[Solar-general] internet en cuba: mentiras de la prensa libre
Marcos Guglielmetti
marcospcmusica en gmail.com
Mie Feb 20 16:39:12 CET 2008
El Miércoles, 20 de Febrero de 2008 08:48, minombresbond escribió:
| El Wed, 20 Feb 2008 04:26:47 +0100
|
| Marcos Guglielmetti <marcospcmusica en gmail.com> escribió:
| > diciendo que su existencia y la de la servidumbre son
| > inseparables. Pero protestó contra la observación, no obstante
| > juiciosa, de Bakunin, quien encontraba contraria a lo que se
| > sabía de la naturaleza humana la noción de una dictadura
| > provisional. Marx pensaba, es cierto, que las verdades
| > dialécticas son superiores a la verdad psicológica. ¿Qué decía
| > la dialéctica? Que "la abolición del Estado no tiene sentido
| > sino en los
| >
| >
| >
| > (luego sigo)
|
| la dejaste picando!!
(ahora sigue, parece una novela esto)
Es cierto: no me dí cuenta, verdad... sucede que no es fácil
transcribir estas cosas
| busque y busque por la web pero no hay caso
| el hombre rebelde es rebelde en serio y no quiere aparecer!
|
| al menos encontre estos de Camus
|
| Bodas.pdf
| Caligula.doc
| Cartas a un amigo aleman.pdf
| El extranjero.doc
| El huesped.doc
| El mito de Sisifo.doc
| El primer hombre.doc
| La caida.doc
Ese relato lo compré hace unos días, según leí está basado
filosóficamente en en "El hombre rebelde"
| La peste.rtf
| La vida contemporanea.doc
| Los justos.pdf
| Novela y rebeldia.pdf
Ja...
Yo creo que en parte lo que ocurre es que un tratado filosófico no es
el más popular de los libros, si a esto le sumás que no le queda
cómodo leerlo ni a muchos anarquistas, socialistas o capitalistas
¿quién lo va a querer?!!!
En fin, lo más simple es comprarlo (además para llegar a estas páginas
es mejor pasar por todo lo anterior, donde se desarrollan conceptos
que llevan a entender mejor lo actual); igual la digitalización es
útil para encontrar rápidamente conceptos, una vez que uno lo leyó;
que es mi caso, por eso lo hago también.
------------ va:
Es seguro que condenó al Estado en términos claros, diciendo que su
existencia y la de la servidumbre son inseparables. Pero protestó
contra la observación, no obstante juiciosa, de Bakunin, quien
encontraba contraria a lo que se sabía de la naturaleza humana la
noción de una dictadura provisional. Marx pensaba, es cierto, que las
verdades dialécticas son superiores a la verdad psicológica. ¿Qué
decía la dialéctica? Que "la abolición del Estado no tiene sentido
sino en los (193)
comunistas, como un resultado necesario de la supresión de las clases,
cuya desaparición trae aparejada automáticamente la desaparición de
la necesidad de su poder organizado de una clase para la opresión de
la otra". Según la fórmula consagrada, el gobierno de las personas
cede entonces el paso a la administración de las cosas. La dialéctica
era, por lo tanto, formal y no justificaba al Estado proletario sino
durante el tiempo necesario para destruir o integrar a la clase
burguesa. Pero la profecía y el fatalismo autorizaban, por desgracia,
otras interpretaciones. Si es seguro que llegará el reino, ¿qué
importan los años? El sufrimiento nunca es provisional para quien no
cree en el porvenir. Pero cien años de dolor pasan pronto para quien
afirma que en el año ciento uno se alcanzará la ciudad definitiva. En
la perspectiva de la profecía nada importa. De todas maneras, una vez
desaparecida la clase burguesa, el proletario establece el reinado
del hombre universal en la cima de la producción, en virtud de la
lógica misma del desarrollo productivo. ¿Qué importa que ello se
logre con la dictadura y la violencia? En esa Jerusalén ruidosa de
máquinas maravillosas, ¿quién se acordará todavía del grito del
degollado?
La edad de oro reservada para el final de la historia, coincidente,
con un doble atractivo, con un apocalipsis, justifica todo, por lo
tanto. Hay que meditar sobre la prodigiosa ambición del marxismo,
valorizar su predicación desmesurada, para comprender que semejante
esperanza obliga a descuidar problemas que parecen entonces
secundarios. "El comunismo, como apropiación real de la esencia
humana por el hombre y para el hombre, como vuelta del hombre a sí
mismo a título de hombre social, es decir, de hombre humano, vuelta
completa, consciente y que conserva todas las riquezas del movimiento
interior, este comunismo, por ser un naturalismo completo, coincide
con el humanismo; es el verdadero final de la querella entre el
hombre y la naturaleza y entre el hombre y el hombre. . ., entre la
esencia y la existencia, entre la objetivación y la afirmación de sí
mismo, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la
especie. Resuelve el misterio de la historia y sabe que lo resuelve".
