[Solar-general] Muy interesante!

Nanux nanux en educ.ar
Jue Feb 19 12:03:47 CET 2004


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Interesantísimo artículo, particularmente donde se menciona el argumento
"deuda odiosa", y de cómo es aceptado o denegado coinvenientemente según
quién intente utilizarlo o valerse de él.

Espero que lo disfruten y como siempre me interesa escuchar sus
opiniones al respecto.

Saludos!

Nanux.

*La Argentina imprevisible, la Argentina digna*

por Miguel Ángel Ferrari


El sábado pasado, el grupo de los siete países más ricos del mundo,
reunidos en el estado de Florida, envió un mensaje a nuestro país. De
modo simple y contundente señaló: "Llamamos a la Argentina a que
instrumente políticas acordes con el Fondo Monetario Internacional.
Argentina debería involucrarse constructivamente con sus acreedores para
lograr un alto porcentaje de participación en la reestructuración".
Obviamente, los representantes de los países centrales (Estados Unidos,
Canadá, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón) se estaban
refiriendo a la deuda externa argentina -en cesación de pagos (o
/default/)- con los acreedores privados, los llamados bonistas.

Hace cuatro horas terminó la reunión entre el ministro de Economía,
Roberto Lavagna, y el titular del Fondo Monetario Internacional, Horst
Köhler. El ministro argentino se esmeró en hacerle comprender a Köhler
que Argentina "trabaja de buena fe". Sería bueno preguntarnos: ¿el Fondo
Monetario también trabaja de buena fe?

Este grupo de los siete países más ricos del planeta, (o /G7/ como se lo
denomina en el argot político internacional), actúa permanentemente como
el gobierno del mundo. Si nos atenemos al derecho internacional, se
trata de siete países que deberán respetar los iguales derechos y la
autodeterminación de los demás países que integran la comunidad
internacional. Por lo menos esto es lo que dice un inciso del artículo
1º de la Carta de las Naciones Unidas.

Si, en cambio, nos remitimos a la situación de hecho, nos encontramos en
presencia de una coalición de países cuyo producto interno bruto sumado
excede al del resto de los países de la Tierra. Y, con perdón de la
democracia y del derecho, esta es la razón principal que le confiere esa
"autoridad" que -en la práctica- torna al G7 en una suerte de gobierno
del mundo. El capitalismo es el sistema dominante en el orbe y las
reglas de juego surgen de esa ideología. Tanto es así que para muchos
argentinos, resulta absolutamente normal que estos señores nos indiquen
qué debemos hacer y qué no debemos.

Si en lugar de ceñirnos al pensamiento capitalista, nos ajustamos a un
modo de pensar democrático, caeremos en la cuenta que a estos
gobernantes del mundo, cuyas poblaciones sumadas alcanzan sólo el 11 por
ciento de la totalidad de los habitantes del planeta, los ha
seleccionado en elecciones relativamente democráticas -exagerando- un 30
por ciento de los ciudadanos de sus países. Es decir, un 3,3 por ciento
de la población del globo.

En consecuencia, estos dirigentes votados por 3 personas de cada cien
que habitan la Tierra, se arrogan el derecho de ordenar a los demás
seres humanos qué es lo que deben hacer. Y, como si este absurdo no
fuera suficiente, se lo corona con otro absurdo mayor, consistente en
hacerle creer al resto de los mortales del planeta que esto es lo más
normal, siendo que sus políticas han sumido en la pobreza y la exclusión
a millones de mujeres y hombres.

Pero el absurdo no termina aquí, ni mucho menos. En ese "tirón de
orejas" a la Argentina... (¿se acuerda cuando con total indignidad se
hablaba de que había que "hacer los deberes"?)... el G7 dice
textualmente que nuestro país debe instrumentar políticas "acordes con
el Fondo Monetario Internacional". Las políticas que se vienen
implementando ininterrumpidamente, desde la dictadura militar -nos
preguntamos-, ¿no eran acordes con el Fondo Monetario Internacional?

