[Solar-general] Ratzinger

ACP - Ariel Alegre ariel.alegre en fibertel.com.ar
Mar Jun 14 17:36:12 CEST 2005


Hola!

era una buena idea la lista de debate que propuso Diego, no?

Saludos cordiales

Ariel Alegre


----- Original Message ----- 
From: Felix Zolezzi
To: La lista de todos y todas en solar
Cc: Julio Lozano
Sent: Tuesday, June 14, 2005 9:11 AM
Subject: [Solar-general] Ratzinger












































































 Tribunas libres internacionales - 13 de junio de 2005
La imagen de Benedicto XVI
En su acepción original, el laicismo es un modo de organización de la
sociedad que garantiza la libertad individual de conciencia y la paz civil
excluyendo las convicciones personales del debate político. Los dirigentes
políticos son libres, como todos, de manifestar públicamente la fe que
profesan, pero no pueden tomar sus convicciones particulares como basamento
de políticas públicas que conciernen al conjunto de la sociedad. Contra esa
filosofía combatió incesantemente Joseph Ratzinger cuando era prefecto de la
Congregación de la Doctrina de la Fe (como se denomina desde 1966 el Santo
Oficio, también llamado «Santa Inquisición»). Ratzinger estigmatizó la
filosofía laica de «laicismo» y se dedicó a redefinir a su manera el
concepto de «laicismo». En una entrevista que concedió hace un año a Le
Fígaro, y que el diario reproduce ahora con motivo de su elección, Ratzinger
califica de «profanidad» el principio de separación de la esfera privada
(convicciones personales) y la esfera pública (vida política), fundamento de
la Declaración francesa de Derechos del Hombre y del Ciudadano. En su
criterio, la fe es la luz de la razón, y por consiguiente es la fe, no la
razón, la que debe regir el debate político.
Joseph Ratzinger fue el organizador del cabildeo que tuvo lugar en el seno
de las instituciones europeas para que la Carta de Derechos Fundamentales y
el Tratado Constitucional no edificaran la Unión Europea sobre la base de un
contrato político entre Estados-naciones o entre ciudadanos, sino sobre la
base de referencias católicas. No pudo lograrlo completamente, cosa que
deplora en esa misma entrevista. Los instrumentos europeos adoptaron, en
definitiva, el punto de vista anglosajón y no el de la Santa Sede. La Unión
Europea rechazó el principio del contrato político entre Estados-naciones
para optar por el de los «valores comunes», pero se negó a definir estos
como herencia «católica» o tan siquiera, en sentido más amplio, como
«cristiana». La UE admite así el carácter laico de Francia y Portugal y
mantiene abierta la posibilidad de ingreso de Turquía. Al ser esta última un
Estado laico con población musulmana, constituye pues un verdadero monstruo
para el teólogo bávaro. Ratzinger se pronuncia entonces contra su entrada en
la Unión, objetivo que explicó posteriormente en el Giornale del popolo (20
de septiembre de 2004). Ratzinger pretende actualmente convertir la
construcción de la Europa cristiana en la prioridad de su pontificado, como
lo prueba el nombre que ha seleccionado, Benedicto XVI, en alusión al santo
patrón de Europa.
Es extraño como la prensa internacional parece ignorar la actividad política
del prelado durante los años que pasó en la Curia romana. Sólo la prensa