Sólo el lenguaje es aquí científico. En el fondo, ¿qué diferencia hay
con Fourier, quien anuncia "los desiertos fertilizados, el agua de
mar potable y de sabor de violeta, la eterna primavera. .."? Se nos
anuncia la eterna prima (194)
vera de los hombres en un lenguaje de encíclica. ¿Qué puede querer y
esperar el hombre sin dios sino el reinado del hombre? Esto explica
el ansia de los discípulos. "En una sociedad sin angustia es fácil
ignorar la muerte", dice uno de ellos. Sin embargo, y ésta es la
verdadera condena de nuestra sociedad, la angustia de la muerte es un
lujo que afecta mucho más al ocioso que al trabajador, asfixiado por
su propia tarea. Pero todo socialismo es utópico, y ante todo el
científico. La utopía sustituye a Dios con el porvenir. Entonces
identifica el porvenir con la moral; el único valor es el que sirve a
ese porvenir. De ahí que haya sido casi siempre obligatorio y
autoritario (1 Morelly, Rabeuf y Godwin describen, en realidad,
sociedades inquisitoriales). Marx, como utopista, no difiere de sus
terribles predecesores y una parte de su enseñanza justifica a sus
sucesores.
Ciertamente, se ha tenido razón al insistir en la exigencia ética que
hay en el fondo del sueño marxista (2 Maximillen Rubel. Pages
choisies pour une éthique socialiste, Rivière). Hay que decir con
justicia, antes de examinar el fracaso del marxismo, que ella
constituye la verdadera grandeza de Marx. Ha puesto al trabajo, su
minoración injusta y su dignidad profunda en el centro de su
reflexión. Se ha alzado contra la reducción del trabajo a una
mercadería y del trabajador a un objeto. Ha recordado a los
privilegiados que sus privilegios no eran divinos, ni la propiedad un
derecho eterno. Ha dado una mala conciencia a quienes no tenían
derecho a tenerla en paz y ha denunciado, con profundidad sin igual,
a una clase cuyo crimen no consiste en haber tenido el poder tanto
como en haberío utilizado para las finalidades de una sociedad
mediocre y sin verdadera nobleza. Le debemos esta idea que constituye
la desesperación de nuestra época -pero aquí la desesperación vale
más que cualquier esperanza-: que cuando el trabajo es una minoración
no es la vida, aunque cubra todo el tiempo de la vida. ¿Quién, a
pesar de las pretensiones de esta sociedad, puede dormir en paz en
ella, sabiendo en adelante que obtiene sus goces mediocres del
trabajo de millones de almas muertas? Al exigir para el trabajador la
verdadera riqueza, que no es la del dinero, sino la del ocio o de la
creación, ha reclamado, a pesar de las apariencias, la calidad del
hombre. Al hacer eso, puede (195)
decirse con vigor, no ha querido la degradación complementaria que se
ha impuesto al hombre en su nombre. Una frase suya, por una vez clara
y cortante, niega para siempre a sus discípulos triunfantes la
grandeza y la bondad que él poseía: "Un fin que necesita medios
injustos no es un fin justo".
Pero aquí vuelve a encontrarse la tragedia de Nietzsehe. La ambición,
la profecía son generosas y universales. La doctrina era restrictiva
y la reducción de todo valor a la historia sola autorizaba las
consecuencias más extremas. Marx creyó que los fines de la historia,
por lo menos, se revelarían morales y racionales. Ésa es su utopía.
Pero la utopía, como él lo sabía, no obstante, está destinada a
servir al cinismo que no quería. Marx destruye toda trascendencia y
luego realiza personalmente el paso del hecho al deber. Pero este
deber no principia sino en el hecho. La reclamación de justicia lleva
a la injusticia si no se funda ante todo en una justificación ética
de la justicia. En defecto de lo cual también el crimen se convierte
un día en deber. Cuando el mal y el bien son reintegrados al tiempo,
confundidos con los acontecimientos, nada es ya bueno o malo, sino
solamente prematuro o caduco. ¿Quién decidirá de la oportunidad sino
el oportunista? Más tarde juzgaréis, dicen los discípulos. Pero las
víctimas no existirán ya para juzgar. Para la víctima, el único valor
es el presente; la única acción, la rebelión. El mesianismo, para
existir, debe edificarse contra las víctimas. Es posible que Marx no
lo haya querido, pero lo que hay que examinar es, su responsabilidad,
que consiste en haber justificado, en nombre de la revolución, la
lucha en adelante sangrienta contra todas las formas de la rebelión.
EL FRACASO DE LA PROFECIA
Hegel termina soberbiamente la historia en 1807, los saintsimonianos
consideran que las convulsiones revolucionarias de 1830 y 1848 son
las últimas. Comte muere en 1857, dispuesto a ocupar la cátedra para
predicar el positivismo a una humanidad curada, por fin, de sus
errores. A su vez, con el mismo romanticismo ciego, Marx profetiza la
sociedad sin clases y la resolución del misterio histórico. Más pru-
(pag 195)
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