[Solar-general] Los riesgos que la velocidad implica para la democracia y los derechos humanos

Pablo Manuel Rizzo info en pablorizzo.com
Lun Nov 22 17:30:40 CET 2010


“Siempre se infunde miedo en nombre del bien†Aun antes de que la extrema
velocidad de Internet revolucionara la vida cotidiana de todo el planeta,
Virilio teorizaba sobre los riesgos que la velocidad implica para la
democracia y los derechos humanos. En su último libro, La administración del
miedo, analiza los mecanismos de control político que el poder utiliza para
gestionar a la sociedad.
Por Eduardo Febbro

 *Desde París*

La velocidad destruye. En una suerte de paradoja vinculante donde se
combinan el progreso y la catástrofe, la velocidad y su corolario de
soportes técnicos han interconectado al mundo al mismo tiempo que creado una
peligrosa simultaneidad de emociones. Esta es la tesis central que, con una
anticipación sorprendente, viene argumentando el urbanista y pensador
francés Paul Virilio. Antes de que la extrema velocidad de Internet se
instalara en la vida cotidiana de casi todo el planeta, Paul Virilio intuyó
el riesgo intrínseco en el corazón de esa hipercomunicación y los
desa-rreglos profundos que acarrean el desarrollo tecnológico y la
velocidad. La férrea crítica que Paul Virilio despliega le valió el apodo de
“pensador y promotor de la catástrofeâ€. El intelectual francés, hijo de un
comunista italiano refugiado, no niega sin embargo la validez de los
progresos, sino que propone una suerte de reflexión sobre el tiempo, una
filosofía política para pensar y controlar la velocidad. Hombre afable, de
frases cortas y contundentes, Virilio acota que “la velocidad de las
transmisiones reduce el mundo a proporciones ínfimasâ€, al tiempo que la
rapidez reemplazó la uniformización de las opiniones por “la uniformización
de las emocionesâ€. Para Virilio, los conceptos de democracia y derechos
humanos están en peligro. El uso actual de la tecnología conduce a una
reactualización del totalitarismo. La velocidad es poder, poder de
destrucción, poder que inhibe la posibilidad de pensar. En su último libro,
La administración del miedo, el ensayista francés apunta hacia otro de los
mecanismos de control político con que el poder gestiona las sociedades
humanas: el miedo. Miedo a la bomba atómica, miedo al terrorismo, y el miedo
verde, el temor ante el agotamiento de los recursos naturales y al desastre
ecológico. Muchas de las ideas enunciadas por Paul Virilio casi a finales de
los años ’70 se vieron repentinamente actualizadas con los atentados del 11
de septiembre. Las sociedades escatológicas anticipadas por el autor, la
camisa de fuerza tecnológica que los Estados pusieron en los individuos, la
velocidad como factor totalitario y adormecedor, la irreflexión de los
medios y el flujo interrumpido de imágenes y emociones tan instantáneas como
universales pasaron a formar parte de nuestra realidad. Televigilancia,
trazabilidad de los individuos, control de la información, procedimiento de
simulación de la realidad para tapar lo real no son ideas negras sino la
luminosa realidad que nos encandila. Virilio propone un antídoto irónico:
crear un “Ministerio del Tempo†para, como en la música, regular los ritmos
de la vida.
La dictadura de la velocidad

*–Usted se interesó de forma muy temprana en el fenómeno de la velocidad,
incluso antes de que su realidad irrumpiera en nuestro mundo. Uno de sus
libros más famosos, Velocidad y política, data de 1977. ¿Qué lo llevó a
intuir con tanta anticipación que la velocidad iba a convertirse en un actor
central de la vida humana, al que usted llama “una potencia de destrucción�
*

–Hay dos elementos. Yo nací en el año ’38 y, por consiguiente, soy hijo de
la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto encontramos dos datos que me
marcaron mucho. Lo que se llamó “la guerra relámpago†y la Shoá. No se puede
comprender nuestra época sin la clarividencia funesta de la guerra total, es
decir la exterminación masiva de las poblaciones civiles durante los
bombardeos, y también en los campos de concentración. Lo que vivimos hoy se
desprende de la importancia de la velocidad en estos acontecimientos. El
revés del ejército polaco, el revés del ejército francés y los países
invadidos en pocos días son un reflejo de esa velocidad. Soy entonces un
hijo de esa guerra relámpago, de la guerra en alta velocidad. Todo mi
trabajo y el interés que presté a la aceleración me llevaron a comprender
hasta qué punto la velocidad era un elemento determinante de la historia
moderna, es decir, de la historia de la Revolución Industrial.