latinoamericana menciona su responsabilidad en el asesinato sistemático de
los teólogos de la liberación por parte de las dictaduras católicas. Sin
embargo, el Sunday Times del 17 de abril mencionó sus vínculos con los
medios nazis y su militancia en las Juventudes hitlerianas cuando era un
adolescente. La acusación es lo suficientemente peligrosa como para que el
Jerusalem Post publique un editorial de Sam Seer que lo exime de toda
sospecha. Es que el nuevo papa es un elemento indispensable para el eje Tel
Aviv-Washington. Asimismo, el cardenal Jean-Marie Lustiger, que encarna los
vínculos entre Israel y la Santa Sede, lo absuelve en una tribuna que
publica Le Figaro.
El diario Los Angeles Times reproduce además la famosa carta del cardenal
Ratzinger al presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos,
documento que tan oportunamente se «filtró» durante la campaña presidencial.
En dicha misiva, el cardenal recordaba la condena pontificia del aborto y
sugería que los electores católicos no votasen por John Kerry.
El teólogo Michael Novak, quien desde hace dos décadas estableció vínculos
entre los servicios estadounidenses de inteligencia y la Santa Sede, se
opone en el New York Times a la imputación que presenta a Joseph Ratzinger
como un neoconservador. Como todos los comentaristas que se alegran de su
elección, centra el debate en la intransigencia moral del nuevo papa.
Monseñor Helmut Schüller calma a su vez, en Der Standard, las inquietudes de
su rebaño. Asegura que el nuevo papa, por muy riguroso que sea, no
modificará notablemente el equilibrio interno de la Iglesia y que continuará
la obra de su antecesor.
El mensaje de los comunicadores del Vaticano se resume, en general, a
presentar a Benedicto XVI como una personalidad severa y rigurosa,
cualidades requeridas para asumir el cargo de Pontífice. Esa imagen busca
atenuar la dimensión política del personaje en beneficio de su
comportamiento moral, cosa que no corresponde a la realidad. El nuevo papa
no se encuentra en lo absoluto ante una Iglesia que necesite ser
reconstruida después de años de laxismo. Pero eso no importa, ya que hay que
hacer todo posible por ocultar la naturaleza contrarrevolucionaria del
Pontífice y de los neoconservadores que lo apoyan en Washington. Ronald
Reagan podía contar con Juan Pablo II para desestabilizar Polonia. George W.
Bush cuenta con Benedicto XVI para incorporar Europa a la «guerra de las
civilizaciones», aunque habrá que darle un nuevo «look» al «Panzer
Kardinal».
Al margen de esa polémica, Die Presse da la palabra al sacerdote austriaco
Anton Faber. Este se pregunta sobre el posible nombramiento del
cardenal-arzobispo de Viena, Christophe Schönborn, como sucesor del cardinal
Ratzinger en el cargo de prefecto de la Congregación de la Doctrina de la
Fe. El mismo diario publica también un artículo del genetista Markus
Hengstschlager sobre la incoherencia de las instrucciones de Joseph
Ratzinger que prohíben la investigación con células madres humanas en nombre
del respeto a la vida mientras que autorizan la pena de muerte en nombre de
la protección de la sociedad.
Red Voltaire
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4 artículos
«La fe cristiana tiene algo que decir sobre la moral»
Autor: Joseph Ratzinger