Le preguntamos al G7 -haciéndonos los ingenuos-, ¿no fueron, acaso, esas
políticas las que nos llevaron a esta trágica situación que explotó en
diciembre de 2001? Extraña terapia la de estos toxicólogos que, en lugar
de curar al paciente, se preocupan por preservar el veneno.

Cuando la dictadura militar asaltó el gobierno, la deuda externa
ascendía a 7.800 millones de dólares. Siete años después, cuando se
produjo el advenimiento de la democracia electoral, esta deuda ascendía
a 45.100 millones de la misma moneda, ¡casi seis veces más!

Aquí conviene que nos detengamos un instante. Los que ahora desde la
Argentina defienden el cumplimiento de los compromisos financieros
tomados por el país, como es el caso del diario La Nación y toda esa
banda de economistas neoliberales, fueron cómplices del crecimiento
ilegítimo de una deuda tomada al margen de los preceptos
constitucionales. La Constitución Nacional de 1853 establece en su
artículo 67 (respetado en la reforma de 1994 en su artículo 75) que
entre las atribuciones del Congreso se hallan las de "Contraer
empréstitos de dinero sobre el crédito de la Nación" y "Arreglar el pago
de la deuda interior y exterior de la Nación". Durante esos negros años
de la dictadura el Congreso de la Nación -como todos sabemos- no
funcionó. Entonces... ¿quién asumió esas atribuciones? Las asumió un
gobierno de facto, al margen del derecho, para beneficio de sus
integrantes y de los grupos económicos nacionales y extranjeros del que
fue fiel representante. Tan fiel representante que mediante una
resolución del Banco Central, por entonces conducido por Domingo Felipe
Cavallo, se resolvió nacionalizar la deuda externa privada. En buen
romance, la deuda fue cargada sobre las espaldas de todos los argentinos.

Pero esto no es suficiente. Ahora, luego de agresión a Irak, el gobierno
de los Estados Unidos ha sacado a relucir el tema de la "deuda odiosa",
con el propósito de anular o reducir drásticamente la deuda externa
iraquí, lo que equivale a decir, la deuda externa de la nueva colonia
estadounidense con centro en Bagdad.

_La "deuda odiosa" podría ser sintetizada de este modo: "Si un poder
despótico (por ejemplo el régimen de Saddam Hussein) contrae una deuda,
no para sus necesidades o las necesidades del Estado, sino para
fortalecer su régimen despótico, para reprimir a la población que le
combate, esta deuda es odiosa para la población del Estado entero. Esta
deuda no es obligatoria para la nación: es una deuda del régimen, deuda
personal del poder que la contrajo; en consecuencia, desaparece con la
caída de ese poder" (Alexander Sack, "Los efectos de las
transformaciones de los Estados sobre sus deudas públicas y otras
obligaciones financieras", Colección Sirey, 1927)._

Vale decir que Washington esgrime una doctrina justa para diluir la
deuda externa de Irak (que ahora es "su" deuda) y hace caso omiso a las
mismas razones que le asisten a la Argentina para repudiar la deuda
contraída por la dictadura militar. Al tiempo que exhorta a nuestro
país, a través del G7, a "involucrarse constructivamente con sus
acreedores para lograr un alto porcentaje de participación en la
reestructuración". ¡Más cinismo es imposible!

El columnista de La Nación, Joaquín Morales Solá, en su nota de ayer
titulada "El riesgo de 'malvinizar' la deuda pública" defiende a los
bonistas, diciendo que fueros defraudados por la Argentina, desde uno de
los diarios -no fue el único- que le dio sustento a la criminal
dictadura que profundizó como ningún gobierno lo hizo (ni siquiera el de
Menem) el endeudamiento argentino. Ese endeudamiento ilegal que luego
- -plan Brady mediante- se transformó en bonos de la deuda argentina,
comprados por fondos buitres y muchos ciudadanos del mundo. La mayoría
con la actitud de apostar en un casino, sin tener siquiera la dignidad
del "timbero" que ante "la mala" actúa como buen perdedor. El argumento
del columnista del diario que apoyó -entre otros- al dictador Galtieri
es que " 'Malvinizar' el conflicto de la deuda podría construir de nuevo
una Argentina aislada, pobre, imprevisible, como un empedernido suicida".

