[Solar-general] OT: 2 plazas, 2 paises
Sebastian Bassi
sbassi en clubdelarazon.org
Lun Jul 14 08:31:43 CEST 2008
A veces no sé para que me preocupo por algo que no tiene solución,
pero bueno, comparto igual esta nota para ver una mirada distinta a la
que circula por aca:
Fuente: La Nación.
Néstor Kirchner insistió en que la ciudadanía debe movilizarse para
defender la democracia. Tal vez haya que hacerlo en un país cuyo
gobierno estimula la acción directa, controla fuerzas de choque,
interviene las comunicaciones privadas y administra fondos públicos o
designa funcionarios desde oficinas particulares.
Sin embargo, en el PJ, donde sobran los doctores en movilizaciones,
atribuyen a Kirchner otras intenciones. Sospechan que quiere para el
oficialismo la mitad de la prensa que tendrá el campo con su
concentración en el Monumento de los Españoles. Para lograrlo, también
hizo colapsar el mercado del transporte. Los duhaldistas que buscaban
colectivos para llevar gente hasta Palermo entraron en emergencia
anteanoche: en el área metropolitana no quedaban disponibles más de
200.
A pesar de lo rudimentaria, la escena estará llena de significado. Al
movilizar a sus huestes, Kirchner dramatizará de manera muy expresiva
una de las encrucijadas que se le ofrecen al país en este momento
histórico. Las dos "plazas" acaso representen a dos Argentinas
posibles.
La interminable crisis iniciada en marzo liberó un inmenso caudal de
información sobre esa revolución en cámara lenta que se viene dando en
el sector agropecuario desde hace 15 años. Con la excusa de la
rebelión fiscal, quedó expuesto un fenómeno casi desconocido para la
opinión pública: el desarrollo espectacular de una actividad económica
a partir de la incorporación de biotecnología, la experimentación de
otras formas de trabajo de la tierra y la adopción de un nuevo modelo
de administración. La polémica por las retenciones divulgó las
características del "nuevo campo", un entramado social y productivo
que constituye la principal valencia de conexión entre el país y la
economía global.
Kirchner decidió enfrentar a quienes expresan ese fenómeno movilizando
a una clientela reclutada en los barrios postergados del Gran Buenos
Aires. Esa población, de cuyas necesidades se sirve la política desde
hace décadas, es la víctima de un curso de acción fallido: el proceso
de industrialización asistida en el que ingresó la Argentina hace 70
años, cuando decidió desacoplarse de la economía internacional para
explorar una "vía nacional al desarrollo".
El experimento fue la respuesta a la crisis surgida a partir de 1929
en el seno de otra globalización, la que protagonizó el imperio
británico, durante la cual la Argentina conoció siete décadas de
progreso. El derrumbe de los años 30 la encontró entre las 10 naciones
más ricas de la Tierra.
Frente a aquel colapso, la economía se replegó sobre el mercado
interno, con una industrialización sustitutiva y Estado-céntrica. La
mano de obra migró hacia las grandes ciudades, en una peregrinación
que explica el surgimiento del peronismo. El horizonte intelectual de
esta mutación fue la oposición entre la industria, con la que ahora se
identificaba la modernidad, y el campo, asiento de una oligarquía
rentista. Una caricatura criolla del pasaje del orden feudal al orden
burgués.
Los Kirchner le hablan al campo desde el corazón de ese modelo, con un
discurso cuya debilidad radica en su anacronismo. La pretensión de
"defender la mesa de los argentinos" mediante el castigo a las
exportaciones agrarias y la destrucción de los contratos del comercio
internacional hace juego con la ilusión de que los servicios públicos
mejorarán no cuando se eleve la calidad de los controles, sino cuando
se sustituya al inversor extranjero por una "burguesía nacional"
nacida de la intervención del Estado.
La semana pasada hubo dos ejercicios de esta forma de pensar: la misma
administración que aspira a reemplazar en Aerolíneas a un par de
empresarios españoles (muy polémicos hasta en su propio país) por un
amigo del poder volvió a degradar un organismo como el ENRE, donde se
designó director al ex diputado Eduardo Camaño, de ignotos
antecedentes energéticos.
El aislacionismo que se manifiesta en estas decisiones supone una
visión de la economía y de las relaciones internacionales para la cual
todavía es posible, en un mundo cada vez más integrado, eso que Hugo
Chávez denominó, al defender la estatización de Sidor, "el desarrollo
endógeno".
Con este bagaje conceptual, es imposible comprender la evolución del
campo. Porque el negocio agropecuario exhibe en la Argentina, desde
hace 15 años, tres rasgos típicos de la economía globalizada: se basa
en la incorporación de conocimiento, se organiza en red y está
referido al mercado mundial.
El valor de la soja transgénica, adoptada por la Argentina en 1994,
deviene de que ese "yuyo" incorporó los hallazgos que alcanzó la
biotecnología en su búsqueda de nuevas proteínas para la satisfacción
de un mercado de consumidores de alimentos. El salto en la
productividad se completó con un método que permite cultivar la tierra
sin removerla: la siembra directa.
También cambió el paradigma administrativo. La producción basada en
unidades integradas, como la chacra o la estancia, ahora se sostiene
en una red de contratistas. Este modelo de negocio desligó la riqueza
de la posesión de la tierra.
El tercer aspecto que explica la revolución agraria en la Argentina es
la integración al capitalismo global de grandes poblaciones con un
consumo de proteínas retrasado. Mientras Europa consume al año 130
kilos por persona, China consume 22; India, 11, y el mundo, en
promedio, 30.
Estos factores impulsaron a la Argentina de los últimos 10 años a
expandir un 56% la superficie cultivada, quintuplicar la producción
sojera y mejorar el rendimiento en un 80%. Otra vez el país encontró
en el agro una inserción exitosa en la nueva globalización. La
protagoniza una "burguesía nacional" irreconocible: no depende del
Estado.
El capitalismo globalizado, con su nueva generación de desajustes,
obliga a la dirigencia de todos los países a un esfuerzo de
reeducación. Los Kirchner parecen resistirse. Han encarado la agenda
agropecuaria inspirándose en una demonización del sector que servía,
como dispositivo simbólico, al proceso de industrialización
sustitutiva de hace 70 años. Pero esa experiencia se frustró. Lo
revelan los niveles de ineficiencia de muchas industrias y, sobre
todo, la degradación de la periferia de las grandes ciudades, donde
reinan la pobreza, la desocupación, el crimen, la droga y la
corrupción política.
Esa visión arcaica se proyecta sobre la política tributaria. Sin
considerar las retenciones que se discutirán pasado mañana en el
Senado, el fisco argentino aplica sobre la actividad rural una presión
del 23% (como porcentaje del PBI agropecuario), muy superior al 2,76%
de Brasil o al 6,90% de Uruguay.
Las retenciones móviles profundizan este cuadro. Son una condición de
posibilidad casi inevitable para el proyecto de poder de los Kirchner,
que redujo su base electoral a los segmentos más sumergidos de la
sociedad: los que viven en el conurbano bonaerense. Son las víctimas
de aquel fracaso y serán movilizadas mañana, para enfrentar al campo,
en una metáfora perfecta.
Carlos Pagni
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Sebastián Bassi (セバスティアン). Diplomado en Ciencia y Tecnología.
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