 Ex arzobispo de Munich (1977-1981) y prefecto de la Congregación de la
doctrina de la Fe en el Vaticano (1981-2005), Joseph Ratzinger es papa bajo
el nombre de Benedicto XVI.

Fuente: Le Figaro (Francia)
Referencias: Le Figaro, Le Figaro Magazine Referencia: «La foi chrétienne a
son mot à dire sur la morale », por Joseph Ratzinger, Le Figaro, 20 de abril
de 2005. Texto adaptado de una entrevista con motivo de la visita de Juan
Pablo II a Lourdes, concedida el 13 de agosto de 2004 a Figaro Magazine y
retomada hoy por el diario. Nos referimos sólo a los asuntos vinculados con
las opiniones políticas y teológicas del entrevistado y pasar por alto las
cuestiones relacionadas con los temas de actualidad de aquel momento,
actualmente obsoletos.
Resumen:
El papa Juan Pablo II está muy ligado a Francia, a la cual debe mucho en lo
que se refiere a su formación teológica. Recuerdo particularmente su visita,
en el momento de la conmemoración del aniversario del bautismo de Clodoveo,
como de un gran florecimiento del bautismo de Francia. La «hija mayor de la
Iglesia» occidental, por así llamarla, le ha dado mucho a la Iglesia. El
papa se siente preocupado ante el laicismo ideológico que con tanta fuerza
se manifiesta en nuestros días. Estamos a favor del laicismo, pero nos
oponemos a un laicismo ideológico que amenaza con encerrar a la Iglesia en
un ghetto de subjetividad. Esa corriente de pensamiento quiere que la vida
pública no se vea influenciada por la realidad cristiana y religiosa. Tal
separación, que yo calificaría de «profanidad» absoluta, constituiría
ciertamente un peligro para la imagen espiritual, moral y humana de Europa.
Esperamos que la Iglesia de Francia sea lo suficientemente fuerte como para
ayudar a Europa a enfrentar esa provocación. La fe cristiana debe iluminar
la vida pública. Desconfiemos del laicismo encarnizado, que da lugar al
fundamentalismo.
El Estado debe ser el garante de la libertad de pensamiento y de religión.
No tratamos de imponer nuestra fe a los demás por medio de la política. Pero
estamos convencidos de que la fe es también luz para la razón y que el
hombre político católico debe poder transmitir esa luz en su combate
político. El derecho a vivir debe ser protegido por el Estado desde el
primer hasta el último instante de la vida. Los políticos deben respetar
eso. Un político que asuma una posición diferente, que no respete la imagen
de Dios y la inviolabilidad del ser humano está en oposición con los
componentes racionales de la fe. En eso estamos de acuerdo con la
conferencia de obispos norteamericanos, aunque lo hayamos expresado de otro
modo. Los católicos sólo deben pedir la comunión cuando sean dignos de ella.
Eso tiene que ver con su posición ante el aborto y también ante otras
cuestiones. La conciencia no es solamente subjetiva sino que responde
también a criterios objetivos que se encuentran en la fe. Me parece que la
«subjetivización» de la conciencia es un gran error de nuestra época.
La no inscripción de las raíces cristianas de Europa constituye un grave
error. Europa es un continente cultural, no geográfico. Es su cultura lo que
le da una identidad común. Las raíces que formaron este continente son las
del cristianismo. Simplemente se trata de un hecho histórico. No hace tanto
tiempo que sucedió. El renacimiento de Europa después de la Segunda Guerra
Mundial fue posible gracias a hombres políticos que tenían fuertes raíces
cristianas, como Schuman, Adenauer, De Gaulle, De Gasperi y otros. Temo que
detrás de esa oposición se esconda un odio de Europa hacia sí misma y hacia
su gran historia. Es por eso que Turquía no pertenece a Europa. Ello no
quiere decir que no debamos tener buenas relaciones con ese país, pero
Turquía debería fundar su propio continente cultural sobre la base del
Islam, con los países árabes.


«¿Ratzinger, nazi? No lo crean»
Autor: Sam Ser
Sam Ser es periodista y editorialista del Jerusalem Post.

Fuente: Jerusalem Post (Israel)
Referencias: Jerusalem Post: «Ratzinger a Nazi? Don't believe it», por Sam
Ser, Jerusalem Post, 18 de abril de 2005.
Resumen:
El Sunday Times de Londres describió al principal candidato al papado, el
cardenal Ratzinger, como un nazi. En tono de gran revelación, el diario
informa a sus lectores que Ratzinger fue miembro de las Juventudes
Hitlerianas y sugiere que por ese motivo el «Panzer Kardinal» sería muy
diferente de su predecesor. El artículo llega incluso a calificar a
Ratzinger de «antisemita teológico». Él creería tanto en Cristo que
considera que todos, incluidos los judíos, deberían reconocerlo como al
Mesías.
En realidad, no hay nada nuevo en esto. Ratzinger fue enrolado en las
Juventudes Hitlerianas cuando aquello se hizo obligatorio y después de haber
hecho todo lo que estaba a su alcance para evitarlo. No se afilió a la
organización por voluntad propia. Ratzinger ha explicado periódicamente ese
asunto, en particular en su biografía. El único elemento significativo del
artículo del Times es que Ratzinger practicó la resistencia pasiva en lugar
de hacer algo que le hubiese costado la deportación. No fue miembro de la
resistencia, como tampoco lo fueron muchos judíos. Si hubiese sido un
verdadero simpatizante nazi se habría sabido en 60 años. Sin embargo, por el
contrario, se destacó en particular en el diálogo entre católicos y judíos.
¿Si el propio centro Yad Vashem no consideró necesario llevar a cabo una
investigación, por qué no le creeríamos nosotros?


