[Solar-general] petabase postgres de yahoo / GOOGLE es "bushista"
Marcos Guglielmetti
marcospcmusica en gmail.com
Dom Jun 1 20:53:42 CEST 2008
El Domingo, 1 de Junio de 2008 23:25, Sebastian Bassi escribió:
| 2008/5/31 Pablo Manuel Rizzo <info en pablorizzo.com>:
| > Pero no me refería a la publicidad sino a la selección que hacen
| > en la búsqueda, lo que nos muestran, ocultan o priorizan en los
| > resultados de nuestra consulta.
|
| Ah, entendí mal entonces. Sobre lo que vos decis, el libre mercado
| se encargó de que tengamos el mejor buscador posible. Antes que
| Google domine los buscadores,
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-4595-2008-05-04.html
Toooooooooodo sobre Google
¿Qué relación existe entre Google y Platón? ¿Y entre Google y la
noción de democracia que se propaga hoy en día? ¿Y entre Google y el
capitalismo? ¿Y qué tiene que ver George Bush en todo esto? ¿Y
Sarkozy? Estas y otras cuestiones alrededor de la empresa virtual más
poderosa e intencionadamente simpática del mundo son las que aborda
la francesa Barbara Cassin, filósofa y filóloga especialista en
Grecia antigua, en su libro Googléame. La segunda misión de los
Estados Unidos. Respuestas que, por supuesto, no se pueden buscar en
Google.
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Comentario
Por Natali Schejtman
Todos sabemos más o menos cómo empezó, o probablemente tengamos
presente esa imagen vaga y mítica de un campus con dos alumnos
brillantes, simpáticos y descontracturados demostrando al mundo,
desde una clase en Stanford, cómo un algoritmo iba a cambiar para
siempre nuestros usos y costumbres. Hoy, la fórmula de ese algoritmo
conocido como Page Rank e inventado por ellos para clasificar
páginas, ha reemplazado a la de la Coca-Cola en el trono de secreto
mejor guardado del mundo. Pero no alcanzó sólo con inventarlo: Larry
Page y Sergey Brin hicieron lo posible durante años por volver
redituable su invento, ya que en su principio más defendido, el
buscador que opera sobre ese algoritmo separaba la publicidad paga de
los resultados pertinentes.
Con lemas morales y un entendible afán megalómano, estos jóvenes
proclamaron: “Nuestra misión es organizar toda la información del
mundo”, por un lado, y “No seas malvado”, por otro (slogan que ya
cambió a “Búsqueda, publicidad y aplicaciones”). Fueron ésas las
insignias que, entre otras cosas, atrajeron a la filósofa y filóloga
francesa Barbara Cassin, especializada en la Grecia antigua (por
estos días también estuvo presentando El efecto sofístico), para
llevar a cabo un filoso, irónico y profundo estudio llamado
Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos. Allí, esta
investigadora se vale de historias empresariales, datos bursátiles,
entrevistas y teoría dura –Heidegger, Arendt, Aristóteles y Deleuze–
y pone el ojo crítico en estos mellizos de Silicon Valley, en estos
caballeros blancos, estos cancheros autoproclamados libertadores y
democráticos (en oposición con ese monje nerd y monopólico llamado
Bill Gates), en fin, en los que supieron posicionarse como
alternativos, para ir discutiendo y derrumbando, una por una, cada
una de estas cartas de presentación.
