[Solar-general] internet en cuba: mentiras de la prensa libre

Marcos Guglielmetti marcospcmusica en gmail.com
Mie Feb 20 04:26:47 CET 2008


El Miércoles, 20 de Febrero de 2008 00:01, Diego Saravia escribió:
 | El 19/02/08, Marcos Guglielmetti <marcospcmusica en gmail.com> 
escribió:
 | > El Martes, 19 de Febrero de 2008 22:02, Diego Saravia escribió:
 | >  | > El ejemplo no vale tanto porque lo que se discutía es si la
 | >  | > profecía marxista que habla del comunismo conquistando al
 | >  | > mundo entero [para lo cual tiene que tomar el poder del
 | >  | > Estado y en definitiva fortalecer el Estado como nunca se
 | >  | > ha visto] luego podría proceder a una desintegración del
 | >  | > mismo.
 | >  |
 | >  | no es una profecia, es un proyecto politico
 | >
 | > ¿No es inevitable para Marx la construcción de la sociedad sin
 | > clases?
 |
 | la verdad no lo se, no conozco tan a fondo la obra de marx
 |
 | lo que marx pronostica es el fin del capitalismo, no es una
 | profecia sino un pronostico basado en cuestiones racionales y
 | cientificas, claro que se puede discutir mucho sobre esto, como 
 | te dije hay mucho debate en relacion a estas cuestiones entre los
 | economistas.
 |
 | la base para esto son las contradicciones del capitalismo, pero
 | seria largodiscutirlo aqui

Sí, de todos modos a los efectos de ir volcando en inet El Hombre 
Rebelde de Albert Camus, que vengo siguiendo en esta discusión, pego 
acá un texto que contiene varias de las cuestiones que estuvimos 
viendo:


Se conoce el esquema marxista. Marx, después de Adam Smith Y Ricardo, 
define el valor de toda mercadería por la cantidad de trabajo que la 
produce. La cantidad de trabajo vendida por el proletario al 
capitalista es ella misma una mercadería cuyo valor será definido por 
la cantidad de trabajo que la produce, es decir, por el valor de los 
bienes de consumo necesarios para su subsistencia. El capitalista, al 
comprar esta mercadería, se compromete a pagarla suficientemente para 
que el que la vende, el trabajador, pueda alimentarse y perpetuarse. 
Pero recibe al mismo tiempo el derecho a hacer trabajar a este último 
todo el tiempo que pueda. Puede hacerlo durante mucho tiempo, más del 
necesario para pagar su subsistencia. En una jornada de doce horas, 
si la mitad basta para producir un valor equivalente al valor de los 
productos de subsistencia, las otras seis horas son horas no pagadas, 
plusvalía que constituye el beneficio propio del capitalista. El 
capitalista tiene, por lo tanto, interés en alargar hasta el máximo 
las horas de trabajo o, cuando no puede hacerlo, en aumentar al 
máximo el rendimiento del obrero. La primera exigencia es cuestión de 
policía y de crueldad. La segunda es cuestión de organización del 
trabajo. Lleva ante todo a la división del trabajo y luego a la 
utilización de la máquina, que deshumaniza al obrero. Por otra 
parte,. la competencia por los mercados exteriores, (pag 188) la 
necesidad de inversiones cada vez mayores en el material nuevo 
producen los fenómenos de concentración y acumulación. Los pequeños 
capitalistas son absorbidos por los grandes,  que pueden mantener, 
por ejemplo, precios deficitarios durante más tiempo. Una parte cada 
vez mayor de¡, beneficio es invertida, finalmente, en nuevas máquinas 
y acumulada en la parte estable del capital. Este doble movimiento 
precipita ante todo la ruina de las clases medias, que se unen al 
proletariado, y luego concentra en,manos cada vez menos numerosas las 
riquezas producidas únicamente por los proletarios. Así, el 
proletariado crece cada vez más a medida que aumenta su decadencia. 
El capital no se concentra ya sino en manos de algunos amos cuyo 
poder creciente se basa en el robo. Quebrantados, por otra, parte, 
por las crisis sucesivas, desbordados por las contradicciones del 
sistema, estos amos no pueden ya ni siquiera asegurar la subsistencia 
de sus esclavos, que dependen entonces de la caridad privada u 
oficial. Llega, fatalmente, un día en que un inmenso ejército de 
esclavos oprimidos se encuentra en presencia de un puñado de amos 
indignos. Ese día es el de la revolución. "La ruina de la burguesía y 
la victoria del proletariado son igualmente inevitables". 
Esta descripción, en adelante célebre, no da cuenta todavía del final 
de los antagonismos. Después de la victoria del proletariado, la 
lucha por la vida podría funcionar y dar origen a nuevos 
antagonismos. Entonces intervienen dos nociones, una de ellas 
económica, la identidad del desarrollo de la producción y el 
desarrollo de la sociedad, y la otra puramente sistemática, la misión 
del proletariado. Estas dos nociones se unen en lo que se puede 
llamar el fatalismo activo de Marx.

