voto
secreto y obligatorio.

Su mirada visionaria iba más allá. En realidad lo que querían era que
la universidad se integrara a un movimiento social que colocara al
pueblo como protagonista de un proceso de cambio basado sobre la
justicia y la democracia. Tanto es así que el Manifiesto fue leído en
América latina como un llamado a una profunda reforma social de la que
participaron figuras como Germán Arciniegas en Colombia, Rómulo
Betancourt en Venezuela, José Arévalo en Guatemala y José Vasconcelos
en México.

Los postulados de la reforma dieron origen en nuestras universidades a
los movimientos reformistas que intentaron, en cada época, dar
respuesta a los requerimientos que el contexto planteaba. Esa
presencia activa se mantuvo durante las décadas que nos separan del
'18 y se manifiesta en la defensa permanente de la educación pública,
con sus pilares de gratuidad y libre acceso, el cogobierno en la
universidad, las cátedras paralelas, la investigación y, sobre todo,
en el compromiso con la sociedad.

Es así que la juventud universitaria acompañó las luchas por la
institucionalización de la democracia en los '30 y las causas de la
libertad y la democracia en los '40. Sin embargo, es de señalar
críticamente la colaboración del movimiento estudiantil con la
instauración de los primeros intentos del neoliberalismo en el país, y
su incapacidad para entender el proceso de acceso de las clases
populares al poder político, aun con sus fuertes connotaciones
populistas y autoritarias, fuertemente instaladas en las universidades
públicas.

Quienes hemos militado en las filas del reformismo estudiantil en
distintas épocas sabemos que estas agrupaciones no sólo luchaban por
reivindicaciones en el ámbito universitario, sino que hacían explícita
su aspiración de profundo cambio social.

No podemos pasar por alto los golpes de Estado que asolaron a nuestro
país y su repercusión en la universidad y el papel que jugaron los
estudiantes en la defensa de la democracia y la libertad,
particularmente en su lucha contra la última dictadura militar que
cobró muchas jóvenes vidas.

Nos duele que hoy esta militancia haya perdido estas características y
se encuentre convertida, en muchos casos –legado de la embestida
neoliberal de los '90–, en mera actividad burocrática e incluso
prebendaria, desgastada en una lucha mediocre por espacios de poder de
distinto signo político, pero con el denominador común de no tener
proyección y compromiso más allá de esas disputas.

En esta primera década del siglo XXI, el panorama local y
latinoamericano presenta situaciones altamente preocupantes pero, al
mismo tiempo, aparecen nuevos actores con voluntad de protagonizar
cambios sustantivos para sus sociedades.

La desocupación, pobreza y exclusión social de amplios sectores de la
población siguen mostrando índices superiores a los de comienzos de
siglo, inclusive a los del período de la crisis mundial del '29.
América latina no sólo ha tenido décadas perdidas, sino décadas de
retroceso.

La concentración económica y financiera de las corporaciones
transnacionales, la conformación de poderosos bloques entre las
naciones desarrolladas, junto con el progreso científico, la
globalización de la economía y el formidable desarrollo de las
comunicaciones y la tecnología originan una brecha entre los países de
nuestra región y los países centrales muy difícil de salvar.

Muchas decisiones se someten a los requerimientos de los grandes
centros de poder y se desarrollan políticas regresivas que se traducen
en una marcada inequidad en la distribución del ingreso, que nos
llevan a inaceptables índices de pobreza con todo lo que ello
significa: mortalidad infantil, deterioro en la atención de la salud,
limitaciones serias al acceso a la educación, deserción escolar,
trabajo infantil y, naturalmente, desesperanza y falta de expectativas
en el proyecto de vida de grandes sectores sociales.

Asistimos hoy en la Argentina a una confrontación decisiva entre dos
modelos de país: el de quienes sostienen la vigencia del modelo
agroexportador –apoyado sobre los más que favorables precios
internacionales de los commodities– y el de quienes queremos un país
con desarrollo de todos sus sectores, que pueda dar cabida y
protagonismo al conjunto de sus habitantes.

Y bien, ¿cuál es el papel que debemos desempeñar los reformistas de
hoy? ¿Cuáles son los objetivos que deben concentrar nuestros
esfuerzos? El conocimiento es la herramienta más importante que un
país o una región tienen para generar crecimiento y desarrollo. Pero,
¿qué clase de conocimiento? ¿Cómo y dónde producirlo? ¿A quiénes debe
beneficiar?

En las respuestas a estos interrogantes están las nuevas metas. Ya no
basta la cátedra paralela, ya no basta el cogobierno, ya no basta
disponer de un ámbito de libre discusión de las ideas.

Nuestra misión es trabajar para generar igualdad de oportunidades,
equidad en la distribución del ingreso, desarrollo sustentable y
conservación de una identidad propia, aun en un escenario de
globalización, de tránsito irrestricto de capitales transnacionales y
de pautas culturales homogeneizantes.

Es hora, pues, de sentar las bases para un nuevo Manifiesto Liminar
que sea el compromiso de quienes transitamos las aulas universitarias
para modificar esta realidad que no aceptamos y para comenzar a hacer
frente a la deuda de honor que contrajimos al abrazar la causa de la
reforma, de modo de honrar a los jóvenes del '18 cuando decían: "Los
dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no
equivocarnos; las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos
pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana".

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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/contratapa/13-106313.html


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Pablo Manuel Rizzo
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Igual plantaría mi manzano. -- Martin Luther King --
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