*–Usted sugiere que hoy estamos bajo una suerte de dictadura de la
velocidad.*

–Totalmente, y tanto más cuanto que hemos pasado de la velocidad móvil, es
decir de la velocidad de los tanques, de los autos y de los aviones
supersónicos, a la velocidad de la luz, a la velocidad de las ondas
electromagnéticas. Estas ondas vehiculan la información, las comunicaciones,
y, sobre todo, la interactividad. Esto significa que nuestra sociedad no es
una sociedad activa sino interactiva, o sea, la sociedad actual pone en
funcionamiento la velocidad de las ondas electromagnéticas para interactuar.
No se puede comprender la globalización sin esta aceleración absoluta en
todos los campos, incluido el campo financiero. La crisis financiera mundial
que estalló en 2008 no es sólo un problema financiero, sino un derivado de
la velocidad. Las cotizaciones automatizadas entre bancos, realizadas por
plataformas automáticas, jugaron un papel central en la crisis. El factor de
todo esto ha sido la velocidad: la velocidad domina, la velocidad de la luz,
de las ondas se impusieron sobre la velocidad de los móviles, del
transporte, de los medios de transmisión tradicionales. Es imposible
comprender la realidad del mundo sin esta configuración. En los años ’40 se
hablaba de la aceleración de la historia, hoy estamos ante la aceleración de
lo real, la aceleración de la realidad. Todos los sectores de nuestra
civilización están afectados por la aceleración de lo real. Es una evidencia
que aún no ha sido reconocida plenamente.

*–Hannah Arendt decía que la dictadura se plasma en una suerte de velocidad
del movimiento.*

–El terror es la concretización de la ley del movimiento. El terror es
indisociable de la velocidad. La temática de la velocidad es también la
cuestión de la sorpresa, y la sorpresa es el miedo. Cuando alguien nos toma
por sorpresa decimos “ay, qué susto me disteâ€. La velocidad absoluta y la
sorpresa están íntimamente ligadas. Se trata de un fenómeno de pánico, un
fenómeno que se refiere al terror. Nuestra época es muy singular. Nuestra
percepción del tiempo y de las distancias ha sido trastornada. La Tierra es
demasiado estrecha para cualquier forma de progreso. La velocidad de las
transmisiones reduce el mundo a proporciones ínfimas.
La sincronización de las emociones

*–Otra de las características que usted pone de relieve en nuestra
modernidad, o en nuestra actualidad, es la sincronización de las emociones.
Todos sentimos casi lo mismo, en el mismo momento.*

–Absolutamente. Las sociedades de antes estaban bajo el signo de la
estandarización de las opiniones. Si tomamos como referencia la Revolución
Industrial nos encontramos con la estandarización de los productos, lo que
llamamos la industria, y también de las opiniones. A través del desarrollo
de la prensa y de los medios de comunicación se operó una uniformización de
las opiniones públicas. Ahora, hoy, con la interactividad, ya no se trata
más de la uniformización de las opiniones, sino de la sincronización de las
emociones. Estamos ante una sociedad en donde la comunidad de emociones
reemplaza la comunidad de intereses. Se trata de un acontecimiento político
prodigioso. Las sociedades vivieron bajo el régimen de la comunidad de
intereses, de allí la estructura de las clases sociales, los ricos y los
pobres, el marxismo, etc., etc. Hoy vivimos bajo el régimen de una comunidad
de emoción, estamos en lo que he llamado un comunismo de los afectos:
resentir la misma emoción, en el mismo instante. El 11 de septiembre de
2001, delante de una catástrofe telúrica equivalente a un terremoto o un
tsunami, el planeta estuvo en la misma sintonía de emoción. Es un
acontecimiento político inédito en la historia de la humanidad. Se trata de
un acontecimiento pánico que pone en tela de juicio la democracia. La
tiranía del tiempo real representa una amenaza considerable que no ha sido
tomada en cuenta. Se hacen bromas sobre la telerrealidad y esas cosas, pero
este fenómeno nada tiene que ver con la telerrealidad. ¡Ocurre que se ha
llegado a sincronizar a la misma realidad!

