[Solar-general] cuando los fanaticos dejan dinero

Norberto Periz nperiz en gmail.com
Mar Sep 27 22:50:50 CEST 2005


MIAMI.- En el documental "La marcha de los pingüinos", del director
francés Luc Jacquet, una bandada de pingüinos emperadores recorre ida
y vuelta el desolado espacio antártico, del océano al área de
concentración, con el fin de propagar la especie.

Es una rutina angustiosa y descomunal. La época de la fecundación
comienza en mayo. Los pingüinos machos saltan del océano y comienzan a
marchar pacientemente, en fila india, a través del extenso paisaje
helado. Observados a la distancia, parecen una procesión de judíos
ortodoxos. Cubren 110 kilómetros de hielos antárticos, a temperaturas
inferiores a los 40 grados bajo cero, para seleccionar su pareja.

Tras un ritual de seducción y copulación, la hembra pone su huevo que
inmediatamente transfiere al macho, en una operación tensa y delicada.
Las hembras parten entonces al mar para alimentarse.

Con el huevo protegido bajo su piel abdominal, imposibilitado de
moverse, sin ingerir comida, el macho lo incuba durante dos meses de
brutales temperaturas y violentos temporales.

Para el momento en que las hembras regresan, los pichones ya han roto
el cascarón. Los machos vuelven al mar para recobrar el peso perdido y
almacenar alimentos y son ahora las hembras las que protegen a los
pichones bajo su abdomen. Cuando los machos retornan, alimentan a los
pequeñuelos a través de sus gargantas y cuando las crías tienen edad
suficiente, comienzan a retozar y a aprender los métodos de
supervivencia.

Cuando tienen edad suficiente marchan hacia el océano para iniciar su
propia rutina de alimentación y copulación. Nunca más verán a sus
progenitores.

El ciclo vital de los pingüinos emperadores puede ser admirado como
una epopeya extraordinaria o considerado un descomunal acto de
estupidez, repetido sin variaciones por millones de años. Pero para
algunos sectores conservadores y de la derecha cristiana en los
Estados Unidos, la película se ha transformado, inesperadamente, en
una reafirmación de la existencia de Dios y de la sagrada condición de
la familia.

De hecho, "La marcha de los pingüinos" lleva recaudados cerca de 70
millones de dólares en los Estados Unidos, lo que lo convierte en el
segundo documental más taquillero de la historia del cine, detrás de
"Fahrenheit 11/9", que embolsó 120 millones.

Según el crítico Michael Medved, se trata de "la película que más
apasionadamente afirma valores tradicionales como la monogamia, el
sacrificio y el cuidado de los hijos" y, comparándola con "La pasión
de Cristo", sentenció: "Esta es la pasión de los pingüinos".

En una conferencia para jóvenes republicanos, Rich Lowry, editor de la
revista conservadora National Review, instó a los participantes a que
fueran a ver la película porque "promueve la monogamia". Y una revista
cristiana de amplia circulación sostuvo que la película constituye un
ejemplo extraordinario del "diseño inteligente", la controvertida
teoría con que algunos grupos cristianos pretenden suplantar a la
teoría evolucionista de Darwin.

Como reacción a la politización de la película, algunos grupos gays
puntualizaron que la heterosexualidad y la familia tradicional no son
necesariamente cualidades universales entre los pingüinos. Como
ejemplo, citan el caso de Roy y Silo, dos pingüinos machos residentes
en el zoológico de Nueva York, los que viven como pareja y hasta han
criado una hija.

Pero tal vez el golpe más devastador a la beatificación de los
pingüinos provino de uno de los columnistas estelares del
conservadurismo, George F. Will, quien escribió: "Si un diseñador
inteligente diseñó la naturaleza, ¿por qué habría decidido convertir a
la crianza en algo tan tedioso para estos pobres pingüinos?"

Por Mario Diament

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