«Benedicto XVI profesa una amistad de corazón hacia Francia y la cultura
francesa»
Autor: Jean-Marie Lustiger

 Ex arzobispo de París (1981-2005), Jean-Marie Lustiger es
cardenal-arzobispo emérito de París y miembro de la Academia Francesa.

Fuente: Le Figaro (Francia)
Referencias: Le Figaro. Referencia: «Benoît XVI a une amitié de coeur pour
la France et la culture française», por Jean-Marie Lustiger, Le Figaro, 21
de abril de 2005.
Resumen:
El cónclave duró exactamente 24 horas. Fue una verdadera experiencia
espiritual de comunión en una atmósfera de plegaria y de paz. No se trató ni
de un contrato político, ni de un plebiscito sino más bien de una especie de
evidencia apacible. Para todos los cardenales, las discusiones que lo
precedieron permitieron expresar todas las dificultades y todos los
problemas.
Benedicto XVI asume plenamente el legado de Juan Pablo II, de quien fue el
principal colaborador. Pero al mismo tiempo es evidente que su personalidad
y su estilo son muy diferentes. Benedicto XVI es el último gran teólogo que
participó como experto, y no como obispo como Juan Pablo II, en todo el
concilio Vaticano II. Es un gran pensador. Al igual que Juan Pablo II,
Benedicto XVI conoció la guerra. Vivió su juventud en la Alemania nazi,
cuyos extravíos pudo apreciar siendo muy joven aún. El medio católico en el
cual se formó no era en modo alguno complaciente acerca del tema. Sabe cuál
ha sido el costo de los totalitarismos para la humanidad y la iglesia. Posee
asimismo una vasta cultura estética y profesa una sincera amistad a Francia.
Juan Pablo II le confió una difícil misión ya que era prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe. No se le pedía que se distinguiera
ni que se dedicarse a las relaciones públicas sino que precisara lo que
responde o no a la fe católica. Lo hizo con honestidad y precisión. Eso
alimentó prejuicios que será preciso volver a evaluar para descubrir quién
es en realidad. De hecho, es un hombre de gran delicadeza.
La voluntad ecuménica es fuerte e íntegra en Benedicto XVI. Pero para poner
en práctica el ecumenismo hay contar con la voluntad de muchos. El verdadero
problema del ecumenismo contemporáneo reside en que solamente puede existir
verdadera unidad cristiana dentro de la verdadera comunión en el marco de la
fe. ¿Qué debemos creer para reconocernos como cristianos? Ahí reside el
problema principal, pero éste no se plantea con las iglesias de la ortodoxia
y encontramos una comunión de fe con las Iglesias de los nuevos movimientos
evangélicos. El cardenal Ratzinger ha luchado por el reconocimiento de las
raíces cristianas de Europa. Se trata de una verdad, pero que no es la
nuestra. Esa verdad es la siguiente: no se puede edificar un futuro sin la
conciencia de un pasado común. Con relación a los vínculos con el Islam, el
problema no descansa solamente en Benedicto XVI sino en el conjunto de los
pueblos marcados por el Islam así como en las demás naciones, en las demás
culturas ya que existe en estos momentos un verdadero problema mundial con
relación al tema. La iglesia puede desempeñar un papel de mediador pero, una
vez más, no puede haber progreso unilateral en la comprensión y el diálogo.
Es preciso que los esfuerzos vengan tanto del lado del Islam como de las
demás culturas. Benedicto XVI está muy consciente de ello y es sensible al
problema de las relaciones con el judaísmo.
La elección de un alemán es una verdadera garantía de reconciliación. Es una
verdadera infamia acusarlo de haber pertenecido a las Hitlerjugend. No sé si
estuvo en ellas, y es probable ya que todos los jóvenes alemanes pasaron por
ahí. Pero no transigió con nada de eso. El nombre de Benedicto es una
garantía de reconciliación. También nos ha hablado de Europa al recordarnos
que Benedicto es también San Benito, uno de los grandes santos patronos de
Europa, cuya regla sirvió de marco y de referencia para moldear toda Europa
con el monarquismo como elemento de civilización.




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La Hoja Diplomática






12 junio 2005




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