[Solar-general] OT: 2 plazas, 2 paises ????????????????????

c.e.s. cesilber en uolsinectis.com.ar
Mar Jul 15 15:42:21 CEST 2008


Y ya que "todos" opinan, yo tambien quiero opinar!!!!!!!!!!!
Critica de la Argentina Ed. 11.07.2008


Martín Caparrós
11.07.2008
Sólo sé que no entiendo –casi– nada. La sensación, por más socrática que
sea, no termina de gustarme. Y no la contaría –a quién le importa que yo
no entienda ciertas cosas– si no fuera porque creo que nos pasa a
muchos. Mal de muchos, ya se sabe, puede ser tonto consuelo –o un
problema digno de pensarse.

–¿Pensar, dijo, mi estimado?
–Sí, dije, pero no se preocupe, no se lo dije a usted.

Hace unos días, en esta página, tras despotricar contra la idea de
actualidad, propuse una pregunta: “¿Qué cuestiones, qué historias, qué
temas habría que contar en estos días? ¿Qué nos estamos perdiendo y
deberíamos saber? ¿De qué vale la pena hablar?”.

–Vos sí que sos un pelotudo, Caparrós.

Contestaron diez o doce –con sus matices y sus variaciones– para
demostrar que no tienen nada que decir. Pero hubo docenas y docenas que
propusieron temas: la salud, los cambios técnicos, la explotación
infantil, la donación de órganos, la pobreza, muchos la educación, muy
pocos la política, nadie internacionales, más historias de vidas, más
análisis social; tomé nota. 

Y me impresionó particularmente un mensaje que no era una propuesta.
Charito, 59 años, decía: “Mirá Martín, sé que hace rato no caminamos por
las mismas sendas. Yo también fui ‘compañera’ (perseguida, exiliada,
etcétera). Tengo seguramente muchas observaciones que hacer a este
gobierno, y las hago porque sigo trabajando en un barrio humilde con una
biblioteca, pero estoy convencida de que hacerlas hoy, con el ataque
masivo de la nueva derecha, de la clase media mezquina que nunca quiso
compartir ni un céntimo, cuando veo que en la plaza de mi ciudad
cacerolean las señoras de estancieros y militares (entre las que se
halla la del militar que estamos juzgando por delitos aberrantes de lesa
humanidad, entre cuyas víctimas se encuentra mi hermano), me inclino
definitivamente por este lado, por este gobierno acompañado de miles de
compañeros. Sabemos que no son ‘prolijos’, es un movimiento un poco
despelotado, no se puede ‘clasificar’ todo lo que pasa, no responde
estrictamente a la lucha de clases según manuales, pero es lo único que
hay”.

Me impresionó, supongo, porque sintetizaba varias discusiones que tuve
en estos días con amigos que sostienen, de una manera u otra –en general
airada, belicosa pero honesta–, argumentos semejantes, que me dejan
genuinamente confundido: pensando en lo que dicen.

–Vamos, Caparrós, no mienta, que sus patrones ya le dijeron lo que tiene
que decir.
–Sí, me lo dan por escrito cada mes, junto con el sobre. Pero como yo
soy traidor por naturaleza…

La idea de que este gobierno se merece apoyo porque sus enemigos son
nefastos no me satisface. Hace dos o tres años escribí que cuando veía
cuán torpes brutos gorilas lo atacaban me daban ganas de apoyar a
Kirchner, pero entonces miraba su gobierno y se me pasaba. 

Ahora veo que hay muchos que siguen pensando que los enemigos de sus
enemigos son sus amigos –y apoyan a los talibanes contra Bush, digamos,
o quizá viceversa. Y hace semanas escribí que esta pelea por el dinero
de los granos –esas ganancias extraordinarias que nos premian por el
hambre de los millones que ya no pueden pagar esos precios– me parece,
por decirlo a la manera antigua, una disputa entre facciones del poder
burgués donde no me siento representado por ninguna. Es, visiblemente,
lo contrario de lo que dicen Charito y muchos otros.

Y lo dicen con un énfasis extraordinario. Hacía décadas que no había, en
la Argentina, divisiones tan tajantes y tan confusas al mismo tiempo. En
el menemismo, por ejemplo, las líneas estaban más claras: no solía
encontrar, entre mis conocidos, alguien que lo defendiera. Los
menemistas eran claramente otros –que incluían, sin ir más lejos, a casi
todo el gobierno actual. Ahora las líneas son más caprichosas, dividen
abruptas a gente que siempre estuvo más o menos cerca. Pero lo que más
me inquieta es que no termino de entender qué se juega en esta discusión
tan crispada.

Digo, para empezar: ¿en defensa de qué se ponen tan enfáticos mis amigos
K? Se lo he preguntado a varios de ellos, sin conseguir respuestas
satisfactorias. Más allá de los clásicos argumentos sobre los derechos
humanos –de hace 30 años–, es cierto que este gobierno ha recuperado
algo del rol del Estado en la Argentina: estaba tan disminuido por el
menemismo que esos ligeros retoques son grandes avances –que, en el
mejor de los casos, le darán una presencia sólo cinco veces menor que en
1985, un suponer, o 1960, cuando tenía el control de los recursos
básicos, los servicios esenciales, las industrias estratégicas, la
salud, la seguridad, la educación. 

Y después vienen las declaraciones y discursos: la igualdad, la
redistribución, la independencia, esas nociones que nada –o tan poquito–
de la práctica socioeconómica del gobierno parece sostener. Digo: ya
tuvieron cinco años y el nivel de desigualdad se parece al de 1995,
pleno menemismo.

Pero siguen hablando de eso –qué bueno– y todos estos amigos se
entusiasman.

–¿Y a usted no le gustaría entusiasmarse?
–No sabe cuánto, mi querido. Nada mejor que estar enamorado, aunque sea
de la vaca Lengüita.

Creo que somos muchos los que querríamos creer. Pero necesitamos poder:
algo que nos lo permita, razones para que no sea un acto ciego, pura fe,
puro cabreo –aunque esto suene demasiado razonable, demasiado poco
peronista.

Las divisiones ya están hechas, y parecen profundas. Sería bueno, quizá,
que el gobierno K las justificara. Que, en lugar de pensar cómo
recomponer su imagen con un anuncio aquí, un acto allá, nos dijeran –a
los que ya los siguen, a los que no los odian– valdría la pena
apoyarlos, o sea: que enuncien un plan. Que detallen, en términos muy
claros, sin palabrerío, con planes, cifras, plazos, las diez o quince
medidas principales que vayan a tomar en sus tres próximos años. 

Así, entonces, sabremos – más allá de historias personales, boinas o
mocasines, la pavada– por qué es la pelea, con quién, para qué. Así,
entonces, por lo menos la crispación valdrá la pena.


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Cesar
"Vocatus atque non vocatus, deus aderit"




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