LA BANALIDAD DEL MAIL
Y aunque no parezca, la relación entre la Grecia antigua, los sofistas
y Google existe, y Cassin se ocupará en Googléame de pensar los
reproches que Platón podría hacerle al modo de operar de Google,
entre muchos otros cruces sesudos: cómo podría Platón acordar con un
buscador “sofista” que pretende saberlo todo y que sólo se ocupa de
las opiniones, a las que ubica, como si fuera poco, en el mismo
plano. La cuestión, más allá del diálogo lúdico, le sirve a Cassin
para indagar en las premisas sobre las que se erige el conocimiento
hoy en día. Una parte de su interés filosófico por el buscador radica
en una equivalencia de procedimientos entre el actual sistema
académico y el algoritmo que hace de Google lo que es. Se trata
del “factor H”, un factor de “bibliometría”, cuenta Cassin, según el
cual se evalúa la calidad de un artículo en función de cuántas veces
ha sido citado en algunas revistas especializadas, y así se considera
al investigador en cuestión. Con Google sucedería algo similar, ya
que el puesto en el ranking de aparición de una website responde no
sólo a las palabras clave sino también a los links que van hacia él,
que lo citan, o lo “sitan”, como juega ella: “Es una medida
estrictamente cuantitativa. El fondo del problema es que la calidad
es estrictamente una propiedad emergente de la cantidad. Eso pasa con
el algoritmo de Google. Para la investigación esto es muy grave,
porque quiere decir que jamás algo que es nuevo y que es sorprendente
y difícil de comprender será conocido”.
En su crítica al software y al hardware del corazón Google, la mirada
sobre las incongruencias entre cantidad y calidad guardan un
paralelismo elocuente con la idea de información y formación, una
escisión que es, sin duda, signo de los tiempos; de ahí a cuestionar
el concepto de cultura según Google y su enlace directo con lo que se
entiende por democracia, según las grandes potencias, hay una
concatenación de razonamientos, datos y hallazgos técnico-políticos
sin desperdicio. Pero eso dejémoslo para el final, cuando Barbara
Cassin explique por qué para ella Google es “la segunda misión de los
Estados Unidos”, entendiendo como primera la inacabable lucha contra
el terrorismo, contra el mal o contra los que no son “nosotros”.
UNA CUESTION MORAL
Porque en el ensayo de Cassin, pasar de lo técnico al marketing, del
marketing a lo político y de lo político a lo moral es deslizarse por
una cinta trabajosa pero aceitada. Sobre todo, teniendo en cuenta que
Google hizo de una moral –la de no hacer depender sus resultados de
los anunciantes– su marca distintiva. Y sobre todo, también, porque
un lema como “No seas malvado” (Don’t be Evil) no se escucha todos
los días en una empresa. Ellos, cita Cassin de una famosa entrevista
con Playboy, definen esta premisa como “ser una fuerza para el bien,
hacer siempre lo que es justo, lo que es ético”. Entre las cosas que
hacen de Google una entidad activamente buena aparece: procurar la
buena información rápido, a bajo costo, para todos. Así como Apple
cada tanto hace regodear a los pensadores con sus slogans entre
cínicos y provocadores (“Think different” o “Era hora de que un
capitalista hiciera una revolución”), Google enfatiza el componente
lúdico, cambiando sus letras según el acontecimiento, poniendo fondo
negro cuando hay que recordarle a la gente sobre el ahorro de
energía, y sale a la ayuda pública de Yahoo! cuando es Microsoft el
que la quiere comprar. Cassin está convencida de que la imagen de
estos chicos como “caballeros blancos” ya no es tal. Google entró en
la Bolsa en el 2004 –sus acciones aumentaron el valor
exponencialmente–, el 99 por ciento de su negocio está basado en la
publicidad, y eso compromete, por ejemplo, la venta de palabras clave
que garantizan la aparición de un producto determinado en el margen
derecho de la pantalla de quien busca esa palabra comprada
(ad-words). Así, las palabras tienen distintos valores según la
oferta y la demanda, los plurales valen más que los singulares (“el
plural de digital camera es más caro que el singular, porque los
compradores, que quieren comparar, clickean sobre el plural, mientras
que una mayoría de curiosos clickea en el singular”, explica Cassin
en Googléame) y se atesoran unas cuantas perlitas: una de las
palabras más caras de la historia, por ejemplo, fue “mesotelioma”, un
tipo de cáncer causado por exposición al amianto que era el mettier
de un grupo de abogados. Pero Cassin también se ocupa de los datos
más polémicos: los que tienen Gmail (el webmail de Google) saben que
no bien uno manda un mail a alguien, en los márgenes de la pantalla
van a aparecer unas cuantas publicidades directamente relacionadas
con el tema del mail, así se trate de caballos, teoría actuarial o
unas vacaciones a Ipanema. Esta fue una de las razones que hicieron
apuntar contra Google y sus condiciones de privacidad. Claro, la
respuesta vino por el lado de que no es que había “alguien” leyendo
sino que se trata de una especie de robot indispensable que lo
escanea todo. Otras noticias tiñeron de gris a los Google Guys: su
ingreso al mercado chino vino de la mano de una sonada censura, tan
en contra de la afanosidad informativa que hubo explicaciones por
parte de la empresa (la noticia y sus repercusiones, en Google). Esa
sería, en definitiva, la moral del capitalismo. “Constantemente
Google ha elegido el mercado. El ejemplo del mercado chino es muy
claro. Todo lo que uno acuerda con Google de la cuestión de
confidencialidad está sumido a un fin comercial legítimo”, dice ella.