La misma evolución económica, que concentra, en efecto, el capital en 
un pequeño número de manos, hace el antagonismo a la vez más cruel y, 
en cierto modo, irreal. Parece que en el punto más alto del 
desarrollo de las fuerzas productivas basta un papirotazo para que el 
proletariado se encuentre solo en posesión de los medios de 
producción, arrebatados ya a la propiedad privada y concentrados en 
una sola y enorme masa, en adelante común. La propiedad privada, 
cuando se concentra en manos de un solo propietario, no está separada 
de la propiedad colectiva sino por la existencia de un solo hombre. 
El resultado inevitable del capitalismo (pag 190) privado es una 
especie de capitalismo de Estado que bastará colocar en seguida al 
servicio de la comunidad para que nazca una sociedad en la que el 
capital y el trabajo, en adelante confundidos, produzcan, con un 
mismo movimiento, la abundancia y la justicia. Teniendo en cuenta 
esta feliz solución, Marx exaltó siempre el papel revolucionario que 
asume, claro que inconscientemente, la burguesía. Habló de 
un "derecho histórico" del capitalismo, fuente de progreso al mismo 
tiempo que de miseria. La misión histórica y la justificación del 
capital consisten, en su opinión, en preparar las condiciones de un 
modo de producción superior. Este modo de producción no es en sí 
mismo revolucionario, sino que será solamente el coronamiento de la 
revolución. Sólo las bases de la producción burguesa son 
revolucionarias. Cuando Marx afirma que la humanidad no se plantea 
sino enigmas que puede resolver, muestra al mismo tiempo que la 
solución del problema revolucionario se encuentra en germen en el 
sistema capitalista mismo. Recomienda, por lo tanto, que se sufra el 
Estado burgués, y hasta que se ayude a construirlo, más bien que la 
vuelta a una producción menos industrializada. Los 
proletarios "pueden y deben aceptar la revolución burguesa como una 
condición de la revolución obrera". 

