[Solar-general] El sentido comun
Pablo Manuel Rizzo
info en pablorizzo.com
Vie Dic 5 11:20:16 CET 2008
"El sentido común" Por Jorge Majfud *
* Escritor uruguayo.
Cierta vez me llamaron para dar una explicación a una falla
constructiva. Un tanque de agua de cinco mil litros se había fisurado
de forma irreparable. Cuando llegué manaban gruesos chorros de agua
por las paredes y por el fondo del magnífico cilindro. La razón era
técnicamente obvia, pero entonces me interesó el proceso. Pedí hablar
con el constructor, quien resultó, como era la costumbre, un hombre
pragmático, "hecho en obra".
Siempre sentí admiración por este tipo de profesional sufrido, "sin
escuela", por otra parte indispensable en la construcción de cualquier
edificio y en la construcción de la sociedad toda. Pero una cosa es
reconocer un esfuerzo, un mérito, y otra engañarnos. Sin obreros no se
construyen torres, pero sin teóricos tampoco.
–No me explico –me decía C., entre perplejo y herido en su orgullo–,
he construido decenas de tanques más grandes que éste y jamás tuve
problema alguno.
–¿Tanques más grandes que éste?
–Sí, el doble más grandes que éste y con los mismos materiales.
Nuestro amigo había construido durante años tanques con el doble de
capacidad. Es decir, tanques con más de veinte mil litros. Pero,
casualmente, de alturas mucho menores. Evidentemente, podría haber
construido tanques diez o cien veces más grandes. El tamaño no importa
a los efectos hidráulicos. Lo que importa es la altura. Un delgado
tubo de dos metros de alto ejerce progresivamente sobre sus partes más
bajas mucho más presión que el Océano Pacífico a un metro de
profundidad. Esto, que es obvio para cualquiera que haya tomado unas
pocas clases de Física, no lo era para el experimentado hombre de
obra.
El razonamiento del "hombre práctico" se revelaba demasiado simple.
Una relación causa-efecto. Sin embargo, la intuición, que siempre
tiene muy buen tacto, suele ser ciega. La cadena causa-efecto es,
antes que nada, una construcción mental, y si omitimos o confundimos
las causas, los nuevos efectos pueden ser desastrosos. Bastaría con
observar los resultados de los conflictos mundiales. Sobre todo cuando
quienes tienen la voz de mando en el mundo tienen al mismo tiempo una
visión anacrónica de la realidad, del proceso histórico y se ufanan de
su ignorancia en nombre de la acción. La ventaja de la construcción es
que los desastres quedan a la luz; en la política, aunque haya una
diferencia de cien mil muertos, simplemente se los justifica: los
errores se convierten en convicciones y los muertos en héroes,
mártires o simples efectos colaterales.
Normalmente tampoco coincide la percepción intuitiva de un problema
con sus razones teóricas. En la creación de nuevas teorías es
fundamental la intuición, pero cuando la intuición bajo el epíteto de
"sentido común" se enfrenta a una teoría confirmada, por regla pierde.
El sentido común suele ser una intuición o una percepción deformada
por una práctica o por viejas teorías arraigadas en la sociedad y casi
siempre superadas entre los llamados "teóricos".
En mi breve experiencia como arquitecto "demasiado joven", debí
enfrentarme siempre con el prejuicio de orgullosos hombres "hechos en
la práctica" de los años acumulados. Con frecuencia observaba la
repetición de errores ad infinitum, salvados de la catástrofe sólo por
la escala menor de las obras y por la generosidad del despilfarro de
los más pobres.
En otra obra que dirigí en Uruguay para una empresa española, estuve
un par de veces al borde de la tragedia. La última vez, varios
operarios se salvaron poco antes de que reventara una enorme cámara de
agua. Esta vez el error provenía de los cálculos originales de los
técnicos de la empresa. Después de fallar en las pruebas de
resistencia y de intentar en vano reparar el problema repetidas veces
usando el mismo método, decidí rediseñar parte de la estructura
aplicando únicamente conceptos teóricos. Cuando a la mañana siguiente
llegué a obra con los nuevos planos, el capataz (el jefe de obra) tomó
dos frágiles bloques huecos que estaban indicados en el plano y,
golpeando uno contra el otro, los deshizo. Con ironía, me preguntó:
–Arquitecto, ¿con esta mierda vamos a contener cincuenta mil litros de agua?