Si uno de los temas más resonantes de este tiempo es la convivencia de
lo real y lo virtual, Google, como un elemento fundamental del
presente, también levanta la mano en ese asunto y ha jugado siempre
entre uno y otro. Cómo hacer cosas con palabras clave y cómo hacer de
un motor de búsqueda algo lucrativo, pero casi casi, diríamos, sin
que se note. Cassin sostiene: “Hoy en día entre lo virtual de Google
y lo real de Google –una fortuna colosal sostenida sobre la
publicidad– hay un enorme abismo. Es interesante pensar la manera en
que Google disfrazó este abismo con la pretensión convulsiva: Nuestra
misión es organizar toda la información del mundo, Nosotros no
seremos malos y Nosotros somos la democracia cultural”, dice,
estableciendo relaciones entre el presente de la mercadotecnia
googleana a la vez con los conceptos de La ética protestante y el
espíritu del capitalismo de Weber y con una idea bushista de una
globalización hegemónica.
BUSH EN GOOGLE
Otro de los puntos a los que Cassin se dedica es, justamente, la
democracia. Como ella explica, el dispositivo de Google depende, más
o menos directamente, de la cantidad de clicks de cada sitio. Algo de
esto hay en que Google se autoproclame “democrático”. Sin embargo,
hay evidentes trampas posibles: los clicks generados automáticamente
para hacer ascender su sitio pueden alterar este esquema prístino. O
aparecen las Google Bombs, diversos chascos para manipular la
búsqueda, cosa que puede derivar en chistes como poner “Miserable
Failure” y que el primer resultado sea la biografía de Bush (como
pasó hasta hace unos años). El comercio de Google permite otras
cosas, como que Nicolas Sarkozy haya comprado la palabra “banlieue”
(“suburbio”) y que durante un tiempo al margen se encontrara el link
de su partido para debatir sobre la seguridad.
Para Cassin, el vínculo de Google con la política (¡la
virtualpolitik!) sería tan nítido hasta habilitar un subtítulo como
el de su libro. La idea de la misión de organizar toda la información
del mundo y la idea de no ser malo (la lucha contra el mal) son,
según este razonamiento, muy similares a las ideas que propaga George
W. Bush después de los atentados. Pero ella en ningún momento deja de
reconocer la calidad de Google como herramienta de búsqueda: “Yo no
me opongo a Google, me opongo a la pretensión de Google, digamos,
político-ética. Sería estúpido ser hostil a un motor de búsqueda.
Tampoco soy hostil a Estados Unidos en sí mismo, si no a un cierto
tipo de imaginario americano misionero”.
Googléame no pretende ser una crítica al presente informatizado ni a
Google como motor de búsqueda. Es en todo caso un ensayo crítico
sobre una nueva realidad y subjetividad desde todos los puntos de
vista, sobre las renovadas formas que adquiere el negocio en el siglo
XXI –con sus cookies que fichan los perfiles de usuarios, sus
publicidades inasibles o sus Patriot Acts entre empresas y gobierno–;
sobre lo “sancto” y lo “non sancto” y sobre los diversos aspectos,
algunos inevitables, otros prácticamente imprescindibles, que vienen
de la mano de esta herramienta que puede hacernos informados y
paranoicos en un mismo click.
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