Marx es también el profeta de la producción y está permitido pensar 
que en este punto preciso, y no en otro, antepuso el sistema a la 
realidad. Nunca dejó de defender a Ricardo, economista del 
capitalismo manchesteriano, contra quienes lo acusaban de querer la 
producción por sí misma ("¡Con justa razón!", exclama Marx) y de 
quererla sin preocuparse por los hombres. "Ése es precisamente su 
mérito", responde Marx, con la misma desenvoltura que Hegel. ¡Qué 
importa, en efecto, el sacrificio de los hombres si debe servir a la 
salvación de la humanidad entera! El progreso se parece "a ese 
horrible dios pagano que no quería beber el néctar sino en el cráneo 
de los enemigos muertos". Por lo menos es el progreso, que dejará de 
ser torturador después del apocalipsis industrial, el día de la 
reconciliación. 
Pero si el proletariado no puede evitar esta revolución ni que lo 
pongan en posesión de los medios de producción, ¿sabrá, por lo menos, 
utilizarla para el bien de todos? ¿Dónde está la garantía de que no 
surgirán órdenes, clases y antagonismos en su seno mismo? La garantía 
está en Hegel. El (pag 191)proletariado está obligado a utilizar su 
riqueza para el bien universal. No es el proletariado, es lo 
universal que se opone a lo particular, es decir, al capitalismo. El 
antagonismo del capital y el proletariado es la última fase de la 
lucha entre lo singular y lo universal tal como anima la tragedia 
histórica del amo y el esclavo. Al final del esquema ideal trazado 
por Marx, el proletariado ha englobado a todas las clases y no ha 
dejado detrás de él sino un puñado de amos, representantes 
del "crimen notorio", que la revolución, justamente, destruirá. 
Además, el capitalismo, al llevar al proletario a la última 
decadencia, lo libera poco a poco de todas las determinaciones que 
podían separarlo de los otros hombres. No tiene nada, ni propiedad, 
ni moral, ni patria. No depende, por lo tanto, sino de la especie, de 
la que es en adelante el representante desnudo e implacable si se 
afirma a sí mismo, afirma todo y a todos, No porque los proletarios 
sean dioses, sino, precisamente,.porque están reducidos a la 
condición más inhumana. "Sólo los proletarios totalmente excluidos de 
esta afirmación de su personalidad son capaces de realizar la 
afirmación,completa de si mismos". 
Tal es la misión del proletariado: hacer que la suprema dignidad surja 
de la suprema humillación. Es el Cristo humano quien redime con sus 
dolores y sus luchas el pecado colectivo de alienación. Es, ante 
todo, el portador innumerable de la negación total, y luego el 
heraldo de la afirmación definitiva. "La filosofía no puede 
realizarse sin la desaparición del proletariado; el proletariado no 
puede liberarse sin la realización de la filosofía", y también: "El 
proletariado no puede existir sino en el plano de la historia 
mundial ... La acción comunista no puede existir sino como realidad 
histórica planetario". Pero este Cristo es al mismo tiempo vengador. 
Ejecuta, según Marx, el juicio que la propiedad privada dicta contra 
sí misma. "Todas las casas de nuestros días están marcadas con una 
misteriosa cruz roja. El juez es la historia y el ejecutor de la 
sentencia es el proletario". Así, el cumplimiento es inevitable. Las 
crisis sucederán a las crisis (nota al pie: 1 Cada diez u once años, 
según prevé Marx. Pero la periodicidad de los ciclos "se acortará 
gradualmente".), la decadencia del proletariado se profundizará, su 
número se extenderá hasta la crisis universal en que desaparecerá el 
mundo del cambio y en que la historia (pag 192), mediante una suprema 
violencia, dejará de ser violenta. Se constituirá el reino de los 
fines. 
Se comprende que este fatalismo haya podido ser llevado (como ha 
sucedido con el pensamiento hegeliano) a una especie de quietismo 
político por marxistas como Kautsky, para quien era tan poco posible 
a los proletarios crear la revolución como a los burgueses impedirla. 
Hasta Lenin, quien debía elegir, por el contrario el aspecto 
activista de la doctrina, escribió en 1905, en un estilo de 
excomunión: "Es un pensamiento reaccionario buscar la salvación de la 
clase obrera en algo que no sea el desarrollo en masa del 
capitalismo". En Marx la naturaleza económica no da saltos y no es 
necesario hacerle pasar sin detenerse. Es completamente falso decir 
que los socialistas reformistas han permanecido fieles a Marx en 
esto. El fatalismo excluye, por el contrario, todas las reformas, en 
la medida en que podrían atenuar el aspecto catastrófico de la 
evolución y, por consiguiente, demorar la solución inevitable. La 
lógica de semejante actitud querría que se aprobase lo que puede 
aumentar la miseria obrera. No hay que dar nada al obrero para que un 
día pueda tenerlo todo. 
Esto no impide que Marx haya sentido el peligro de este quietismo. No 
se espera el poder o se espera indefinidamente. Llega un día en que 
hay que tomarlo, y ese día es el que queda en una claridad dudosa 
para todo lector de Marx. En este punto no ha dejado de 
contradecirse. Ha advertido que la sociedad estaba "históricamente 
obligada a pasar por la dictadura obrera". En cuanto al carácter de 
esta dictadura, sus definiciones son contradictorias (nota al pie: 1 
Michel Collinet en la Tragédie du Marxisme, observa en Marx tres 
formas de la toma de poder por el proletariado: la república jacobina 
en el Manifiesto comunista, la dictadura autoritaria en El 18 
Brumario, y el gobierno federal y libertino en La guerra civil en 
Francia). Es seguro que condenó al Estado en términos claros, 
diciendo que su existencia y la de la servidumbre son inseparables. 
Pero protestó contra la observación, no obstante juiciosa, de 
Bakunin, quien encontraba contraria a lo que se sabía de la 
naturaleza humana la noción de una dictadura provisional. Marx 
pensaba, es cierto, que las verdades dialécticas son superiores a la 
verdad psicológica. ¿Qué decía la dialéctica? Que "la abolición del 
Estado no tiene sentido sino en los 



(luego sigo)



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