Cerré los ojos y le dije:
–Simplemente, hágalo.
Afortunadamente para mí, de esa forma se solucionó en dos días y con
menos material un problema que llevaba un mes sin pasar las pruebas y
las inspecciones del gobierno.
Unos años después mi padre sufrió un doble infarto y fue operado del
corazón. Antes de entrar a la sala de operaciones, advirtió, con
sorpresa y desconfianza, que el equipo de médicos estaba liderado por
"muchachitos". Esos muchachitos le sacaron el corazón, como en un
ritual azteca, lo reconstruyeron durante horas y se lo volvieron a
colocar en su lugar, devolviéndole de esa forma la vida. Mi padre,
también un "hombre de práctica", con su tendencia liberal a aceptar el
valor ajeno, contó la anécdota con entusiasmo.
No hace mucho, un político norteamericano, molesto porque en las
universidades se enseñaba una teoría que iba contra sus principios
religiosos, propuso que sólo se enseñaran "hechos" y no teorías. Para
eso se pagan los impuestos: para obtener resultados prácticos. Como
todo político investido repentinamente de un poder excesivo, se
mantuvo en la común superstición de que las leyes lo arreglan todo. El
problema surge apenas nos preguntamos qué se entiende en historia o en
física cuántica por hechos. La respuesta, sea cual sea, es,
naturalmente, una teoría. O algo mucho peor: una hipótesis ligera, una
opinión.
Si aceptamos que el arca de Noé es un hecho y la teoría de la
evolución de Darwin es sólo una teoría, habría que decir que los
hechos dependen de una fe y no de pruebas materiales, porque de la
barca no quedan muchos rastros aparte de la referencia de las Sagradas
Escrituras. Por otra parte, no creo que un religioso debiera
molestarse porque alguien diga que para aceptar la historia de la
barca de Noé es necesaria más fe que pruebas científicas. La misma fe
que se necesita para afirmar que Noé puso en una barca a billones de
especies animales y vegetales –incluyendo canguros, pingüinos y peces
de agua dulce– sin recurrir, al menos, a la posibilidad de que haya
metido sólo algunas que fueron "el origen a las especies" más diversas
que surgieron después, evolución mediante. Por otra parte, lo que se
puede probar no necesita de ningún acto de fe, razón por la cual no
entiendo el celo y la competencia de algunos religiosos con respecto a
las ciencias.
Está de más recordar que si eliminamos la enseñanza de "teorías" en
las universidades deberíamos proscribir no sólo las Humanidades sino
todas las ciencias, desde sus raíces. ¿O alguien piensa que el hombre
ha llegado a la Luna practicando salto en alto?
Es común en la historia ver a artesanos y obreros de taller inventando
objetos con admirables resultados prácticos. Sin embargo, estos
"hombres de práctica" no fueron inventores gracias a su sentido común
sino todo lo contrario: fueron hombres prácticos que construyeron con
una imaginación teórica, superando fracasos en el esfuerzo de dar
respuestas teóricas a problemas prácticos. Es decir, hombres y mujeres
de teoría; problematizadores de la realidad, no simplificadores.
Recientemente un aventajado alumno de uno de mis cursos de literatura
me hacía ver que en inglés common sense también se dice horse sense.
Me llamó la atención el sinónimo en un pueblo que se ufana de su
practicidad. En español no decimos "sentido de caballo", para
referirnos al sentido común. Al menos en el Río de la Plata "entrar
como un caballo" significa actuar con ingenua imprudencia. Sin duda
que un caballo tiene más sentido común que cualquiera de nosotros. De
hecho, en español con frecuencia se dice que tener "sentido común" es
tener "los pies en la tierra". Como los caballos, que hasta duermen
parados.
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http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/contratapa/13-116120.html
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Pablo Manuel Rizzo
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"No hay camino hacia la Libertad,
la Libertad es el camino" - Gandhi
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