*–¿En qué sentido esta sincronización de las emociones pone en peligro la
democracia?*

–La democracia es la reflexión común y no el reflejo condicionado. No existe
opinión política sin una reflexión común. Pero hoy lo que domina no es la
reflexión sino el reflejo. Lo propio de la instantaneidad consiste en anular
la reflexión en provecho del reflejo. Cuando me invitan a un debate en la
televisión, me dicen: “Qué bien, usted trabaja desde el año ’77 en los
fenómenos de velocidad. Tiene un minuto para explicarme todo esoâ€. No es
posible. Estamos ante un fenómeno reflejo, pero la democracia reflejo es una
imposibilidad, no existe. Lo mismo ocurre con la confianza. Las Bolsas están
en crisis, porque hay una crisis de la confianza. ¿Y por qué hay una crisis
de confianza? Porque la confianza no puede ser instantánea. La confianza en
un sistema político o financiero no es automática. La opinión tampoco puede
ser instantánea. Ahora bien, los sistemas administrados por los políticos,
incluido el sistema financiero, son fenómenos que tienden hacia el
automatismo. La automatización es todo lo contrario de la democratización.
La lentitud y la aceleración

*–Podemos pensar que existen dos mundos paralelos: el mundo de la lentitud,
el mundo primitivo, que está fuera de la burbuja tecnológica, y el mundo de
la velocidad, el mundo desarrollado expuesto sin freno a la atracción de la
velocidad.*

–En primer lugar, quiero decir que el mundo de la velocidad instantánea
conduce a la inercia. De alguna manera, la lentitud de las sociedades
antiguas anuncia la inercia de las sociedades futuras. La rapidez absoluta
conduce a la inercia y la parálisis. La interactividad prescinde del
desplazamiento físico y de la reflexión, por consiguiente, el incremento
constante de la velocidad nos llevará a la inercia. El problema ya no
concierne tanto a la lentitud o la velocidad, sino que concierne a la
inteligencia del movimiento. Cuando me preguntan “¿Acaso hay que aminorar?,
yo respondo: No, hay que reflexionarâ€.

*–¿Y cuál es el punto central de esa reflexión?*

–Debemos reflexionar sobre el ritmo. Como en la música, nuestra sociedad
debe reencontrarse con el ritmo. La música encarna perfectamente una
política de la velocidad. A través de los tempos, el ritmo, la música es la
encarnación misma de la política de la velocidad. Debemos elaborar una
musicología de la vida. El problema no consiste tanto en aminorar la
velocidad, sino en inventar ritmos sociales, políticos o económicos que
funcionen. De lo contrario terminaremos en la inercia, es decir, en la
lentitud y la parálisis más grandes que las de las sociedades del pasado,
las sociedades sedentarias, rurales. De hecho, no necesitamos una visión
revolucionaria sino una suerte de fuerza de revelación.

*–Las reglas del juego planteadas hoy tornan, sin embargo, imposible
retroceder ante la velocidad.*

–Yo no expongo un trabajo retrospectivo sobre el bienestar del pasado, sino
una reflexión sobre el porvenir. Soy un progresista. Por ello no hablo de
desacelerar sino de elaborar una inteligencia del movimiento, una suerte de
economía política de la velocidad. Esto consiste en reencontrarse con el
tempo. El descontrol del tempo hizo volar en pedazos el sistema de
producción y de trabajo. Las consecuencias de esta desregulación del tempo
las constatamos en la empresa France Telecom, donde los empleados se
suicidan. Nos falta el ritmo. Todas las sociedades antiguas eran rítmicas:
estaban la liturgia, las fiestas, las estaciones, la alternancia del día y
de la noche, el calendario, etc., etc. Pero con la aceleración de lo real
hemos perdido esta organización rítmica. Vivimos en una sociedad caótica. La
velocidad redujo el mundo a nada. El mundo es demasiado pequeño para el
progreso, demasiado pequeño para la instantaneidad, la ubicuidad. Esta es
una de las grandes cuestiones políticas y uno de los grandes planteos de
mañana en materia de derechos humanos.
El control del mundo por el miedo

*–Su último libro, La administración del miedo, le agrega a la velocidad
otro factor de control: usted afirma allí que el miedo es un arte para
gobernar.*