La Argentina pobre y suicida es, en realidad, la Argentina dócil a los
dictados del Fondo Monetario Internacional. Es la Argentina que
sextuplicó su deuda durante la dictadura, y luego -sobre esa cifra- la
triplicó con los gobiernos civiles: radicales, peronistas y de la Alianza.

La Argentina imprevisible para el periodista que escribe en el diario
amigo de la dictadura, es -en realidad- la Argentina digna de la
Doctrina Drago, por ejemplo. Esa doctrina basada en la valiente nota
enviada en 1902 por el doctor Luis María Drago, entonces ministro de
Relaciones Exteriores -valga la paradoja- del presidente Julio Argentino
Roca, al entonces presidente de los Estados Unidos, Teodoro Roosevelt,
quien en diciembre de 1901, con motivo de la intervención armada de
Alemania, Inglaterra e Italia, contra Venezuela, a causa de deudas
impagas del país sudamericano, señaló que no obstaculizaría la agresión
militar de que era objeto Venezuela y que sólo se oponía a la
adquisición territorial. En esa nota, el canciller argentino expresó "su
repudio respecto del empleo de la fuerza armada para constreñir a un
Estado extranjero a cumplir sus compromisos y liquidar así los atrasos
pendientes de pago de su deuda pública", afirmando que "su práctica es
contraria a los principios de derecho internacional".

La Argentina imprevisible para los representantes del /establishment/,
es para nosotros la Argentina digna que corporizó Carlos Saavedra Lamas,
el canciller argentino y premio Nobel de la Paz, que se opuso firmemente
a la aplicación de la Doctrina Monroe en América latina. Es la Argentina
de los generales Enrique Mosconi y Manuel Nicolás Savio, defensores de
nuestro petróleo y nuestro acero respectivamente. La Argentina
imprevisible para el diario La Nación, es la Argentina que siempre
molestó a los intereses del imperio. Los representantes argentinos de
los grandes grupos financieros, prefieren la Argentina previsiblemente
dócil, la Argentina del Pacto Roca-Runciman, cuando la oligarquía nativa
consideraba a nuestro país como "una perla de la Corona británica".
Prefieren la Argentina que adhirió al Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca (TIAR), pergeñado por Washington en la época de la
Guerra Fría, que luego se negaron a aplicar en la Guerra de Malvinas.
Prefieren la Argentina de la llamada "Revolución Libertadora" que
incorporó al país al Fondo Monetario Internacional, mientras fusilaba en
los basurales. Prefieren la entrega del petróleo de Frondizi primero, y
de Menem después. Prefieren el golpe de Onganía al gobierno del
presidente Arturo Illia y el comienzo de la extranjerización de nuestra
economía. Prefieren a Martínez de Hoz y a sus militares secuaces, con la
aplicación temprana del neoliberalismo, acompañado de torturas y
desapariciones. Prefieren gobiernos dóciles como el de Raúl Alfonsín,
que se desplazó del Preámbulo de la Constitución Nacional al Pacto de
Olivos. Prefieren gobernantes como Carlos Menem, dispuestos a entregar
la soberanía antes de que se lo pidan, a condición de que les quede un
retorno. Prefieren a presidentes como Fernando de la Rúa, que -tarjeta
mediante- "flexibilicen" a los trabajadores.

*En fin, es hora de hablar claramente. Democracia real y soberanía o
país "tirado más abajo del mar", como diría Julio Cortázar.*

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