[Quechualab] El Perú quechua de hoy: Rodrigo Montoya (agosto 2006)
Johna Rupire
jarjacha en riseup.net
Jue Nov 5 03:30:46 CET 2009
*El Perú quechua de hoy*
*Rodrigo Montoya Rojas *
Lima, agosto 23, 2,006.
Cuando las señoras Maria Cleofé Sumire de Conde y Hilaria Supa Huamán,
juraron sus cargos de congresistas en quechua, lengua de los Incas, la
Dra. Martha Hildebrant, una de sus colegas encargadas de tomarles ese
juramento no pudo esconder su indignación. Tres semanas después, cuando
la señora Supa habló en quechua en una de las Comisiones de trabajo y se
negó a hablar en castellano, sus colegas exigieron que hable en
castellano. Esta simple historia es un ejemplo de fractura profunda de
de la sociedad peruana.
En 2006, cinco millones de las peruanas y peruanos hablamos quechua;
setecientas mil, aimara; cuatrocientas mil, cuarenta y dos lenguas
amazónicas; cerca de 19 millones hablamos castellano; y alrededor de
noventa mil las cinco grandes lenguas de las colonias extranjeras
(chino, italiano, japonés, judío y árabe). Cincuenta lenguas
constituyen nuestra diversidad y riqueza lingüística.
Ocurre que la Dra. Hildebrant es lingüista, profesora de San Marcos,
con un célebre estudio sobre peruanismos y famosa por su adhesión a los
regímenes dictatoriales, velasquista y fujimorista. A otros lingüistas
peruanos como Inés Alberto Escobar, Inés Pozzi Scott, Alfredo Torero,
Rodolfo Cerrón-Palomino, Luis Enrique López, Maggy Zúñiga y Gustavo
Soliz, les habría encantado recibir a mujeres quechua hablantes con una
gran sonrisa y un abrazo lleno de fraternidad, de admiración y cariño. A
la Dra. Hildebrant no, a la clase política tampoco, con dos o tres
excepciones.
Perú sigue siendo visto, sentido y vivido como un país limeño, español.
Los llamados indios son aplaudidos cuando son parte de una tarjeta
postal para turistas, cuando cantan y bailan para alegrar a presidentes
extranjeros de visita, cuando acompañan a una primera dama o a un
presidente de rasgos biológicos andinos como ñustas y ñustos de un *Perú
profundo* de fantasía. Si los indígenas escapan de la tarjeta postal,
reclaman sus derechos y contradicen la norma oficial, el Banco Mundial
los llama *conflictivos*.
Falta poco para que los llamen *terroristas* por exiguir su autonomía
política, por decir que el Estado Nación no sirve para nada y por
defender los recursos naturales que las grandes empresas se llevan a
manos llenas dejando nuestros ríos sin peces, nuestros cielos sin
pájaros y nuestra tierra sin frutos. Si el ojo por ojo propuesto por
Alan García se convirtiera en realidad, la clase política pediría para
ellos y ellas cárcel a perpetuidad o simplemente la muerte.
Cuando hace menos de un año apareció Ollanta Humala en el horizonte
político, la derecha y gran parte de la clase política (salvo contadas
excepciones) tuvieron un extraordinario ataque de miedo, el mismo miedo
que los herederos de Pizarro tuvieron al fundar Lima contra Cusco en
1535. En tiempos de peligro tienen miedo, mucho miedo, se esconden bajo
la cama, llaman a los militares; en tiempos de calma se alían a los
temibles nuevos gobernantes, los envuelven, los encantan, los engríen,
los compran, los venden.
Detestaron al chino Fujimori por haber sido elegido con el voto de los
que amenazan el orden establecido. Pocas semanas después de su victoria
se volvieron fujimoristas y siguen siéndolo hasta ahora. Con Humala
tuvieron más miedo y ahora se sienten felices porque el peligro parece
haber pasado. En tiempos de nueva calma, el miedo es sustituido por el
olvido y el menosprecio. Los congresistas del orden establecido y el 98
% de los medios de comunicación tratan a las señoras indígenas
congresistas de tu, como si fueran sirvientas, se burlan de ellas y les
parece extraño que exijan traductores. Hasta un humoristas que tienen un
agudo sentido crítico de la realidad como Alfredo se pone del lado de la
Dra. Hildebrant y les parece ridículo que sabiendo algo de castellano
prefieran hablar en quechua y contar con traductores.
A mediados del siglo XVI el clérigo Juan Ginés de Sepúlveda, fundador
de la derecha peruana, escribió en su libro *Tratado de justas causas
en la guerra contra los indios* que antes de cristianizar a los llamados
indios había que *humanizarlos*. Esa fue la primera propuesta colonial.
Luego vieron otras: cristianizar, civilizar, modernizar y, ahora,
globalizar. Una parte de la clase política peruana quedó en esa
primera fase del colonialismo mental. El ex congresista Florez Araos, de
confesión social cristiana, los considera llamas y vicuñas. El Ciudadano
norteamericano Kuszinski creen que quienes nacimos en los andes no
recibimos suficiente oxígeno y por eso somos débiles mentales que no
aceptamos las maravillas del TLC con Estados Unidos. *Humanizar a los
animales*, esa es su consigna. No estamos hablando del siglo XVI sino de
hoy, 2006. Porque los grandes jefes de las fuerzas armadas consideran a
los indios como animales ordenaron que los torturaran, violaran y
mataran. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y el libro *Muerte
en el Pentagonito* de Ricardo Uceda ofrecen millares de pruebas.
Hay en Perú otro crimen sin castigo. Se produce todos los días en el 80
% de las escuelas en territorios indígenas: por disposición de los
presidentes de la república y sus ministros de educación se enseña a los
niños indígenas el castellano como si fuera su lengua, se les desaprueba
y se les culpa de no ser inteligentes, de ser *indios brutos*. El
esfuerzo estatal por una Educación bilingüe intercultural es todavía muy
pequeño.
Cuando las congresistas Sumire y Supa Huamán reclaman traductores
están defendiendo el derecho de los pueblos indígenas a ser plenamente
reconocidos como pueblos y como ciudadanos. Reclaman respeto y defienden
su dignidad. Esta doble ciudadanía, peruana e indígena al mismo tiempo,
es el reclamo de los pueblos indígenas de todo el mundo y de América,
desde Canadá hasta Chile. Es el mismo grito de los zapatistas que hablan
con voz de la tierra. Es el mismo grito de la Coordinadora Andina de
Organizaciones Indígenas, nacida en Cusco hace un mes, para exigir entre
muchas otras cosas una educación intercultural bilingüe para el conjunto
de la sociedad peruana.
Si la Dra Hildebrant aprendiera una lengua indígena peruana sería mucho
más peruana de lo que es y la ausencia de menosprecio por los
indígenas endulzaría su rostro y su voz.
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Johnattan Rupire
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