–Estamos ante un acontecimiento cósmico. La raíz del miedo es lo que se
llamó el equilibrio del terror, el miedo al fin del mundo engendrado durante
la Guerra Fría. Podemos decir que el primer gran miedo de destrucción masiva
tiene 40 años y remonta al proyecto de instalación de misiles en Cuba, en
los años ’60. En 2001 entramos en otra fase, que es el desequilibrio del
terror. De pronto, con los atentados del 11 de septiembre, el desequilibrio
se convierte en un terrorismo ciego, que puede golpear en cualquier momento
y en cualquier lugar con una potencia colosal. Aún nos encontramos en ese
desequilibrio del terror. Un puñado de individuos desarmados puede causar
tanto daño como un ejército. Un grupo de hombres puede así provocar
desastres considerables con un mínimo de medios. El tercer gran miedo que
nos acecha es el del agotamiento de los recursos naturales. La Tierra es
demasiado pequeña para el progreso y sus recursos pueden ser insuficientes
de cara al porvenir. Vivimos con esos miedos. La angustia, la desesperanza,
el carácter suicidario de muchos jóvenes tienen mucho que ver con esta
dominación del miedo sobre nuestras conciencias. Nos enfrentamos a un
fenómeno de pánico globalizado.

*–Usted tiene una interpretación diferente de la ecología, muy crítica. No
la califica como una ideología totalitaria, pero sí con los rasgos de un
instrumento que está ahí para dar miedo.*

–El miedo ecológico se suma al miedo que engendró la Guerra Fría, al miedo
que instaló el terrorismo. No estoy en contra de la ecología, para nada. La
ecología es necesaria para preservar la Tierra. Pero no se puede aceptar lo
que plantea el discurso ecológico actual, es decir, una suerte de difusión
de miedo global. No olvidemos que existe una constante: ¡siempre se infunde
miedo en nombre del bien! Hay que evitar eso. Los ecologistas están tentados
de convencer mediante el miedo. El discurso ecológico debe imperativamente
ampliar su campo y relacionar la ciencia del medio ambiente con la
filosofía, con las ciencias humanas, con la democracia. Detrás de la
ecología hay una ideología amenazante, que es la del espacio vital. Cuando
se piensa en el nazismo se lo asocia con el racismo, pero no con la
dimensión del espacio vital. Los nazis ponían carteles que decían: “Bosque
prohibido a los judíosâ€. Se trataba de un espacio vital. Si queremos una
ecología humana, humanitaria, debemos desconfiar de la dimensión vitalista
propia al nazismo. No estoy en contra de la ecología, para nada. Pero, como
hijo de la guerra total, recuerdo esa noción de espacio vital que fue el
resorte de la Segunda Guerra Mundial.

*–La gestión del miedo –a la bomba, al desastre ecológico, al terrorismo, al
de-sempleo, al inmigrante, a la inseguridad– se ha vuelto el principal
instrumento de gestión política. De esa estrategia nació otra amenaza: la
vigilancia, el seguimiento, la trazabilidad de los individuos.*

–Ello explica el desarrollo de la televigilancia, las propuestas para
recabar las huellas de los individuos. Hasta podemos pensar que, mañana, la
noción de identidad, de documento de identidad, será remplazada por la
trazabilidad de las personas. Una vez que se controlan todos los movimientos
de un individuo, la cuestión de su identidad pierde todo interés. Basta con
recabar informaciones sobre sus movimientos y la velocidad para localizar la
persona o el producto. La trazabilidad es un elemento inquietante de la
vigilancia. El miedo siempre ha sido un instrumento para gobernar.

*–En La administración del miedo usted resalta que la propaganda en torno de
ese gran Eldorado que son las nuevas tecnologías es también vector del miedo
porque duerme a la gente.*

–Albert Einstein decía: “Nuestra tecnología sobrepasó nuestra humanidadâ€.
Resulta obvio que las tecnologías representan hoy una amenaza en la medida
en que no controlamos el progreso. Los adelantos tecnológicos han dejado de
estar controlados por la humanidad.

*–A fuerza de velocidad, de miedo, de tecnología, de metas eficaces, de
aspiración a resultados, de estrategias de gestión, el sueño tecnológico de
un ser humano mejor desembocó en una humanidad amenazada por las propias
máquinas que crea.*

–Sí, sin dudas. El hombre empieza a estar de más. Asistimos ahora a una
reactivación económica sin empleo. Ya se habla de inactivos crónicos y no de
desempleados coyunturales. La carrera hacia la productividad reemplaza a los
productores, es decir, el trabajo del ser humano. Nuestra civilización está
amenazada. El respeto de los derechos humanos está en tela de juicio.
Necesitamos un esquema de pensamiento distinto para evitar la catástrofe.
Nos hace falta elaborar un pensamiento político de la velocidad.

efebbro en pagina12.com.ar
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/especiales/18-157228-2010-11-20.html

-- 
Pablo Manuel Rizzo
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